Huxley, A. (1999) La filosofía perenne. Buenos Aires: Editorial Sudamericana
La humildad no consiste en ocultar nuestros talentos y virtudes, en considerarnos peores y más ordinarios de lo que somos, sino en poseer un claro conocimiento de todo lo que falta en nosotros y en no exaltarnos por lo que tenemos, puesto que Dios nos lo dio generosamente y que, con todos Sus dones,
nuestra importancia es aún infinitamente pequeña.
Lacordaire (pag 172)
Sabe que cuando aprendas a perderte a ti mismo alcanzarás
al Amado. No hay otro secreto que aprender, ni sé yo más que
esto.
Anzari de Herat (pag 287)
La palabra será tu escudo y tu lanza, vayas en son de paz o
en son de guerra. Con esta palabra golpearás esta nube y esta
oscuridad que se cierne sobre ti; con esta palabra derribarás
todo modo de pensamiento bajo la nube del olvido. De tal modo
que, si algún pensamiento te apremia para que declares lo que
quieras, contesta tú sin más palabras que esta sola palabra (DIOS
o AMOR) Y si se ofrece, con su gran ciencia, para exponerte esa
palabra dile que la quieres entera, y no quebrada ni deshecha. Y
si te mantienes asido a este propósito, está seguro de que ese
pensamiento no permanecerá mucho tiempo.
La Nube del Desconocer (pag 288)
Pues no existe ningún específico espiritual, ninguna agradable e infalible panacea para almas que padecen separación y privación de Dios. No, no hay cura garantizada; y, si se emplea impropiamente, la medicina de los ejercicios espirituales puede iniciar una enfermedad nueva o agravar la antigua. Por
ejemplo, una mera repetición mecánica del nombre divino puede producir una especie de entumecida estupefacción, tan inferior al pensamiento analítico como la visión intelectual le es superior. Y como la palabra sagrada constituye una especie de prejuicio de la experiencia inducida por su repetición, esta estupefacción, o
alguna otra condición anormal, se toma por el advertimiento inmediato de la Realidad y es idólatramente cultivada y perseguida, dirigiendo la voluntad hacia lo que se supone ser Dios sin haberla antes apartado del yo. (pag 290)
En otras palabras, la intensa concentración en cualquier imagen (aunque ésta sea un símbolo sagrado, como el loto) o en cualquier idea, de la del infierno a la de alguna virtud deseable o su apoteosis en uno de los atributos divinos, es siempre concentración en algo producido por la propia mente. A veces, en personas mortificadas y recogidas, del acto de concentración se pasa al estado de exposición y pasividad atenta, en que la çverdadera contemplación se hace posible. Pero a veces el concentrarse uno en un producto de su propia mente da por resultado una especie de contemplación falsa o incompleta. La Talidad, o la divina Base de todo ser, se revela a aquellos en quienes no hay ningún egocentrismo (ni siquiera un alter-ego-
centrismo), sea de voluntad, imaginación, sentimiento o intelecto. (pag 292)
Cualquiera que sea tu deidad tutelar, medita sobre la forma
durante largo tiempo —como aparente, pero no existente en la
realidad, como una forma producida por un mago… Luego deja
que la visión de la deidad tutelar se desvanezca desde los
extremos, hasta no quedar nada visible de ella; y ponte en el
estado de la Claridad y la Vaciedad —que no puedes concebir
como algo— y permanece en tal estado por cierto tiempo. Medita
sobre la Clara Luz, haz esto alternada mente. Después deja que tu
intelecto se desvanezca gradualmente empezando por los
extremos.
Libro de los Muertos Tibetano (pag 294)
Como resumen final de toda la cuestión podemos citar una frase de Eckhart. «El que busca a Dios bajo una forma establecida, ase la forma y pierde al Dios oculto en ella.» Aquí, la palabra clave es «establecida». Es permisible buscar a Dios provisionalmente bajo una forma que sea desde el primer momento reconocida como meramente un símbolo de la Realidad, y un símbolo que, más tarde o más temprano, debe ser descartado en favor de lo que representa. Buscarlo bajo una forma establecida —por ser considerada como la forma misma de la Realidad— es comprometerse a una ilusión y a una especie de idolatría. (pag 294)
Al procurar abolir a la fuerza nuestros ensueños eclipsadores de Dios, sólo conseguimos hacer más profunda la oscuridad de nuestra natural ignorancia. Siendo ello así debemos abandonar el intento de luchar contra las distracciones y hallar medios para eludirlas o, de algún modo, utilizarlas.(pag 295)
El conocimiento de sí mismo, que conduce al aborrecimiento de sí y a la humildad, es la condición del amor y conocimiento de Dios. Los ejercicios espirituales que utilizan las distracciones tienen el gran mérito de aumentar el conocimiento de sí mismo. Toda alma que se acerque a Dios debe darse cuenta de quién es y qué es. Practicar una forma de oración mental o vocal que esté, por así decirlo, por
encima de la propia posición moral es representar una mentira; y las consecuencias de mentiras tales son falsas ideas acerca de Dios, culto idólatra de particulares e irrealistas fantasías y (por falta de la humildad del propio conocimiento) orgullo espiritual. (pag 296)