Vila-Matas, (1985). Historia abreviada de la literatura portátil. Barcelona: Editorial Anagrama
A mí me parece que esas dos escenas fueron los pilares sobre los que se edificó la historia de la literatura portátil: una historia europea en sus orígenes y tan ligera como la maleta-escritorio con la que Paul Morand recorría en trenes de lujo la iluminada Europa nocturna: escritorio móvil que inspiró a Marcel Duchamp su boîte-en-valise, sin duda el intento más genial de exaltar lo portátil en arte. La caja-maleta de Duchamp, que contenía reproducciones en minuatura de todas sus obras, no tardó en convertirse en el anagrama de la literatura portátil… (pag 9)
No es casual que gran parte de la originalidad de los textos del inventor de la máquina Benjamin se deba precisamente a su mirada microscópica, combinada con su infatigable dominio de las perspectivas teóricas. ‘Eran las cosas pequeñas las que más le atraían’, escribió de él su íntimo amigo Gerschon Scholem. Le gustaban a Walter Benjamin los viejos juguetes, los sellos de correo, las fotos de tarjeta postal y esas imitaciones de la realidad de los paisajes invernales contenidos dentro de un globo de vidrio donde nieva cuando se los sacude.
La propia escritura de Walter Benjamin era casi microscópica, y su ambición nunca lograda era meter cien líneas en una hoja de papel. (pag 11)
Walter Benjamin era también alma gemela de Marcel Duchamp. Ambos fueron a la vez vagabundos, siempre de camino, y exiliados del mundo del arte al tiempo que coleccionistas cargados de cosas, es decir, de pasiones. Ambos sabían que miniaturizar es hacer portátil, y que ésta es la forma ideal de poseer cosas para un vagabundo o un exiliado (pag 11)
Resulta inevitable preguntarse qué relación pudo existir entre el ataque de nervios de Biely y la decisión duchampiana de permanecer soltero a toda costa, soñando despierto como todos los niños irresponsables…. Lo más probable es que no exista relación alguna y que simplemente a Duchamp se le presentara de súbito, sin ningún recuerdo y asociación consciente que permitiera una explicación inmediata, la imagen de una persona célibe, imposible, gratuita y delirante, es decir: un artista portátil, o, lo que es lo mismo, alguien a quien uno puede llevar tranquilamente a cualquier parte (pag 13)
Aparte de exigirse un alto grado de locura, quedaron fijados los otros dos requisitos indispensables para pertenecer a esa sociedad: junto a que la obra de uno no fuera pesada y cupiera fácilmente en un maletín, la otra condición indispensable sería la de funcionar como una máquina soletera.
Aunque no indispensables, se recomendaba también poseer ciertos rasgos que eran considerados como típicamente shandys: espíritu innovador, sexualidad extrema, ausencia de grandes propósitos, nomadismo infatigable, tensa convivencia con la figura del doble, simpatía por la negritud, cultivar el arte de la insolencia (pag 13)
Conoceremos a quienes hicieron posible la novela de la sociedad secreta más alegre, voluble y chiflada que jamás existió: escritores turcos de tanto tabaco y café que consumían, gratuitos y delirantes héroes de esa batalla perdida que es la vida, amantes de la escritura cuando ésta se convierte en la experiencia más divertida y también la más radical. (pag 15)