Barbieri, G. (1998). Tahiti tattoos. Alemania: Taschen.
Primeramente resulta evidente que el tatuaje polinesio no tiene ningún carácter secreto, sino todo lo contrario. Cubre ostensiblemente un cuerpo con poca indumentaria, está ahí para ser visto. Es algo totalmente opuesto a un estigma. Incluso puede afirmarse que sustituye a la ropa y viste el cuerpo polinesio. (pag 10).
Ver calzón de tattoo (pag 19)
Ver las nociones de geometría en el cuerpo, los círculos, las rectas y cómo son resueltas las diagonales, horizontales, verticales, curvas, círculos (pag 32)
Ver la solución del pecho (pag 64)
Según la tradición, del tatuaje sólo podían disfrutar las clases sociales más elevadas. La finalidad del dibujo era la atracción sexual, la exaltación de la vida y la aspiración a convertirse en dios. (pag 65)
Las mujeres se tatuaban solamente las manos, los brazos, las caderas, los muslos y los pies. No obstante, los dibujos eran más elegantes, un ornamento y se realizaban con mayor esmero.
Por el contrario, los hombres solían lucir el cuerpo totalmente tatuado, incluido el cuello y las orejas. La cara no se tatuaba; sólo algún guerrero o sacerdote podía lucir un símbolo determinado en la frente o los labios (pag 65)
Se distinguen cuatro tipos de tatuaje: el de la clase de los dioses, sacerdotes y Ari’i, hereditario y reservado a sus descendientes; Arioi’i, el de los Hui Ari’i, destinados a los jefes (hombres y mujeres); la To’ai, el de la clase Hui To’a y Hui Ra’atira, para los jefes guerreros, los guerreros, los bailarines, los remeros, etc.; y, el de la clase Manahune, para los que no pertenecían a ninguna estirpe o sin ascendencia hereditaria notable. (pag 65)
Ver el mapa del cuerpo (pag 72)
El tatuaje del cuerpo, una operación dolorosa pero soportable, solía llevarse a cabo en más de una sesión. El término que designa la acción del tatuador es Tatatau; ésta consiste en realizar puntos, símbolos y marcas sobre la piel. El tatuaje se aplicaba a las niñas de ocho a diez años, mientras que en los niños el margen de edad se establecía entre los once y los doce. Aun así, la decoración del cuerpo de los hombres no podía finalizar hasta alrededor de los 30 años. En cambio, era preferible que las jóvenes llegaran a la adolescenca tatuadas. La ceremonia del tatuaje era un verdadero rito, en el que la música, al son de tambores, flautas y conchas, era la principal protagonista. (pag 73)
Los dibujos de los tatuajes eran numerosos y se aplicaban el diversas partes del cuerpo. Cada dibujo recibía una denominación concreta, algunas de las cuales se conocen aún hoy en día: Papai Taputua y Urupo’o, que se aplicaban en la parte dorsal del cuerpo; A’ie, en los lóbulos de las orejas y en la parte posterior; A’ie Aro, en la cara. Otros dibujos eran convencionales, por ejemplo estrellas, círculos, rombos, etc. Asimismo se aplicaban dibujos relativos a la vida social, como el Uru, los soldados, las armas guerreras, los sacrificios humanos en Marae… Finalmente, perros, pájaros y peces también constituían fuentes de inspiración para los artistas del tatuaje. El sacerdote tatuador, que llevaba a cabo esta delicada operación, era muy bien recompensado económicamente y disfrutaba de gran consideración social (pag 73)
La elección de los dibujos, realizada con sumo cuidado, era muy delicada. El motivo escogido se dibujaba en la piel con un palito de carbón, aunque el artista trabajaba muchas veces sin dibujo previo. Después, practicaba la incisión en la que inyectaba el tinte. El sacerdote tatuador está considerado como poseedor privilegiado de una ciencia que se transmite con extrema perfección de generación en generación (pag 74)
Ver mapas del cuerpo (pag 76 y 77)
Ver mapa de la mano (pag 95 y 96)
Ver mapa de las piernas (pag 116)