Illescas, J.(2015) La dictadura del videoclip: Industria musical y sueños prefabricados. Barcelona: El viejo Topo
Llegados a este punto podríamos preguntarnos qué ha ocurrido con el formato videoclip desde que Michael Jackson saliera por la MTV asustando a su novia y bailando con zombis en Thriller, allá por el año 1983. ¿Qué ha sucedido con ese divertido e intrascendente formato de la cultura pop que mostró al mundo los pronunciados escotes de Madonna, las fálicas guitarras de Prince o las melenas al viento de Bon Jovi? ¿Qué tendrán los video actuales que incluso el Pentágono se esfuerza for insertar su propaganda en ellos? (Illescas:2015;21)
En el presente el videoclip se ha transformado en la mercancía cultural más consumida por la juventud global, por encima de los bestsellers de la literatura juvenil, los videojuegos, los programas de TV o el cine de Hollywood. A la aparente gratuidad de su consumo, hay que sumar su inmediatez, la brevedad del metraje y el encantamiento que produce en los jóvenes dada su irresistible mezcla de música, sexo y espectáculo. Así el vídeo musical funciona no sólo como publicidad para los artistas sino (sobre todo) como cebo que atrae la atención del joven público, para que una vez frente a la pantalla, esa atención sea transformada en mercancía que venden las empresas propietarias (Universal, Sony, Warner, etc.) y difusoras (YouTube, Daily Motion, Vevo, etc.) a las empresas anunciantes (Coca-Cola, Adidas, Apple, etc.). (Illescas:2015;21)
Jamás el vídeo musical había sido consumido por un público tan numeroso ni tan internacional como en nuestros días. Las estrellas de la música con sus videos influyen poderosamente en los valores y la ideología de los jóvenes. Marcan su estilo de vida, moldeando sus prioridades, sus objetivos y sus sueños. Pero también ayudan a potenciar las fobias y a decidir lo que queda fuera de sus intereses mediante la producción del silencio comunicativo. Y por toda esa capacidad de influir en la juventud internacional el videoclip reclama la atención del poder económico y político por igual. (Illescas:2015;21)
Usted no tiene ni voz ni voto en las canciones que serán seleccionadas para inundar su vida social. Podrá elegir lo que escucha en casa, pero no lo que escucha en los espacios habitados por la mayoría. (Illescas:2015;26)
En realidad las mercancías culturales, como cualquier otro bien o servicio realizado para su venta, se producen en primer lugar no para hacer felices a las personas sino para que los empresarios que inviertan en ellas las vendan y ganen dinero. Mucho dinero. Así que la razón última que prevalece es ésta y el producto no es sino un medio para este fin. Por eso, el medio (la cultura) puede modelarse de la forma más adecuada para conseguir el objetivo único de obtener beneficios. Si en la industria musical el medio es la música y el fin es el mismo que en el resto de las empresas privadas (enriquecerse), esto significa que la razón de la industria musical, como la de cualquier otra industria privada, es la razón del capital. (Illescas:2015;26)
Y el capital, pese a lo que se suele decir, no es simplemente dinero.
El capital es una relación social entre personas medida por cosas, en la que el capitalista o propietario de los medios de producción (fábricas, máquinas, materias primas, herramientas, dinero suficiente, etc.) contrata a trabajadores por un salario, para que produzcan mercancías que serán de su propiedad y con las que mediante su venta el mercado ganará una cantidad de dinero superior a la que invirtió (ganancias). (Illescas:2015;27)
…en la quinta y última sección, compuesta también de dos capítulos, partiremos en la búsqueda de otro tipo de vídeos musicales diferentes a los dominantes, opuestos en valores y/o ideologías. Así en el capítulo trece veremos dónde se produce este flujo díscolo y con qué limitaciones cuenta en la gran industria y en la difusión internacional. También observaremos la importancia que el poder ha otorgado a la música durante siglos, centrándonos en los casos más importantes de la historia reciente, destacando las acciones punitivas que la clase dominante ha emprendido contra los artistas, cuando éstos han osado utilizar la música en defensa de los oprimidos. Tanto desde los gobiernos como desde el interior de la industria musical. (Illescas:2015;29)
En el capítulo que cierra el libro, el catorce, analizaremos la producción a contracorriente y a partir de ella viajaremos del presente al futuro posible. Así expondré los argumentos que sostienen la necesidad de crear una industria cultural contrahegemónica, para afrontar con garantías gran parte de los desafíos que enfrentamos como habitantes del planeta. Al finalizar, esbozaré una propuesta de cómo podrían ganarse la vida los artistas y cuál sería el funcionamiento de la producción y el consumo musical en una sociedad poscapitalista, socialista y democrática. Por último, señalaré resumidamente los pasos que creo necesarios para construirla. (Illescas:2015;29)
Así, mediante el control de las industrias culturales hegemónicas, esta élite de la clase burguesa internacional modela los cerebros de la juventud para que absorba valores y la ideología que la clase dominante necesita para seguir desarrollando sin excesivos problemas su sistema económico-político de explotación. Mediante la fabricación de estrellas de la música procapitalistas construyen héroes musicales que son consumidos por los adolescentes de todo el mundo, mientras tararean sus canciones, admiran y comparten sus vídeos, acuden a sus conciertos, compran su merchandising, atienden a su publicitada vida en las revistas del corazón o les siguen en las redes sociales. (Illescas:2015;31)
…la industris musical y los videoclips dominantes son parte de las industrias de la conciencia que con su producción económico-ideológica subyugan mentalmente a la juventud en todo el planeta. De esta manera la oligarquía condiciona los sueños, los valores y la ideología de los adolescentes… Consiguen que su dominación se naturalice y el modo de producción capitalista sea visto como el mejor de los posibles, cuando no el único posible. (Illescas:2015;32)