Tesis sobre Las izquierdas día 11

2. Un poquito más de apertura, un poquito menos de prejuicio

Todo sirve: La narrativa, los rituales, el silencio, la sociología (lo que sepas de ella), la historia, lo occidental, lo oriental, lo indígena, lo lejano, lo cercano, lo discreto, lo espectacular. Tu inocencia, tu perversión, tu amor, tu odio, tu coraje. Incluso tu frustración o impotencia nos pueden servir… Tus maromas, eso que haces en secreto, tu exhibicionismo, mi violencia…

Para empezar mencionaré a grandes rasgos una distinción a la que el científico Albert Hofmann ilustró como ‘mundo interior y mundo exterior’:

“Por mundo exterior se entiende todo el universo material y energético al que pertenecemos también con nuestra corporeidad.

Como mundo interior se designa la conciencia humana. La conciencia se escapa a una definición científica, pues se precisa de la conciencia para reflexionar acerca de qué sea la conciencia. Esta puede ser únicamente descrita como el centro espiritual receptivo y creativo de la personalidad humana.

Existen dos diferencias fundamentales entre mundo exterior e interior. Mientras existe un solo mundo exterior, el número de mundos interiores, espirituales, es tan grande como el número de individuos humanos. Además, la existencia del mundo exterior, material, es objetivamente demostrable, mientras que el mundo interior representa una mera experiencia espiritual subjetiva.” (Hofmann; 1997)

Hofmann es el científico que sintetizó el LSD alrededor de los 1940s. Este libro casi didáctico que publicó medio siglo después (llamado «Mundo interior, mundo exterior»), habiendo llevado una vida observadora y en extremo perceptiva, ahora me sirve para definir el límite que hay entre lo que ocurre dentro de nuestras cabezas y lo que ocurre fuera.

Esos dos mundos conviven y a veces, si no nos fijamos, podríamos confundirlos grandemente. Este fragmento de aprendizaje que que quiero plasmar es una invitación a dejar de juzgar nuestro mundo interior por las reglas del mundo exterior. Es decir, aprovechar este espacio en el que nadie nos juzga y en el que a nadie afectamos para atrevernos a voltear las cosas, tomar las que estén puestas en un lugar y colocarlas donde nos plazca. Y a partir de esa apertura, y de una conciencia constante sobre qué cosas están pasando afuera y qué cosas están pasando dentro de nosotros, quizás podremos empezar a ver el mundo de forma distinta. Y con suerte le perderemos el miedo a cuestionar estructuras que no nos hacen sentido. Y tal vez con todo el peso de nuestro mundo interior ya más claro, hasta podamos decirles ‘no, gracias’ a esas estructuras.

Tomaré un fragmento de Demian, el libro de Hermann Hesse, que en esta ocasión está a su vez citado por Racionero dentro de las Filosofías del underground, para ilustrar la ‘ética amoral’ que proponía Hesse en su literatura:

«No quiero decir que debes hacer simplemente todo lo que te pase por la cabeza. No. Pero no debes cortar y rechazar esas ideas exorcizándolas o moralizando sobre ellas. Debes tratar tus impulsos y las llamadas tentaciones con respeto y amor. Entonces te revelarán su significado, y todas ellas tienen significado… la persona que quieres eliminar no es nunca, por supuesto, el Sr. X, sino una mera excusa. Si odias a una persona, es porque odias algo en ella que está dentro de tí; lo que no es parte de nosotros, no nos inquieta» (Racionero;56)

Aquel fragmento ilustra el espíritu de una época en la que el psicoanálisis empezaba a ser del interés de muchos artistas y filósofos. Retomaré las conversaciones con el Dalai Lama, para mostrar la parte en la que los científicos que lo visitan buscan explicarle lo que ellos encuentran equivalente a ciertos conceptos del budismo en su cultura e inevitablemente llegan a Sigmund Freud:

«En mi papel como organizador, era mi responsabilidad asegurarme de que el Dalai Lama y los tibetanos tuviesen una adecuada presentación de los enfoques occidentales respecto a las zonas de penumbra del ego. El psicoanálisis ha introducido en el campo común dos ideas clave para esta reunión: la noción del inconsciente humano y sus honduras, y el papel central que desempeñan los sueños en la exploración de la psique humana» (Varela:1999;71)

Debo mencionar que Andrés estaba bastante familiarizado con el psicoanálisis, y dentro de las Izquierdas, esto se traducía como una total apertura de cada integrante a las ideas de los otros miembros de la banda. Es decir, gozábamos una especie de libre asociación , en la que, por ejemplo en la redacción de la letra de las canciones, se permitía tomar cualquier camino a fin de ver a donde nos llevaba. Ya después eligiendo lo que a los tres nos pareciera mejor:

«El método empleado por Freud para llegar a la verdad subyacente, oculta en los sueños  consistía en tomar diferentes partes del sueño y alentar a sus pacientes a emplear la asociación libre -diciendo todo lo que acudía espontáneamente a su mente -en relación con cualquiera de los elementos del sueño. La idea general era que uno entra en un estado de no-integración, abriéndose, suprimiendo el control, en que uno ya no depende de su pensar cortical, en vez de lo cual deja que ideas, percepciones, recuerdos y visiones acudan libremente, incluso cuando parecen incoherentes, desconectados o inaceptables.» (Varela:1999;83)

Es posible construir caminos novedosos e inesperados en nuestra forma de hacer arte, si tan sólo nos permitimos ver nuestras ideas y nuestros recursos con una perspectiva abierta, que muchas veces escapa de lo coherente, lo conectado y lo aceptable. Es muy diferente enunciar las cosas en voz alta, para después descubrir las frases o formulas que uno tiende a repetir. Sólo de esa manera se pueden descubrir los propios esquemas mentales y, si se requiere, transformarlos.

Una psicóloga llamada Joyce, la encargada de explicarle el psicoanálisis al Dalai Lama dice:

» ‘Eso se llama asociación libre. Como ustedes pueden ver, el único lugar en que nos permitiríamos hablar de ese modo descontrolado es en el psicoanálisis. Si lo hiciéramos en otro lugar, pronto quedaríamos sin amigos!’ Todos reímos ante la imagen de vivir nuestra vida en libre asociación, trastornando a todos con nuestra ambivalencia consciente e inconsciente.

Joyce continuó: ‘La asociación libre lo lleva a uno a expresar sentimientos e ideas que uno nunca habría querido contarle a nadie, ni siquiera a uno mismo. De este modo se obtiene cierto nivel de verdad acerca del propio ser y de la propia manera de relacionarse con otros y con la vida en general’.» (Varela:1999;84)

Ante esto puedo decir que para mí esa era gran parte de la fortuna de Las izquierdas: en el contexto creativo cualquier comentario colado y raro era muy apreciado. Esto causaría una sensación de verdad parecida a la descrita por aquella psicóloga, pero a partir de un acto creativo más que de un psicoanálisis como tal.

Alguna vez yo dije ‘Gabo es una mujer’, cantando el riff que el Panzón anónimo nos había estado tratando de introducir a Gabo y a mí durante un ensayo. De tanto repetirlo para matar el tiempo de espera de un vagón vacío en la hora pico del metro, salió la canción ‘Maratón chafarama con Las izquierdas’, en la cual ‘Gabo es un agujero’, una asociación lingüística que terminó por hacernos sentido a los tres como para incorporarla y hacer canción a partir de ella. Todo sirve: Igualmente el título del disco ‘Maratón chafarama con Las izquierdas’ surgió de un comentario a medio ensayo en el que en realidad lo estábamos haciendo muy mal todo, pero ‘eso’ quedó.

Maratón Chafarama con Las Izquierdas (hasta se siente bien decirlo) es, en efecto, un collage maratónico de lo-fi contestatario, a base de una batería, una guitarra eléctrica al volumen 11, una trompeta, alguna armónica y un tubo (sí, para pole dancing). Podríamos ponernos a hablar de las presentaciones en vivo de Las Izquierdas, donde un tipo de 1.90 hace solos mientras se columpia del tubo, una chica topless golpea la tarola con furia y un trompetista, igualmente en pelotas, eleva a nivel mítico el performance, pero mejor pasemos a hablar del disco…” (Andrés Murillo)

Revisando un libro que habla sobre la evolución musical, performática y visual de David Bowie, encontré en una parte:

«When the subject is unable to cop with his/her drives and therefore denies their existence, they are pushed into the subconscious where sooner or later they surface as a neurosis… The positive way of coping with a socially non-accepted perversion is expressing it through Art -and that is the basic Freudian explanation for so many hidden meanings in masterpieces (Devereux;322)

Esto nos recuerda lo perjudicial que resulta a largo plazo reprimirse los impulsos. Ese hecho ha sido ampliamente estudiado, pero al momento de tomar decisiones que realmente nos comprometen como, por ejemplo, el contenido de nuestra obra artística, ¿no es verdad que tendemos a reprimirnos lo que nos pueda avergonzar o nos pueda hacer ver mal? 

Es importante saber que el arte es un campo abierto. Que para su concepción, es válido explorar en formas y temas que realmente nos inquieten. Hallé en una antología del CENART sobre interdisciplina, este fragmento escrito por una de las profesoras, performancera y bailarina Pilar Urreta: 

«…lo que he propuesto, a lo largo de la exploración y la reflexión, ha sido adentrarnos en la intimidad de nuestro proceso, encontrar el centro, en origen de nuestro impulso creador, y escuchar su voz con atención y honestidad. Me parece que las palabras de Joseph Campbell vienen precisas para concluir:

Allí donde pensábamos que encontraríamos algo terrible, encontraremos un dios; allí donde pensábamos matar al otro, será nuestro propio ego el que sacrificaremos; allí donde pensábamos caminar hacia el mundo exterior, nos dirigiremos hacia el centro de nuestra propia existencia; allí donde pensábamos estar solos, estaremos con el mundo todo» (Jiménez:2005;99)

Esa es una lección que aprendí al lado de Andrés, después de ver que una idea que yo tuve y me parecía ridícula, se convirtió en una de las canciones más pegajosas de Las izquierdas: ‘Él se robó mi dinero’. Yo había hecho la canción para desahogarme una vez que se me desapareció un dinero de mi alcancía, y se la canté a Andrés. Luego ya con Las izquierdas, él le puso guitarra y mi primera reacción fue negarme por completo a integrarla al set de canciones de la banda. Cosa misma que me pasó con su idea de incorporar mi tubo de baile a los shows. Mi primera reacción fue también negarme por completo.

«Además de tocar como unas bestias venidas del averno es extremadamente divertido ver esa reapropiación del tubo que hacen Las izquierdas. El pole dance ya no es la expresión vertical del stri tease, sino un elemento tangible para expresar rabia, deseo, hambre de escenario, exhibicionismo y punkitud. Como quien dice, el tubo se convierte en un instrumento no musical importantísimo que juega un papel único en el escenario como elemento de extremo poder, un falo metálico de dos metros y medio que confronta constantemente con fantasías y roles a la audiencia» (Ali Gua Gua)

¿Cómo iba a saber que abrir mi universo a posibilidades que se me hacían ilógicas o fuera de lugar iba a provocar reflexiones de esta naturaleza? Aquel fragmento lo tomé de un texto que Ali Gua Gua publicó al poco tiempo de alternar con nosotros en el escenario del Foro Alicia.

Y justamente eso es lo interesante de abrirse a cualquier dirección que nos insinúe nuestra mente. Que muchas veces provoca que realicemos cosas que parecían imposibles. Y se puede expandir tanto que acabamos, por ejemplo, siendo multidisciplinarios, transdisciplinarios, interdisciplinarios, cuando muchas de las estructuras del mundo exterior nos dicen que incluso el sólo hecho de ser artista es lejanísimo:

«La transdisciplinariedad concierne, como el prefijo «trans» lo indica, lo que está a la vez entre las disciplinas, a través de las diferentes disciplinas y más allá de toda disciplina. Su finalidad es la comprehensión del mundo presente en el cual uno de los imperativos es la unidad del conocimiento.» (Basarab:1996;35)

Si empezamos a permitirnos tomar las direcciones que nuestra mente nos indica (ya sea basándose en su intuición o en su experiencia), tal vez lograremos acercarnos un poco más a esa unidad del conocimiento que menciona el físico Nicolescu Basabarab en su Manifiesto sobre la Transdisciplinariedad.

Por otro lado, tomo al estudioso Jorge Dalmau de la Universidad de Barcelona, quien cuestiona en un breve artículo si los diferentes modos de hacer serán disciplinas?

«La transdisciplinariedad nos habla de independencia en la forma de definir y analizar los problemas, sin respeto a los límites disciplinarios.» (Dalmau;problemática interdisciplinar)

“La interdisciplinariedad puede ser considerada como una propiedad que surge fragmentando los límites establecidos y por ello busca su propia  razón  de  ser  en  otras  disciplinas  o  campos  afines,  produciendo  una posibilidad  de  asociación  imposible  en  una  disciplina  aislada  y  que  por  lo  tanto conduce a una organización global más clarificadora y eficaz.”( Dalmau:2013;54)

Dejo por sentada la pregunta ¿lo que el mundo exterior ve como trans, ínter, o multidisciplina, será más bien la forma en la que más personas de las que creemos ven naturalmente el mundo y el conocimiento?

 

Tesis sobre Las izquierdas día 10

LA GUITARRA

«…soy el Panzón Anónimo, toco la guitarra eléctrica y bailo pole dance. Además de eso, colaboro con la composición con estos muchachos Las izquierdas, y también me llamo Andrés, aparte… esa es mi identidad secreta. Y también produzco rolas, y grabo muchos vídeos y tomo fotos» (Fragmento del show de televisión Cero Decibeles 10 de junio 2015)

Cuando Las izquierdas comenzaron, Andrés tenía 25 años de edad. El sonido que aportaba a la banda era el de la guitarra eléctrica y el de su voz. Por medio de la primera era capaz de expresar formas, texturas, ambientes e intensidades muy variadas, yendo desde lo suave y atmosférico hasta lo rápido y violento. Con su voz igualmente creaba los matices necesarios para transmitir la esencia de Las izquierdas, yendo desde coros enérgicos y entusiastas de «Liz la encueratriz» hasta la sombría voz de acompañamiento de «El hombre de las calles».

Siempre tuvo el superpoder de saber hacer canciones. Las hacía desde muy pequeño, ya que tuvo como pilares de su educación musical a los hombres de su familia, su padre y su abuelo. Ellos le mostraron las primeras cosas que supo sobre guitarra.

Su forma de componer en Las izquierdas era, en la mayoría de los casos, poner una base de guitarra, o una idea muy clara de una melodía cantada, para después guiarnos a Gabo y a mí a través de los filtros de calidad de las rimas, dejando salir su experiencia en cuanto a las frases y melodías que funcionaban y las que no.

Su paso por Las izquierdas se caracterizó por un profundo y paciente apoyo a la realización de las ideas musicales de los otros miembros, sumado a un esfuerzo sobrehumano por mantener al margen muchas de sus opiniones creativas, a fin de darle un sonido a Las izquierdas que no fuera parecido al de su proyecto principal Andy Mountains, en el que sí volcaba totalmente sus ideas e inquietudes.

Pretendo desentrañar lo único y especial del trabajo de este artista, por medio de un desmenuzamiento de las cosas que yo aprendí trabajando a su lado:

 

1. Algunos trucos budistas para performar

Ésta no es una tesis religiosa, pero me parece importante hablar de una parte del comportamiento en la que, antes de ser titulares de un oficio o dueños de una imagen pública, somos gente imperfecta que decidió seguir un determinado camino (en este caso en el mundo de las artes). Y que para cumplir con sus propias expectativas, muchas veces utiliza herramientas religiosas y filosóficas para no desistir.

«Aquel que actúa, en la expresión de Goethe, reniega de la conciencia, y también se halla desprovisto del conocimiento: olvida la mayoría de las cosas para  estar en condiciones de realizar una.» (Nietszche, Segunda consideración intempestiva)

Quizás este pedacito de texto describa bien lo que ocurre cuando se está sobre un escenario. Algunos nos volvemos tontos, se nos olvida lo que estábamos haciendo antes o lo que tenemos que hacer después. Algunos olvidamos la historia de nuestro país o la importancia de nuestro discurso personal.

Es por eso que, si se quiere llegar a ver más allá de la propia nariz, no está de más un entrenamiento constante sobre la disolución del ego, tema sobre el cual el budismo es la doctrina que más abarca. Para hablar un poco de ello tomo un pedacito del texto «Dormir, soñar, morir», que documenta una serie de reuniones del Dalai Lama con algunos científicos occidentales, ante cuyas preguntas él menciona:

«Hay estados de meditación en los que uno simplemente tiene la sensación de vacío, y al mismo tiempo uno no tiene ni siquiera un sentido sutil del ser. Aunque uno no tiene la sensación del ‘yo’ en ese momento, esto no significa que no haya un ‘yo’. (Varela:1999;68)

La meditación (que consiste principalmente en buscar no pensar en nada durante varios minutos, dejándose guiar por la conciencia en cada una de nuestras respiraciones) es la herramienta principal que se utiliza para hallarse tranquilo en el mundo en la tradición del budismo. A mí me parece interesante pensar en los momentos performáticos como una especie de meditación, durante la cual uno está permitiendo que las palabras, la música y los movimientos, de alguna forma lo atravisen. Es decir, uno lo está provocando, pero al quitarse de en medio pierde la sensación del ‘yo’ y permite que todo lo demás transcurra sin considerarse a uno mismo el elemento más importante de la escena. 

¿Pero cuál es la relación de estas bellas imágenes con el tema que nos ocupa, sobre los modos de hacer arte? Kandinsky dice:

«En primer lugar, el artista debe intentar transformar la situación reconociendo su deber frente al arte y frente a sí mismo, dejar de considerarse como señor de la situación, y hacerlo como servidor de designios más altos con unos deberes precisos, grandes y sagrados. El artista tiene que educarse y ahondar en su propia alma, cuidándola y desarrollándola para que su talento externo tenga algo que vestir y no sea, como el guante perdido de una mano desconocida, un simulacro de mano, sin sentido y vacía.» (Kandinsky:1911)

Esto nos habla, en palabras de aquel pintor, de la importancia que tiene la auto-observación y corrección espiritual en un artista. Nos deja claro que sin aquel trabajo, en realidad es imposible ‘cumplir con los deberes sagrados y grandes’. Me parece especialmente importante la perspectiva del arte como un servicio, antes que como un talento vacío. Pero quizás yo busco, antes de hablar de cuestiones tan elevadas como ‘lo sagrado’, reconocer en una situación concreta cómo nos puede ayudar ‘el truco’ de disolver el ego. Y para esto tomo un fragmento del texto ‘Efortless mastery’, escrito por el músico estadounidense de jazz Kenny Werner:

«As I said before, trying to sound good is a reflex. The ego is like an involuntary muscle. You wish you weren’t so self-absorbed, but you just can’t help it. And your self-absorption doesn’t necessarily manifest itself in most obvious ways. For example, you may think you’re humble because you put yourself down all the time, but you’re still caught up in ego because you have to be self-centered in the extreme to feel that bad about yourself! The taming of the mind, the dissolution of the ego and the letting go of all your fears can only evolve through patient practice… As you do this, you become aware of other «space» «. (Werner:75)

Este «espacio» del que Werner habla parece la posición ideal en la que podríamos sentirnos estando sobre un escenario o llevando a cabo un show. Y acceder a él al final sí es una cuestión de domar a la mente, para ser capaces de continuar con nuestro buen servicio (de show) sin que lo detengan nuestras propias reacciones a cualquier elemento externo o interno. Se trata de un equilibrio muy delicado que, sin embargo, cuando se halla, hace mucho más fluidos los momentos performáticos (entendiendo el performar como ejecutar o actuar), ya que nos quita de encima tanto lo que nos crece como lo que nos disminuye, dejándonos del justo tamaño. Podría ilustrar ese pensamiento con un fragmentito que encontré en una antología de textos filosóficos/religiosos hecha por Aldous Huxley en 1945:

«La humildad no consiste en ocultar nuestros talentos y virtudes, en considerarnos peores y más ordinarios de lo que somos, sino en poseer un claro conocimiento de todo lo que falta en nosotros y en no exaltarnos por lo que tenemos. Lacordaire» (Huxley:Filosofía perenne;172)

Pero, estas charlas de moralidad ¿a qué nos llevan en el contexto del performer y del artista? Nietszche dice:

«He aquí una ley universal: lo viviente sólo puede tornarse sano, fuerte y fértil dentro de un horizonte determinado; de ser incapaz de trazar un horizonte en derredor suyo o, por el contrario, de ser demasiado centrado en sí mismo para poder incorporar a la visión ajena una perspectiva propia, lo vivo languidece y se lanza, con indiferencia o con fervor, a su propio declive. La alegría, la buena conciencia, la acción entusiasmada, la confianza en lo venidero, todo ello depende, en cada cual como en un pueblo… de saber olvidar y recordar en el momento justo» (Nietszche, Segunda consideración intempestiva)

Tomo de esto la importancia de permanecer atento y saber cambiar de posición de acuerdo a lo que se requiere de nosotros en los diferentes momentos. El performance, o cualquier arte performativo (que yo ubico sobretodo en las formas de hacer arte que exigen que el cuerpo esté presente y actuando durante la presentación final de la obra) tienen exigencias hacia el artista que involucran su corporalidad, su concentración puntual y su conciencia del momento irrepetible que constituye cada una de sus presentaciones. Tomaré a Bachelard:

«… el tiempo sólo tiene una realidad, la del instante. En otras palabras, el tiempo es una realidad afianzada en el instante y suspendida entre dos nadas. No hay duda de que el tiempo podrá renacer, pero antes tendrá que morir. No podrá transportar su ser de uno a otro instante para hacer de él una duración. (Bachelard:1987;13)

Eso todos lo sabemos, pero no está de más enunciarlo de vez en cuando. 

Tiempo después del final de Las izquierdas, encontré un texto que escribió el mismo Andrés con respecto a su manera de performar:

«Creo que he encontrado una manera todoterreno de cantar mis canciones…. para ser performer tienes que generar una soledad… una soledad habitable, deconstruible… El set de canciones se vuelve una casa habitable, un inmueble vacío donde voy colocando sonidos y movimientos, y su atención y su mirada, aunque sea por un momento es mía. Es costo es: estar completamente ahí.

Todos los días es un entrenamiento para el acto performático… lo que busco es que la interpretación también tenga un grado de indeterminación y espontaneidad, esquivando el terror de los escenarios: El automatismo…

Lo más vergonzoso que me ha pasado en el escenario ha sido haber estado ahí, pero sin estar presente. Sin entrega, a medias, dejándome llevar por el miedo o el disimulo» (Acosta, en http://www.andymountains.com/2016/02/andy-mountains-drag-show)

Este fragmento refleja esa inquietud que nuestro ‘Panzón anónimo’ de Las izquierdas tenía y que, podría decirse, se veía reflejado incluso en el esclarecedor seudónimo que él mismo se asignó a modo de facilitar aquella operación de la disolución del ego. 

«El poder emocional de la banda [Las izquierdas], causa un efecto adrenalínico y frenético, ya que cada uno de los tres integrantes de dicha banda comprenden y saben estar en un tiempo, espacio y circunstancia en el acto para con loes espectadores… estos elementos componen su materia natural, dentro de un escenario.» (Diego Guevara de Rodriguez, músico)

Este ejercicio paulatino de «disolver el ego», tendrá consecuencias en varios aspectos del trabajo: éste podrá ser flexible ante el azar, las críticas positivas y negativas quedarán como un referente más que como un asunto personal y, finalmente, nos hará más resistentes ante cualquier tipo de fracaso o cualquier tipo de éxito.

 

 

Tesis sobre Las izquierdas día 9

Capítulo 2: ¿Quiénes son esos muchachitos?

 

17 de diciembre de 2016

Llevo dos semanas encerrada en el mismo cuarto. Aquí dispuse un sillón, la computadora, una bocina para escuchar música, y paredes de pizarrón limpias, listas para ayudarme a aclarar con la mayor precisión posible la utilidad de este segundo capítulo.

La variedad de textos que he estado revisando, va desde la filosofía hasta los manuales de música, pasando por entrevistas a cómicos de la televisión y los mismos textos que se escribieron sobre Las izquierdas cuando aún eran una banda activa.

Ahora que ya no lo son y que yo, uno de los miembros, sigue aquí, viva y con intenciones de seguir su camino de músico y artista visual, pero aún con una gran cantidad de preguntas que oscilan entre el «¿Qué pasó?» y el «¿Qué aprendí?», veo que este capítulo se trata exactamente de eso: de desentrañar las acciones emprendidas, el trabajo hecho y destilar de eso una serie de modos de crear, tanto los que yo aporté como los que me regalaron mis compañeros de banda.

«Un hombre que desea comprender el mundo mira en torno suyo en busca de un indicio para su comprensión. Se fija en algún área de hechos de sentido común y trata de ver si no puede comprender otras áreas en términos de esa. El área original deviene entonces su analogía básica o metáfora raíz. Él describe lo mejor que puede las características de esta área o, si usted quiere, ‘discrimina su estructura’. Una lista de sus características estructurales se convierte en conceptos básicos de explicación y descripción.» (Turner;3)

No puedo decir que yo sé qué estaban pensando Andrés y Gabo durante el curso de Las izquierdas, y mucho menos hablar por ellos o tratar de definir sus métodos de creación y de trabajo, pero sí puedo ordenar las cosas que aprendí de cada uno en torno a mi propia vida y a mi forma de pensar. Este capítulo trata de eso: una recopilación de filosofías que desembocan en la salida material de una producción de música, de imágenes o de shows. Recopilación hecha con la intención de sentar las bases de mi propio trabajo multimedial, habiendo pensado y balanceado lo vivido, aceptándolo no como una fórmula para alcanzar el éxito, sino como preguntas a considerar siempre que desée emprender un nuevo proyecto artístico en mi vida.

 

Tesis sobre Las izquierdas día 8

ARTAUD

«Cuando te das cuenta que es tu amigo quien te da la mano, entonces para vos no existe ni el miedo ni el dolor ni el frío» (Superchería, por Pescado Rabioso, canción 1973)

Corrían mis 26 años. La cosa iba bien, habíamos encontrado entre los tres un ritmo de trabajo que nos llevó a producir el disco, a tocar  cada vez mejor. Volvimos a los escenarios una segunda vez en Casa Gomorra. Y volvimos a compartir la noche con Diana J. Torres y su performance pornoterrorista.

Luego comenzamos a hacer playeras de la banda, a afinar el logo, detalles de ese tipo. Y las cosas se empezaron a mover mucho más rápido.

 

27 de abril 2016

Alterno lecturas. Unas son bastante coloquiales, como México Punk y la Teoría King Kong y Pornoterrorismo y Guaraches de ante azul y The art of asking. Disfruto mucho leerlas porque me identifico con ellas, las recibo de forma muy amigable. Pero siento que no llenan totalmente la ‘parte académica’ que se exige para que una tesis sea tesis. Y ese pensamiento me lleva a meterme, con mi concreto objetivo que crear el mito de Las izquierdas, en textos más complicados, que piensan y repiensan conceptos. Y la verdad requiero de una extrema lucidez para aproximarme a ellos, para no tener que releer la misma página diez veces para entender o lograr ponerle atención.

Y me topo con la agradable sorpresa de que esta vez es diferente. Regreso a todos los textos que leí completos o incompletos a lo largo de la carrera de Artes Visuales, que van de temas como a Teoría de la comunicación, hasta el origen e intensiones del arte a lo largo de los periodos de la historia. Es como si hubiera estado ejercitando un músculo que ya siento más fuerte.

Creo que el tiempo, la experiencia y haber cursado todas aquellas clases a lo largo de los años me ha transformado. Ahora veo todos esos textos a la luz de mis propios proyectos, ¡y eso es una fortuna! Nunca más me sentiré encerrada en la tarea de encontrarle relaciones a los teóricos entre ellos sin que intervenga mi lógica propia y mis experiencias.

Encontré mi voz, y es directa, indiscreta y un tanto magra. Pero es mía, y me la he ganado. He cultivado mi izquierda:

«Las palabras y expresiones que implican conceptos de derecha e izquierda abundan en nuestro lenguaje y en nuestro pensamiento. La mano derecha (y por lo tanto también el hemisferio izquierdo) está fuertemente asociada con lo que es bueno, justo, moral, adecuado. La mano izquierda (y por tanto, el hemisferio derecho) se relaciona con conceptos anárquicos y sentimientos que están fuera de control consciente, a veces malos, inmorales o peligrosos.» (Edwards:2000:32)

Eso es lo que se lee en el libro ‘Aprender a dibujar con el lado derecho del cerebro’, que cuenta con varios ejercicios para arriesgarse a soltar el control que nuestras manos derechas sienten que tienen sobre ‘los resultados visibles’ si es que somos diestros.

«Con sus clases seriadas, verbales y numéricas, los colegios a los que todos hemos asistido no podrán enseñarnos el modo de conocimiento del hemisferio derecho. Después de todo, este hemisferio no tiene muy buen control verbal. No se puede razonar con él. No se le puede hacer que diga algo lógico, tal como <<esto es bueno y esto es malo, por las razones a, b y c>>. Es izquierdoso, siniestro, zurdo con lo que implican todas estas palabras. No se le dan bien las secuencias: empezar por el principio, dar el siguiente paso y luego el siguiente. Él empieza en cualquier parte o lo hace todo a la vez. Además, el hemisferio derecho no tiene un buen sentido del tiempo y no parece comprender lo que se entiende por <<perder el tiempo>>… El hemisferio derecho no vale para clasificar ni para poner nombres. Parece considerar las cosas tal como son en el momento presente, con toda su fascinante complejidad. No sirve para analizar ni para abstraer las características más salientes» (Edwards:2000;36)

E inevitablemente arrivo al texto sobre Las vanguardias artísticas que conocí al entrar en la carrera, un libro de Mario de Micheli que, además de explicar el proceso histórico de la pintura y de su evolución, funciona como un compilado de los manifiestos de grupos artísticos que se crearon a principios del siglo XX y, entre ellos, hallo al DADÁ, esa forma de anti-arte que tanto ha marcado los criterios desde que se dio a conocer en 1918:

«Yo destruyo los cajones del cerebro y los de la organización social: desmoralizar por doquier y arrojar la mano del cielo  al infierno, los ojos del infierno al cielo, restablecer la rueda fecunda de un circo universal en las potencias reales y en la fantasía individual.

La filosofía, he ahí el problema: por qué lado hay que empezar a mirar la vida, Dios, la idea y cualquier otra cosa. Todo lo que se ve es falso. Yo no creo que el resultado negativo sea más importante que la elección entre el dulce y las cerezas como postre. El modo de mirar con rapidez la otra cara de una cosa para imponer directamente la propia opinión se llama dialéctica, o sea, el modo de regatear el espíritu de las patatas fritas bailando a su alrededor la danza del método.» (De Micheli:1979;262)

Habiendo visto que la constancia y la corrección eran el camino de Las izquierdas, Andrés fundó los ‘martes mediáticos con Las izquierdas’, que consistían en subir material audiovisual al Internet cada semana, podían ser vídeos, fotos o dibujos. El Gabo abrió un tumblr para las fotos y un bandcamp para alojar ahí las canciones del disco una vez que ya estuvieron listas. Yo fundé lasizquierdas.com, porque estaba interesada en organizar nuestra historia y fotos de la banda. Comencé a subir los flyers de los toquines que habíamos tenido para reseñarlos todos.

De cada toquín salían los planes de los siguientes. Y empezamos a tener varios shows al mes. Muchas veces en los eventos más dispares. El tubo, nuestro nombre y nuestro show nos ponían en contacto con gente de muy diversos intereses y, de igual forma, nos alejaban rotundamente de otros espacios, como los ‘bares de bandas’. Nuestro montaje era demasiado complicado y, al parecer, nosotros éramos demasiado demandantes al requerir tomar todo el espacio escénico y montarlo como quisiéramos, a fin de poder compartirlo con las chicas y chicos que desearan bailar o se interesaran en deambular alrededor del tubo.

Despertamos el interés en algunos periodistas de medios independientes. De ellos recibimos mucho material fotográfico y algunas heroicas y reflexivas reseñas.

Comenzábamos a ver los frutos de nuestro trabajo y a reflejarnos en esos escritos y en los rostros contentos, a veces sorprendidos, a veces encendidos o inquietos por saber cuál era esa forma de ver el mundo que estábamos publicitando y compartiendo en nuestro proyecto.

Fuimos congruentes todo el tiempo. Entre nosotros no había mentiras o segundas intenciones que salieran a flote.

Así como el Panzón anónimo y Gabo Salvaje eran los especialistas en armar la parte sonora de los toquines (organizar amplificadores, cables, micrófono y demás), Mery fue la especialista en el tubo. Tenía que elegir cuál de los que tenía sería el más adecuado para cada ocasión, o reclutar a alguna de sus amigas para que bailara, o incluso conocer nuevas personas que quisieran subir al escenario y llenar esos momentos de tubo.

Los tres teníamos un compromiso y gusto grandes por hacer crecer nuestro proyecto y por darlo a conocer a todo el que se nos acercara. De alguna forma, depositamos en ciegamente nuestro trabajo en Las izquierdas, sin ninguna garantía institucional u oficial.

Depositar el trabajo en una causa cuyo nombre acabas de inventar con tus amigos. Lo nombras y luego trabajas en torno a eso. Le entrega tu vida, lo construyes, le quitas aditamentos, le pones otros, creas reglas, quitas prohibiciones, lo ensalzas con características, lo vives…

Como grupo de personas, logramos que todas las decisiones sobre el rumbo y las actividades de la banda se tomaran en conjunto. Juntos decidimos paso a paso cómo queríamos hacer el disco, la publicidad, qué toquines queríamos aceptar y cuáles otros no. Incluso decidíamos juntos qué fotos subiríamos al facebook que manteníamos diligentemente.

Como ya dije en la introducción, estudiar la carrera de Artes Visuales te brinda la posibilidad de observarte a ti mismo de forma externa, como un elemento más que integra la composición visual de la existencia. Y, como elemento visual, también te fundes con los fondos y te dejas, entonces, de preocupar por minucias. Te comienzas a preocupar por tu funcionamiento interno.

Puede que me equivoque, pero como Orozco, el muralista, dijo en algún momento:

«No importan las equivocaciones ni las exageraciones. Lo que vale es el valor de pensar en voz alta, decir las cosas tal como se sienten en el momento en que se dicen. Ser lo suficientemente temerario para proclamar lo que uno cree es la verdad sin importar las consecuencias y caiga quien cayere. Si fuera uno a esperar tener la verdad absoluta en la mano o sería un necio o se volvería uno mudo para siempre. El mundo se detendría en su marcha» (Fernández:1955;54)

 

DREAMS

«All my life is changing everyday, in every possible way. And all my dreams is never quite as it seems, never quite as it seems» (Dreams, por The Cranberries, canción 1993)

 

A Las izquierdas nos gustaba tener amigos presentes en todo lo que hacíamos. Nos gustaba que estuvieran en nuestros ensayos, que nos ayudaran a tomar fotos, a tomar vídeos, que comieran con nosotros, que fiestearan con nosotros, etc.

Los ensayos fueron la mayor parte del tiempo en mi casa. Así que si yo tenía alguna visita, dado que mi casa era un cuartito de 3×3, la visita tenía que estar presente en el ensayo.

En una ocasión nos encargaron hacer una canción en francés para un largometraje. Mi amiga Elena estaba de visita en mi casa y, durante el ensayo yo aún no podía tocar la batería y cantarla al mismo tiempo. Le pedimos a ella que tocara la batería como le saliera mientras yo cantaba. Le salió salvaje y hasta rompió mis baquetas.

Titulamos a esa canción Elena de Troya.

Bolívar Echeverría, respetadísimo teórico y profesor de las teorías marxistas también aplicadas al arte, escribió en su ensayo «De la academia a la bohemia y más allá», sobre los primeros pasos de las vanguardias artísticas, es decir la época impresionista de la pintura:

«..son artistas que parecen rechazar la posición de poder desde la que el artista convierte el mundo en simple «modelo» de sus reproducciones y hace del público un simple espectador o receptor pasivo de las mismas. Que además parecen dudar profundamente de que una obra de arte pueda cerrarse o concluirse jamás mientras haya alguien -aunque sea el mismo pero en otro momento- que aún ha disfrutado de ella.

Para ellos, la obra de arte se hace con el fin de vivir en el mundo de una manera especial, y no con el de dominarlo. Por esta razón ella es sobre todo algo más que un producto que el «creador» ha alcanzado y que entrega al «espectador»; salta por encima de la separación de funciones entre emisor y receptor. Está hecha para quedar siempre «inconclusa», pues éste último, que es quien en verdad la completa, nunca termina de ser un receptor diferente.» (Echeverría)

Gran parte de las canciones de Las izquierdas tenían aquel tinte en su inspiración. A mí me parecían regalos que le estábamos haciendo a los amigos que mencionábamos en las canciones. No encontraba mejor motivo o temática para hacer canciones con Las izquierdas, que el poder divertirnos y sentirnos totalmente involucrados con nuestro material.

Unos meses después de haber titulado Elena de Troya a nuestra canción, salir a tocarla, e incluso contar con la misma Elena bailando en el tubo durante nuestros toquines, Elena falleció muy inesperadamente.

¿Cómo es el tiempo, y cómo es el arte? Que te permite congelar momentos de tu existencia, de tu geografía, de tu temporalidad.

Si te atreves a tomar el momento y plasmarlo en tu producción, si abrazas el accidente y la espontaneidad, cuando pasa el tiempo el arte te golpea en la cara y te recuerda que la vida es sólo una. Te da el regalo de la reminiscencia. Te transporta a estadíos diferentes al presente. Donde eres más joven, o más feliz, o te faltaba descubrir otras miles de cosas.

Marcus, el crítico musical que con su escrito sobre los Sex Pistols ya se volvió mi amigo, me hizo pensar en eso:

«La sorpresa transmitida por las demandas de la música hace que sea sorprendente el hecho de que algo tan aparentemente consumado pudiera, finalmente, pasar casi desapercibido en el mundo de los acontecimientos. <<Esto no estaba sucediendo realmente.>> La música busca cambiar la vida; la vida sigue; la música queda atrás; eso es lo que queda para que podamos hablar de ello.» (Marcus:1993;11)

Las izquierdas queríamos hacer muchas cosas. Pero a la vez ya habíamos logrado todo lo que nos habíamos propuesto al principio. Estábamos en el proceso de imprimir las cajas de los discos con todos los detalles de dibujo, de grabado, de imágenes y de letras que le habíamos querido poner. Y nos surgieron nuevas inquietudes musicales. Yo quería cantar más melódicamente.

Habíamos celebrado 3 años de estar juntos con una fiesta que fue muy exitosa. Ahí comenzamos a intercalar bailes de tubo con bandas que tocaban.

La verdad es que desde que me topé con la muerte de mi amiga, mi energía en Las izquierdas cambió. Deseaba expresar mi tristeza más que mi enojo o mi energía festiva. El mundo se expandió para mí, me surgieron ganas también de cantar sobre el amor y las ganas de vivir. Comenzamos a hacer tres o cuatro canciones nuevas. Y sólo una llegamos a hacer que funcionara en vivo, se llamaba ‘Jefa’ y era una canción gritada, iracunda.

Ya habíamos sacado toda la ira, todo lo que nos encendía política y socialmente. Ya nos habíamos lanzado a hacer las cosas guiados por nuestras intuiciones, a darles la forma que estaba a nuestro alcance, ya habíamos desahogado nuestras imaginaciones juntos.

Al igual que yo al escribir este primer capítulo comencé casi declarándome en contra de los teóricos, y me lancé a escribirlo a mi modo. Usé un formato que me hiciera fluir en la escritura, usando fragmentos de tiempo presente, y ya tuve charlas con pensadores vivos y muertos como si fueran mis amigos.

Pero la energía de la rabia se agota y surgen nuevas preguntas, que se alejan del cómo hacer y se acercan más al ¿qué hago con esto? ¿A dónde lo llevo? ¿Soy capaz de hacer algo más que revelarme? ¿Soy capaz de proponer? ¿Me voy a atrever a seguir con mi camino de irracionalidad y contracultura? ¿Qué sigue para mí? ¿Qué hay más allá del umbral de la acción, que ya crucé?

«Con la Segunda Guerra Mundial y la destrucción de Europa por el nazismo y sus vencedores, las vanguardias del «arte moderno» completaron su ciclo de vida. El nervio «revolucionario» que las llevó a sus aventuras admirables se había secado junto con el fracaso del comunismo y el fin de toda una primera «época de actualidad de la revolución». (Echeverría;23)

«es interesante adviertir que el giro vanguardista de hace cien años, que recondujo al arte al ámbito desquician de la existencia festiva, no ha podido ser anulado y que hoy en día una extendida «estilización salvaje» de la vida cotidiana, practicada por artistas y público improvisados, ajenos al mundo de las «Bellas Artes de Festival», parece indicar que, pese a todo, no todo está perdido» (Echeverría:24)

Algo así pasó con Las izquierdas. Estábamos muy tranquilos y muy ubicados en lo que habíamos hecho con el disco, en lo que estábamos haciendo con los toquines, en la respuesta de todo el público a nuestras propuestas alternativas de fiesta que incluían al tubo y shows de strip-tease como parte esencial. Habíamos logrado, como explica Bolívar Echeverría, hacer nuestro arte en el contexto de la fiesta:

«Las vanguardias del «arte moderno», proponen un vuelco o giro de 180 grados en el télos del arte: de perseguir el conocer placentero  de una apropiación cognoscitiva inmediata en la representación del mundo pasan a buscar simulacros del mundo capaces de provocar un desquiciamiento gozoso de la presencia aparentemente natural del mismo. Más radicalmente, se trata de un vuelco o giro que trae consigo la propuesta de una re-definición de la esencia del arte, de una reubicación de su pertenencia dentro del conjunto de la existencia humana: de tener el arte su matriz en el comportamiento social de la reproducción pragmática debe pasar a tenerla en un orden completamente diferente, el comportamiento del dispendio festivo.» (Echeverría)

Y surgieron nuevos sueños y nuevas preguntas, ¿Debemos ir al norte o debemos ir al sur? ¿Qué queremos hacer?

 

EL ÚLTIMO POLVO

«Quiero darte una despedida que recuerdes toda la vida, y esta noche he venido tan solo a que nos demos el último polvo. Quizá parezca pedir demasiado, ya sé que tú también lo has deseado, y si mañana se termina todo, será después de nuestro último polvo. (El último polvo, Caramelos de Cianuro, canción 2003)

La cosa con los tríos es que crean una energía muy transparente. Como los tres son cercanos entre ellos, nadie puede esconderse detrás de nadie. Y eso es maldición y es bendición: cuando uno crece, crecen todos, pero cuando uno de los tres se desinteresa, el asunto se desmorona.

El fin de Las izquierdas fue abrupto. Y fue un encadenamiento de muchas circunstancias. Ninguna de ellas escandalosas, ni dramáticas. Creo que fue una dispersión de energía, una disminución del compromiso tan intenso que había.

Lo cierto es, que durante la historia de Las izquierdas, se apagaba intermitentemente el interés, a veces de Gabo, a veces de Andrés. Pero yo, Mery, me había colocado en el papel de ‘la incondicional’ en la banda. Yo lo declaré muchas veces sin vergüenza ni ningún problema: las izquierdas eran mi vida.

¿y qué pasó entonces?

Pues se me rompió el corazón y yo, la piedra angular, perdí el interés en poner más energía en este trío. Se volvió estéril para mí. Tuve que replegarme, retirarme para sanar mi corazón decepcionado y desilusionado, a fin de poder renovar mi amor y mi energía para el futuro.

Creo que Las izquierdas fueron para los tres integrantes una semilla que nunca va a salir de nosotros, que nos acompañará en nuestros nuevos proyectos y emprendimientos. Puede que no haya sido perfecto, pero creo que los tres dimos la totalidad de lo que éramos en ese momento como entes creativos.

Espero poder lograr un libro que transmita la esencia de la amistad de Las izquierdas. Espero poder exponer el por qué de muchas decisiones que tomamos (grabar el disco por nuestros propios medios; rechazar alguna oportunidad; hacer el tumblr; hacer la página de Las izquierdas, hacer los martes mediáticos, cambiarle la letra a Abuso de autoridad, bautizar Elena de Troya a una canción, usar la foto que usamos de portada del disco, hacer los booklets como los hicimos, llevar el tubo, comprar un tubo nuevo, masterizar el disco como lo hicimos, tatuarnos, leer el I Ching, tocar después de las épocas más tristes, usar tangones, contestar una entrevista de Play Boy totalmente entre los tres, etc.), subrayando el hecho de que todas las decisiones se basaban en que los tres estuviéramos felices y las sintiéramos. Espero transmitir esto como una forma de trabajar muy efectiva, que se gobierna por las necesidades de los que trabajan, no de los que compran el producto o de agún tipo de pratrocinador.

Espero que en conjunto las fotos y los textos transmitan la fuerza que tenían Las izquierdas. Y que comprueben mi teoría de que esa fuerza se debe, en gran parte, a nuestra forma de tomar las decisiones conjuntamente y a nuestra comunicación constante acerca de ‘todos los asuntos’, e incluso también a nuestra costumbre de celebrar logros con pizza, o acompañarnos en mudanzas, funerales y muy diversas situaciones.

Espero transmitir el orgullo y el cariño que siento por el proyecto de Las izquierdas, de forma que el libro se convierta en una referencia para ‘El panzón anónimo’, ‘Gabo Salvaje’ y ‘Mery Buda’ sobre un fenómeno que ocurrió en nuestras vidas al mismo tiempo y con la misma intensidad.

Espero poner de manifiesto que un sentido de comunidad le da mucho más contenido e interés al trabajo, que la realización de proyectos a solas. La compañía, la discusión, el conocimiento acerca del otro, y dejarte conocer, el abrazar las distintas personalidades y formas de crear, es completamente enriquecedor y vale la pena arriesgarse a rupturas de corazón u otro tipo de accidentes al tabajar en equipo con personar que tengan valores e ideas sociales comunes.

«Art was not an individual but a collective production… Primitive society meant a dense, close-knit form of collectivism. Nothing was more terrible than to be cast out of collective and to remain alone. Separation of the individual from the group or the tribe meant death; the collective meant life and the content of life. Art in all its forms – language, dance, rhythmic chants, magic ceremonies – was the social activity par excellence, common to all and raising all men above nature and the animal world. Art was never wholly lost this collective, even long after the primitive collective had broken down and been replaced by a society of classes and individuals.» (Fischer:1963;38)

Para hacer esta tesis guardo todo lo visual que me estorbe. Llevo meses construyendo a medias mi futuro. Cada vez logro más deshacerme de la sensación de nostalgia y de extrañar. Y más aún, la de pensar que no podré llegar a sentir lo mismo en el futuro con mis próximos proyectos artísticos y musicales. Por eso guardo todo y decido brindarle los últimos meses de trabajo a Las izquierdas. Es mi último polvo con ellos. La última vez que pienso en ellos como mis hermanos y los hombres de mi vida.

Las izquierdas ocupan mis paredes una vez más, mis pensamientos. Pero esta vez es distinto. Ya no trabajo pidiéndole al universo que se realicen acciones a futuro. Hago este libro esperando que sea suficiente para poder acordarme en el futuro de quien fui. Y esperando captar la esencia de lo que aprendí de Las izquierdas para mi vida y mi formación profesional. No es casualidad que se cierre mi licenciatura con este trabajo, porque Las izquierdas fueron escuela al mostrarme el reflejo de la eficiencia y valor de mi trabajo.

«¿Cómo es recibido el mito?… Según ponga la atención en uno y otro (sentido o forma) o en los dos a la vez, producirá tres tipos diferentes de lectura… Las dos primeras maneras de situarse son de orden estático, analítico; destruyen el mito, ya sea pregonando su intención, ya sea desenmascarándola. La primera es cínica, la segunda es desmitificante. La tercera forma es dinámica, consume el mito según los fines propios de su estructura: el lector vive el mito a la manera de una historia a la vez verdadera e irreal.» (Barthes:2010;222)

 

 

 

 

Tesis sobre Las izquierdas día 7

PODEMOS SER HÉROES, UN DÍA NADA MÁS

«Yo, sería el rey. Y tú, serías la reina. Y nada, nos separaría. Seremos nosotros, un día nada más. Podemos ser héroes, un día nada más» (Héroes, por Parálisis permanente, canción, 1981)

Alguna vez leí en textos de psicología (que no puedo citar porque no recuerdo para nada de qué textos se trataba) sobre un fenómeno conocido como ‘primacía y regencia’, según el cual lo que más recuerda una persona de cualquier situación, es lo primero que se le presenta y lo último. Lo demás parece un cúmulo de acontecimientos que, más que contener detalles, están envueltos por una sensación que los colorea, que predomina.

Esto lo digo porque no puedo rememorar a detalle (aunque así lo deseo) lo que pasó en cierto periodo de la historia de Las izquierdas. Pero sé que hubo un suicidio de por medio. Y luego del suicidio hubo actos de supervivencia constante, de esfuerzo por curarnos los tres de una oscuridad que se nos había presentado en la cara y de la que no teníamos idea: Gabo había albergado en su interior el dibujo sublimado de la muerte.

En esa época, después del primer y segundo toquín con tubo, Las izquierdas alternábamos los toquines, a veces con tubo, a veces sin tubo, dependiendo del lugar a donde fuéramos, de las características físicas del lugar, el alto del techo, el material del piso, el escenario.

El último que hicimos sin tubo fue uno realizado el mismo día en que dejaron salir a Gabo del psiquiátrico al que lo habían metido por su intento ‘gracias a Dios’ fallido.

Trato de identificar la sensación de heroísmo de aquellos momentos. Supongo que se trata de la parte de la narración en la que entran las verdaderas adversidades, el superar obstáculos: ¿quiénes eran estos tres que, cuando eran llamados a tocar, debían llegar horas antes para colocar su tubo? ¿por qué lo hacían? ¿qué los impulsaba a hacerlo una y otra vez, aunque algunas veces fuera sumamente complicado incluso hacer llegar el tubo?

 

4 de mayo 2016

En este sumergirme una vez más en textos sobre arte, a fin de explicar y justificar esta tesis, hallo a Ernst Fischer con su texto ‘La necesidad del arte’. Me llama la atención, de primer vistazo, una parte que habla sobre el teatro de Bertolt Bretch, donde menciona que el mismo Bretch expresaba que su arte era para entrenar a las audiencias a hacer lo mismo que los personajes de la obra lograban. Si el personaje encontraba liberación, el público podía seguir su ejemplo:

«Our theatre must encourage the thrill of comprehension and train people in the pleasure of changing reality. Our audiences must not only hear how Prometheus was set free, but also train themselves in the pleasure of freeing him. They must be taught to feel, in our theatre, all the satisfaction and enjoyment felt by the inventor and the discoverer, all the triumph felt by the liberator.» (Fischer:1963;10)

Esto me recuerda también una parte del famoso ‘Héroe de las mil caras’ de Joseph Campbell, que habla sobre la construcción de mitos a partir de un ‘camino del héroe’ que tiene una estructura parecida en muchas partes diferentes del tiempo y del espacio a lo largo de la eternidad: dice que el héroe regresa a la sociedad para compartir su hazaña, para enseñar a los demás. A mí me suena como propagar un virus, solo que con buenas intenciones.

Después de aquel incidente que nos gustaba llamar de forma humorística «De Fray Bernardino al Bombay» (Fray Bernardino: hospital psiquiátrico, Bombay: bar en Garibaldi), Las izquierdas desaparecimos aproximadamente nueve meses de los escenarios: había que reconstruirnos, replantearnos.

Así, con desánimo y confusión, seguimos. Nos hicimos de rituales que nos ayudaran a trabajar sin cuestionamientos. Incluso preguntamos al I ching para tomarnos muy en serio el presagio: había que ser constantes y corregirnos: Evitamos, con la fuerza de nuestras entrañas, cancelar cualquiera de los ensayos que teníamos en martes de cada semana. Aceptamos muchas de nuestras fallas a fin de corregirlas a fondo. Gabo se preguntó cosas que le provocaron saltar una barrera dolorosa, y Andrés y yo lo vimos muy de cerca. Empezamos a querer ser mejores, ver nuestras potencias realizadas, conocernos en nuestras mejores condiciones, en nuestra mejor forma en todos los aspectos.

Tomo esta cita de un libro que analiza el arte que hacen el pueblo mexicano huichol, que se conoce por su alta ritualidad desde tiempos inmemoriales:

«El ritual se ha analizado como un medio para convertir las normas obligatorias de la sociedad en los deseos del individuo, de crear sentimiento socializados de transformar status, de lograr curas efectivas a males individuales y colectivos, para representar escenas míticas en la acción social o bien para reintegrar grupos sociales moribundos» (Chamorro:2007;58)

En ese tiempo Las izquierdas empezamos a grabar el disco. Materialmente nos hicimos del equipo necesario para poder hacerlo. Yo empecé a hacer gimnasia diariamente, Andrés se hizo zapatista, Gabo decidió entrar en psicoanálisis. Empezamos a pasar mucho más tiempo juntos fuera de los ensayos. Tiempo de amigos, de hermanitos: tatuarnos, perforarnos entre nosotros, salir a trotar, comer pizza, pasar juntos las festividades familiares, conseguir y cocinar masa sin transgénicos, darnos amor, cosas así. Y empezamos a repetir, y repetir, y repetir…

«Turning something into a ritual eliminates the question, Why am I doing this (Tharp:2003), nos dice la bailarina y coreógrafa Twyla Tharp en su libro ‘The creative habit’, donde habla de sus métodos personales para aprovechar el tiempo y seguir bailando y creando danzas.

Así consolidamos el nombre de Las izquierdas como la pura presencia de nosotros tres, aún sin presentarnos a tocar en público: Yendo juntos a todos lados, ideando nuevas cosas que haríamos. Empezamos a configurar el arte del disco, planeando que yo dibujaría y Gabo diseñaría. Incluso empezamos a imaginar un video musical. También nos pusimos a tomar clases de Pole dance una vez a la semana, los tres juntos.

En ese momento encontré una real motivación para hacer dibujos en la escuela. Quería ilustrar cada una de nuestras canciones, crear personajes a partir de nosotros tres.

Hay una parte de ‘La necesidad del arte’ que habla de que en principio, el arte servía de alguna forma para darle poder al ser humano:

«And yet, in creating art, he found for himself a real way of increasing his power and enriching his life. The frenzied tribal dances before a hunt really did increase the tribe’s sense of power; war paint and war cries really did make the warrior more resolute and were apt to terrify the enemy. Cave paintings of animal really helped to builduo the hunter’s sense of security and superiority over his prey. Religious ceremonies with their strict conventions really helped instil social experience in every member of a tribe and to make every individual part of the collective body. Man… was greatly helped in his development by magic (Fischer:1963;36)

¿Sería ese mi afán de plasmarnos juntos en dibujo una y otra vez? ¿Estaría yo buscando que nos empoderaráramos como banda, que nos sientiéramos siempre parte de una colectividad? Desde que aprendí a dibujar, me di cuenta de que tenía en mis manos el poder de vivir cualquier cosa que deseara. Podía hacer magia. Dibujar algo es ponerlo en el universo, hacerlo existir.

 

24 de abril 2016

Después de varios meses de dejar reposar mi proceso de la tesis, la retomé la semana pasada con toda la intención de terminarla lo más pronto posible.

Se siente como una bomba en mis manos, que si no lanzo pronto, se quedará inservible ahí, o quizás me explotará en la cara, dejándome imposibilitada para emprender nuevas cosas en el futuro.

Las otras dos tesis que había intentado (la primera sobre Psicodelia y arte huichol, y la segunda sobre Diseño de tatuajes) se sentían totalmente diferentes: cada vez que me sentaba a escribirlas, tenía que forzar el tema. De alguna manera sentía que me estaba inventando datos, postulados sobre asuntos que no conocía a profundidad, colores y dibujos que no había experimentado. No sentía ninguna autoridad para hablar sobre el tema.

Y esta vez es diferente. Mientras reconstruyo la historia de Las izquierdas y trato de darle un orden a los acontecimientos de mi memoria, me resurgen exactamente las mismas sensaciones y sentimientos que tuve mientras ocurría todo. Es tan vívido que, después de siete meses de la desaparición de Las izquierdas, sigo riendo y llorando al evocar anécdotas. Con la misma intesidad, o más.

Hoy conocí a este nuevo autor, Greil Marcus, quien escribió en los ochentas un libro llamado «Rastros de carmín» que trata, principalmente, acerca del impacto que fueron los Sex Pistols para él y para el mundo. Es un crítico de la música que escribe artículos para diversas publicaciones, entre ellas Rolling Stone.

Me recorró un poco a esta investigación e intento de mitificar a mi banda, por cómo habla apasionadamente acerca de sus viajes a bibliotecas y fuentes de datos en las que buscaba explicaciones para poder poner en palabras ‘la sensación’, el fenómeno que movió a la industria musical en los 70’s con la juventud, letras energía y violencia de los Sex Pistols:

«A medida que intentaba seguir esta narración -los personajes se intercambiaban las ropas hasta que yo abandonaba mi intento de inmovilizarlos-, lo que más me asombraba eran sus espacioes en blanco y esos momentos en que la historia recupera de algún modo la voz que había perdido… Con la promesa de que Potlateh conocía un método para salir de este callejón sin salida, el publicista de la IL hablaba de los fragmentos aún vigentes de los cuchillos surrealistas y de las bombas dadá; ahora tengo la impresión de que la Internacional Letrista (unos cuantos jóvenes que durante unos pocos años se reunieron bajo ese nombre en busca de un método para divertirse, para cambiar el mundo) era en sí misma una bomba, inadvertida en su época, que explotaría décadas más tarde en forma de <<Anarchy in the U.K.>> y <<Holidays in the Sun>> (Marcus:1993;31)

Regreso a Campbell para que su ‘Héroe de las mil caras’ me guíe en la confección de este mito de Las izquierdas:

«Como veremos, la aventura del héroe, ya sea presentada con las vastas, casi oceánicas imágenes del Oriente, o en las vigorosas narraciones de los griegos, o en las majestuosas leyendas de la Biblia, normalmente sigue el modelo de… una separación del mundo, la penetración a alguna fuente de poder, y un regreso a la vida para vivirla con más sentido» (Campbell:1959)

Esta aventura del héroes también se conecta con lo que dice Amanda Palmer sobre el quehacer artístico que, según su concepción, consiste en tres etapas:

«Collecting the dots. Then connecting them. And the sharing the connections with those around you. This is how a creaive human works.» (Palmer:2014)

«All artists connect the dots differently. We all start off wuth all these live, fresh ingredients that are recognizable from the reality of ou experiences (a heartbreak, a finger, a parent, an eyeball, a glass of wine) and we throw them in the Art Blend» (Palmer:2014)

Comenzamos a llevar el tubo a todos lados. Y nos hicimos héroes de un descaro muy trabajado. Llevamos a las casas y a los centros culturales un descaro que parecía una casualidad del momento. Un cinismo que no estaba pensado para burlarse del público, sino para invitarlos a la inocencia. Sabíamos que éramos exhibicionistas, y trabajamos para lograr que nuestro exhibicionisno cupiera como apoyo para la música, que fuera casi imperceptible, innecesario e inesperado, y que ayudara a hacer más grande la energía que manteníamos entre los tres durante los shows, y la que manteníamos con el público.

Fuimos héroes de sentirnos cómodos vestido o desnudos, solos o acompañados, aceptados o rechazados, siendo el centro de atención o totalmente ignorados. Fuimos héroes de llevarnos íntegros a donde nos invitaran, de no fingirnos mejores o peores. Fuimos héroes de verdaderamente esforzarnos para ser mejores. Héroes de la congruencia entre acciones y pensamientos. O por lo menos eso intentamos hasta el final.

Aquellas líneas de Marcus sobre la Internacional Letrista: ‘El método para divertirse, para cambiar el mundo’, me da impulso a pensar que las pequeñas asociaciones de personas pueden tener implicaciones impredecibles en el futuro.

No lo puedo negar: hay cierto grado de incomodidad en el hecho de estar escribiendo mi propia historia como un hecho relevante para la humanidad. No es cómo do parecer engreida, a la medida de comparar a Las izquierdas con fenómenos internacionales que influyeron a millones de personas… Pero me arriesgo: solamente es una humilde tesis. Y este tema es el único que me ha calado a tal profundidad que no he perdido el hilo de la investigación: mis ideas se siguen hilando sin dificultad con las de filósofos, teóricos del arte, músicos, etc. Y eso me indica que esta tesis se sostiene.

Además, una parte de mí se burla de que usualmente la historia esté escrita desde Estados Unido y Europa. Así que ¿no es esto lo que me corresponde? Y por eso, contra toda la vergüeza malinchista que puedo tener, me atrevo a afirmar que esta historia nuestra, mexicana, es importante.

«algunos objetos se convierten en presa de la palabra mítica durante un tiempo, luego desaparecen y otros ocupan su lugar, acceden al mito. ¿No existen objetos fatalmente sugestivos, como decía Baudelaire refiriéndose a la mujer? No, no lo creo. Se pueden concebir mitos muy antiguos, pero no hay mitos eternos. Puesto que la historia humana es la que hace pasar lo real al estado del habla, sólo ella regula la vida y la muerte del mensaje mítico.. el mito es un habla elegida por la historia: no surge de la ‘naturaleza’ de las cosas.» (Barthes:2010;200)

Yo pongo así, como mito, a Las izquierdas, para que no desaparezcan en el mar mexicano de las ‘cosas que no ocurrieron’ porque nadie se atrevió a legitimarlas a la espera de que alguien más lo hiciera.

 

 

 

Tesis sobre Las izquierdas día 6

¿DÓNDE COMPRASTE ESOS ZAPATOS?

“¿Dónde compraste esos zapatos? Zapatos rojos, y esa falda tan pequeña?… Princesa, princesa, esa sonrisa, esos labios rojos” (Princesa de media noche, Los Negretes, canción 2008)

Yo comencé a bailar en un congal un poco antes de cumplir los 19 años. Todavía no entraba a la licenciatura de artista visual.

Cuando uno es una persona cualquiera, anónima, normal, deambulante… la desnudez espanta. Casi cumplo en estos días diez años desde la primera vez que me encueré en público… Fue en un bar, trabajando de desnudista stripper. Lo disfruté mucho desde la primera vez que lo hice. Intuí, ahora lo sé, que el cuerpo era un arma muy cabrona con la que contaba. ¿Un arma para qué? En ese entonces para ganar dinero. Tenía un cuerpecito que gustaba a los hombres y a las mujeres, sabía moverlo al ritmo de la música que me energizara y, sobre todo, estaba dispuesta a enseñarlo sin vergüenza alguna. Más bien con orgullo, con cierto juego, con erotismo. A esa edad, por supuesto que ninguno de mis familiares reaccionó bien ante el conocimiento de que su pequeña apenas mayor de edad, se hallaba en lejanas latitudes desnudándose en frente de señores. Pero durante todo ese proceso, yo sentía que lo estaba ejecutando todo con elegancia.

El teibol me parecía un lugar impregnado de magia, un tanto sórdida, pero magia al fin. ¿Por qué? Todavia no lo puedo explicar con precisión. Quizás porque viviendo en la ciudad durante toda mi vida, estaba apegada a las reglas de vestimenta dictadas por la situación social: no poder salir a la calle con ombliguera o falda corta, o simple falda, sin que los callejeros reaccionen chiflándote, gritándote majaderías, o lanzándote las miradas más asquerosamente lascivas e indeseadas por tí. Me pareció un paraíso estar rodeada de mujeres tan cómodas, tan naturalmente desnudas o semidesnudas. Me hallé de inmediato. Me gustaba pasar los días de trabajo entre esta interminable variedad de chichis y nalgas, y cinturas, y caras, y cabellos… tan diferentes unos de otros. Pero creo que lo que más me gustaba era darme cuenta de que al quitarme la ropa en los camerinos, yo también tenía mis armas: mis chichis, nalgas, cintura, cara, cabello, mi ser. Me gustaba darme cuenta de que me camuflajeaba entre esta variedad. Percatarme de que, de hecho, mi cuerpo les evocaba respeto a las demás chicas.

Y la magia se daba entonces cuando, cada noche, todas nosotras aportábamos en el preciso momento de cada una, lo que nuestros cuerpos, la música que escogíamos, nuestra particular cadencia, los colores de nuestra ropa, nuestros peinados, zapatos y pasos de baile tenían que decir.

Yo hubiera sido mucho más feliz en esas situaciones si de hecho no hubiera tenido que trabajar (buscando fichar o vender bailes privados) y sólo bailara en mi turno para el resto de la noche quedarme sentada viendo todos y cada uno de los shows. Siempre soñé con ser tan valiente y tan habilidosa como para sacar mi libretita de dibujo en medio del teibol dance y bocetearlas a ellas, captarlas… Tengo en mi imaginario mental como cien cuerpos tan distintos unos de los otros, y las respectivas rolas para acompañarlos…

Pero desde que empecé esa chamba y durante muchos años, todo esto eran experiencias que podía compartir plenamente con pocas personas. Solamente con las amigas que había hecho dentro de los teibols y con las que yo invité a trabajar conmigo podían entender lo que estábamos viendo, lo que estaba pasando.

La Mery ‘real’, la que estudiaba Artes Visuales y convivía con todos los que no eran desnudistas, soñaba frecuentemente con imágenes de las noches de trabajo recolectadas en su memoria, y deseaba grandemente poder explicar, transmitir el ambiente, la libertad tan extraña que le brindaban aquellos sitios.

 

27 de enero 2016

A la par de echarme la literatura clásica sobre la contracultura, me pongo también al corriente sobre lo que se dice en los libros acerca de encuerarse. Especialmente sobre bailar en un tubo y hacer shows sobre esa acción.

El libro que hojeo, devoro y leo como un refuerzo a mi sola experiencia se llama ‘Striptease: the untold story of the girlie show’. En uno de sus párrafos introductorios, habla del strip-tease como un ‘cerca de ser’. La palabra ‘tease’ es un indicador de un juego entre el performer y el espectador. En él, el performer tiene siempre el control y decisión de lo que puede o no hacer con su ropa.

“I think of this as the principle of “near.” For most of its history, striptease was never exactly prostitution, but it was “near” prostitution. It was not pornography, but “near” pornography, not exactly about the consummation of the sexual act, but about its “near” consummation… This tension made many Americans uncomfortable.” (Schteir:2005;5)

Hacer la cuenta de los años que llevo encuerándome en todo tipo de escenarios me evoca bastante tiempo. Y dado que siempre fue de lado, lejano a lo real, puedo decir que  de ahí deriva gran parte de mi sensación de outsider, contracultural y hasta marginal en un cierto sentido. Una parte de mi ser nunca encajará en la convencionalidad y ‘carácter familiar’ de la vida.

Muy oportunamente, hallo que Roland Barthes agregó el Strip-tease a su catálogo de mitos en el libro ‘Mitologías’:

“El strip-tease está fundado en una contradicción: desexualiza a la mujer en el mismo momento en que la desnuda. Podríamos decir, por lo tanto, que se trata, en cierto sentido, de una espectáculo del miedo, o más bien del “Me das miedo”, como si el erotismo dejara en el ambiente una especie de delicioso terror, como si fuera suficiente anunciar los signos rituales del erotismo para provocar, a la vez, la idea de sexo y de conjuración.” (Barthes:2010;152)

Y con estas lecturas automáticamente pienso en el Punk, en el empoderamiento del performer. Leo la poca parte escrita de este otro libro sobre punk. Se llama ‘Punk Press’ y consiste principalmente en un compendio de imágenes de fanzines, flyers y demás material visual de 1968 a 1980 en el punk angloparlante. En una parte habla así de Iggy Pop:

“Iggy Pop – the first punk?… In concert, Iggy Pop made up for his deficiencies in the vocal department with nonstop phenomenal energy. He performed naked in a dog collar, rolled in broken glass, and walked on spectators’ heads…were the central creative impulse for the punk movement in 1969”. (Bernière:2013;214)

Echar mano de todo lo que uno es, lo que uno sabe hacer. A cada palabra me parece más válido, más interesante.

Las izquierdas tuvimos más o menos tres o cuatro toquines en los que salíamos con poca ropa, pero sin romper con ninguna regla de las buenas costumbres, es decir, enseñar mis pezones, nuestras nalgas, sus penes o mi vagina. Incluso durante en primer toquín con tubo, en Guanajuato, yo no me quité el top. Había definido que mi personaje Mery Buda se vestiría siempre de shorts y top, pero no estaba muy segura de que estuviera permitido mostrarme, con una banda y no en un teibol, en tanga o topless. Eran terrenos muy amplios en los que nos estábamos iniciando.

Mucho influyó en estas reflexiones la primera vez que tocamos en Casa Gomorra. Era cumpleaños de la videoasta Miroslava Tovar, a quien había conocido yo en las clases de la ENAP. No estoy muy segura de si fue la concurrencia o la libertad que exudaba el lugar la que hizo que fuera natural mostrarme topless y tocar en tanga. No recuerdo ningún momento de difícil decisión al quitarme la ropa. Creo que la decisión ya la había tomado en el momento de elegir las piezas de ropa que llevaría para tocar, desde la capa última hasta los calzones… Cuando uno se pone una tanga así para salir a tocar, sabe que la va a utilizar, que la va a mostrar.

Y tuve que quitarme de la mente lo que Amanda Palmer llama ‘La policía del fraude’. Ya no había vuelta atrás. Esto seríamos Las izquierdas por el resto de nuestra existencia.

El toquín transcurrió lleno de energía. Los tres nos quedamos en calzones.

Mientras tocaba, sentía que esto era atemporal, que ya lo había hecho en el pasado y que así tenía que tocar siempre. Era la manera, lo primitivo, lo energético eso que vivíamos. No sólo estábamos prácticamente desnudos, sino que teníamos en nuestras manos los instrumentos musicales que mantenían vivo el ambiente de ese momento. Era una magia nueva. Una magia desconocida para mí. No era el teibol, era, de hecho, algo más grande. Yo era mujer menos erótica pero más empoderada.

Las fotos que existen de Las izquierdas son para mí un documento invaluable. Ilustran, a mis ojos, no sólo la vida de Las izquierdas como banda, sino que además me dejan ver quién había sido yo durante tanto tiempo, visto desde fuera. Además con el agregado de que ahora no sólo era desnudista, sino ¡que también fungía como músico!

Casa Gomorra nos acogió perfectamente y nosotros nos sentimos muy contentos de haber estado ahí. Pero esta Casa/galería/estudio/foro/espacio independiente autogestivo, ¿De dónde salió? ¿a qué se deberá que existieran lugares como este? En el caso de Gomorra, siendo un lugar habitado por artistas, se ha dado como un paso natural de su convivencia y trabajo, el armar eventos, foros, exposiciones y el tipo de fiestas en las que tocaban Las izquierdas ahí en su propia casa. Resulta muy conveniente poder utilizar el domicilio como plataforma de los proyectos propios y de los de otros artistas.

Aunque la pregunta nos podría transportar también a Nueva York en las décadas de los 60’s, 70’s y 80’s, como bien lo ilustra ‘The Downtown Book’, libro que se enfoca en los cambios que hubo en el mundo del arte durante esos años:

«This period, beginning… in the late 1960s and early ’70s, and runnig through the mid-1980s, can be considered the Big Bang whence the ideas, the visuals, and the values of contemporary art of the following decade would emerge… It was a time when the entire art-making process was reconfigured by artists eager to infuse their work with investigative energy and to change the function of art to reflect experience.» (Marvin:2006;97)

«Conceptual art, and performance art, which was its corollary, had essentially cleared the marketplace of goods for sale, and artists stayed away from traditional galleries and museums of principle. They performed on rooftops, in vacant parking lots, or in warehouses turned studio-cum-rudimentary-habitat.» (Marvin:2008;98)

De alguna forma, este proceso de sacar a las artes visuales a las casas y otros espacios, es comparable en el mundo del rockanroll, con lo que pasó en México con los hoyos fonkis. Estos se buscaron como un espacio alternativo una vez que, después del festival de Avándaro, se cerraron las puertas de los foros oficiales a los grupos que pudieran causar auténticos y peligrosos cambios en la mente de su público.

Quizás lo especial de la época actual en México, es la convivencia que se está dando entre artistas de muchas disciplinas, no sólo como amigos o conocidos, sino como colaboradores.

Las izquierdas crecimos bastante cuando empezamos a integrarnos tocando en eventos que involucraban performance, conferencias, exposiciones de dibujo, foros feministas y demás actividades que van más allá de la sola música.

 

22 de abril de 2016

Me echo en una hora, antes de dormir, las generalidades del libro «México punk», escrito de forma colectiva por varios vendedores, coleccionistas y punks activos del tianguis del Chopo. El libro llegó a mis manos porque el mismo Gabo me lo pasó ahora que estoy escribiendo la tesis.

Empieza con el planteamiento de los orígenes del punk (la palabra punk, el look punk, la música punk) en Inglaterra y en Estados Unidos durante los setentas. Pero la verdadera gran aportación de este libro es el detalle y escrutinio con el que cuenta los procesos de transformación del punk a lo largo de las décadas pasadas en territorios latinoamericanos y, sobretodo, mexicanos. El punk es algo más callejero que los fenómenos del arte y la vanguardia, y de alguna forma más salvaje en su búsqueda:

«El Punk muchas veces manipulado e interpretado por los medios de comunicación como una moda juvenil carente de políticas internas y trascendencia es, en realidad, y lejos de la mira de las masas una contracultura con sus propios medios de comunicación y sobrevivencia (fanzines, programas de radio, películas independientes, movimientos ecologistas, de reivindicación de los derechos de minorías sexuales y étnicas, sellos discográficos, una ética e incluso con un lenguaje propio) echó raíces de forma inusitada y profunda en México, alterando dramáticamente el paisaje de las periferias de la ciudad, transformando la cotidianidad de la capital con elementos contraculturales que iban desde la forma de vestir hasta en la forma del comportamiento que hasta ese momento había logrado imponer la sociedad mexicana. Si bien es cierto que el punk llegó a nuestro país a través de jóvenes de clase media que lo tomaron como una moda más, también es cierto que quienes le dieron su real sentido fue la ‘banda’, esa banda que surgida en las colonias proletarias, que se reunía en las esquinas de cualquier calle de su barrio para cotorrear… comenzaron a decir ‘Aquí estamos, somos los jóvenes que ustedes han ignorado no tenemos espacios donde divertirnos no tenemos oportunidades de empleo, por lo cual la calle es nuestro espacio, nuestro club social, donde podemos reunirnos para convivir.» (Detor:2011;12)

Ya dicho de esa forma, podemos asociar este pensamiento con cualquier espacio improvisado, inventado, adaptado que se use para actividades sociales y artísticas. Fundar pequeños espacios autogestivos es la forma de enseñar tu trabajo, de compartirlo sin intermediarios.

La verdad es que la música de Las izquierdas era escandalosa, y estaba concebida para lugares ruidosos y enérgicos.  Era punk.

El punk, el punk… una gasolina muy específica si te sientes inclinado hacia él. Yo lo identifico como frenesí, velocidad, energía que no se puede asimilar mientras está ocurriendo. El punk no deja espacio en el pensamiento para otra cosa que no sea el mismo punk, y su ruido, su rabia. Su historia fundacional está ubicada, casi en todos los textos, en la historia de los Sex Pistols.

Ellos no fueron los primeros punks, pero su fuerte campaña mediática fue lo que metió al punk en la televisión. José Agustín, un constante cronista mexicano del rockanroll y la subcultura de la ciudad describe así el surgimiento del punk:

«El grupo, que McLaren (un pseudopintor y fundador de una tienda antimoda llamada Sex que se llenó de ‘chavos jodidos’ que ahí se sentían a gusto) bautizó como los Sex Pistols, empezó a cobrar notoriedad por ruidoso y por el salvajismo, la violencia, las atrocidades y asquerosidades que hacían en escena… los nuevos grupos ingleses creían que el rock había caído en absoluta decadencia y corrupción… y por tanto optaron por un rock desnudo, básico, rápido, violento y agresivo, sin adornos, sin solos… con delgadísimas líneas melódicas y letras demoledoras… Por lo general las canciones eran breves y explosivas. En cierta forma recordaban un poco los rocanrolitos de los cincuenta. Sólo que sin candor ni humor y con una visión bárbara de la vida.» (Agustín:2007;101)

Se me hace interesante y cercano a mi tesis un detalle muy específico sobre el surgimiento de los Sex Pistols: esta banda salió a los escenarios en los 70’s con un plan mediático profundamente pensado. No eran su música y su letras lo único que escandalizó y atrajo a aquellas generaciones, sino el agregado de un planteamiento visual muy definido, tanto en su ropa como en sus carteles y diseños. Además, muchas de las ideas que tuvo Malcolm McLaren, su manager y fundador, fueron tomadas de una parte anterior de la historia contracultural, el Situacionismo que desembocó en el mayo francés de 1968, con Guy Debord como uno de sus pensadores más comprometidos.

Las disciplinas del arte y las tendencias del pensamiento no han estado realmente separadas en ningún momento de la historia. Constantemente tienen influencia unas sobre las otras. Y muchas veces brotan en generaciones más jóvenes cuando se cree que las ideas ya se han extinguido o desaparecido. Ernst Fischer, en ‘La necesidad del arte’, lo pone de esta manera:

We should never underestimate the degree of continuity throughout the class struggle… Like the world itself, the history of mankind is not only a contradictory discontinuum but also a continuum. Ancient, apparently long-forgotten things are preserved within us, continue to work upon us – often without our realizing it – and then, suddenly, they come to the surface and speak to us» (Fischer:1963;12)

En el caso de Las izquierdas, descubro que cargamos con dos bagajes que nos marcan, el de la stripper y el del punk. Ambas energías surgen de una incomodidad cotidiana y de la exploración que provoca un resultado un tanto crudo y retador. Tengo entre mis lecturas a Virginia Despentes, que en su ‘Teoría King Kong’ narra la primera ocasión en que se hizo prostituta oficial, con vestuario:

«La primera vez que salgo en minifalda con tacones altos. La revolución depende de unos cuantos accesorios… Tú no has cambiado en nada, pero algo fuera de tí se ha desplazado y ya nada es como antes. Ni las mujeres ni los hombres. Sin que estés segura de que te guste o no ese cambio, de comprender todas sus consecuencias. Cuando las norteamericanas hablan de sus experiencias como <<trabajadoras sexuales>> les gusta emplear el término <<empowerment>> y empoderamiento, un subidón de poder.» (Despentes:2012;62)

Y me parece digno de resaltar el término empoderamiento en el libro Punk Press, puesto en el contexto del punk en los 70’s:

«It’s now called empowerment, but at that time it was just the overwhelming sensation that if you has something to say, you should say it there and then. There was no time to lose. No hesitation. This burning need to communicate was given rocket fuel by punk rock, a noisy, speedy, violent pop culture produced out of scarcity: The form matched the content and the content matched the form, Punk’s focus was narrowly intense, and it transmitted into a galvanizing energy.» (Bernière:2013;6)

¿Serán estos dos elementos los que hicieron a Las izquierdas escénicamente tan poderosas?

Lo característico del punk en el contexto de las contraculturas, es que buscó ganar dinero (en el caso de los Sex Pistols específicamente) a base de mostrar descaradamente y en voz muy alta, un rechazo hacia el mismo sistema económico y social al que pretendía lanzarse mediáticamente. El punk no tiene revés. Se sabe atrapado en un mundo económico que no le gusta y tiene conciencia de su pequeño tamaño y poco poder para ‘destruirlo’.

Esto le otorga un aura muy humana, muy directa hacia el público que asiste a los toquines. Como si todos se supieran defectuosos y se unieran en esa cualidad. Por lo menos así se hizo mi manera de tocar la batería. Era un vértigo constante de que se me estaba escapando el ritmo. Pero de la misma euforia y energía compartida, el ritmo se quedaba milagrosamente conmigo durante los dos minutos que duraba la canción.

El punk y la putería te quitan a ‘la policía del fraude’ de encima:

«Una mujer con estilo de puta le interesa a casi todo el mundo. Me había convertido en un juguete gigante. En todo caso, lo que estaba claro es que yo podía hacer este trabajo. Finalmente, no era necesario se una megabomba sexual, ni conocer secretos técnicos inimaginables para convertirse en una mujer fatal… bastaba con jugar el juego. El juego de la feminidad. Y nadie podía decirte <<cuidado, es una impostora>>, porque no lo era, no más que cualquier otra.» (Despentes:2012;63)

«Las guitarras se convirtieron en fusiles contra la opresión y aburrimiento, ellos tenían mucho que manifestar y para eso no hacía falta tener una voz privilegiada sino todo lo contrario, una voz que escupiera verdades… En los garajes empezaron a escuchar ruidos extraños, los chicos no tenían ni tiempo ni dinero para aprender lo que la sociedad decía que debía saberse para empuñar un instrumento, pero eso no importaba el momento de la Revolución había llegado… El punk emergía sintetizando el ruido urbano, reproduciendo con la imagen y la música el salvajismo de la ciudad y la crisis social… ¿Y cuál era la idea? Pensar y ser tú mismo y no tomarlo que la sociedad te da. Crear tus propias reglas y vivir tu propia vida.» (Detor:2011;22)

 

20 de abril 2016

Investigar seriamente sobre el punk es lo menos punk que he hecho. Se siente ligeramente incongruente. Tengo la sensación de querer categorizar y sistematizar un fenómeno que nació y floreció escapando de esos dos verbos.

El mito de Las izquierdas ya se va armando, lo siento.

 

 

Tesis sobre Las izquierdas día 5

Introducción

Desde que Las izquierdas estábamos juntas como banda, tocando, me confeccioné un cuaderno donde pudiera teorizar acerca de lo que estaba pasando con nosotros. Después de cada toquín y experiencia nueva que teníamos en las noches, despertaba con la necesidad de hablar todo el día siguiente de los detalles. Quería entender qué habíamos hecho para provocar ciertas reacciones al público y a veces trataba de entender lo que ellos nos habían hecho a nosotros durante el show. Entonces, al percatarme de que nadie le seguiría el ritmo a mi exhaustiva charla sobre lo que había acontecido, pensé en obtener mi título de Licenciada en Artes Visuales con una tesis sobre música. Porque me daba cuenta de que el trabajo que estábamos haciendo Las izquierdas involucraba mucho más que música. Cargaba connotaciones de sexo, de liberación, de planeaciones mediáticas, de producción de imágenes, de trabajo comunitario, de filosofía, de arte. Y pensé que podría explicarle al mundo lo que nos estaba pasando, al mismo tiempo que me lo explicaba a mí.

Mi nombre es Mery. Las izquierdas son una agrupación musical que existió en La Ciudad de México desde el año 2012 hasta el año 2015. Dentro de la banda integrada por tres personas (incluyéndome), yo fungía como baterista, cantante, bailadora de tubo, pintora, dibujante, diseñadora web, etc.; Gabo fungía como armoniquista, trompetista, voz principal, bailador de tubo, diseñador de todo tipo de mercancía y publicidad incluyendo el disco, etc.; Andrés se ocupaba de la guitarra, de composición musical, bailar en el tubo, hacer vídeos, etc. Es decir, los tres teníamos roles multimediales, interdisciplinarios dentro del trabajo cuya forma última era de show en fiestas y celebraciones.

Espero que al escribir esta tesis pueda transmitir un modo de ver el mundo que descubrí después al trabajar junto con ellos dos, un modo de arribar a mi lado creativo atacándolo por el lado irracional, por mi libre y desenvuelto lado izquierdo. Para esto, planeo estructurarla en forma de dos narraciones que convivirán a lo largo del escrito: la primera es la de la historia de la banda, y la segunda es sobre el mismo proceso que estoy teniendo al elaborar una tesis, que es otro trabajo creativo bastante complejo.

Al meditar sobre mis motivaciones para realizar una escrito de esta naturaleza, llegué a la conclusión de que hay cinco cosas que espero de la realización de este trabajo:

  1. Sentar las bases de mi quehacer profesional como una artista visual que requiere de lo multimedial para encontrar su expresión. Espero que esta tesis me ayude a comprender la estructura de mi forma y metodología de trabajo. Quisiera usarla como arma para no volver a avergonzarme del compromiso que tengo con varias disciplinas artísticas al mismo tiempo; sino al contrario, aprender a sacarle provecho a estas cualidades de artista ‘interdisciplinario’. Dejar atrás el viejo proverbio ‘El que mucho abarca poco aprieta’ y declarar que planeo continuar con este camino de implicar en la producción musical, elementos que lo apoyen tales como el dibujo, la escritura y la acrobacia.
  2. Elaborar un compendio físico de las fotografías que atestiguaron el curso de la historia de Las izquierdas. Espero con esto que queden como un documento público y accesible sobre este fragmento de tiempo y espacio donde tuvimos nuestra existencia. Un documento de la época y de los espacios y personas involucrados en diversas actividades culturales, o más bien contraculturales.
  3. Abrir un espacio para exponer los trabajos de Arte visual que elaboré en torno a Las izquierdas a lo largo de su historia. Espero darle salida y una presentación adecuada a muchos trabajos de grabado, dibujo y pintura que quedaron solamente para el disfrute de la banda y no tuvieron ningún otro tipo de difusión.
  4. Aprender a contar una historia. Espero que, dándole uso a las múltiples herramientas comunicativas, logre descubrir y manejar las estructuras subyacentes a los mensajes escritos. Espero desarrollar una narrativa que haga sentir involucrado al lector. Usar lo anecdótico para ilustrar teorías generales.
  5. Abrir, como en un segundo aire, el canal de distribución del disco ‘Maratón chafarama con Las izquierdas’, que se logró durante los últimos meses de la historia de Las izquierdas y, cuyas copias se hallan repartidas entre los tres integrantes.

 

¿Y por qué a cualquiera le interesaría leer esto que escribo?

¿Se trata, acaso, de una presunción de la chingonería que es ser un artista que se mueve entre la música, las pinturas, los grabados y los bailarines cómodamente, sin miedo ni envidia ni juicios al trabajo de los demás? Quizás. Quizás quiero presumir que tuve un sueño y que ignoré todos los consejos sobre lo imposible que era, y alentar a quienes así se sienten en torno a la vida, como sin definición, a buscar hacer todo lo que sueñan aunque les tome años. Vale la pena

Mi trabajo tiene como eje la historia de la banda, por lo que se podría considerar que no va con la carrera de Artes Visuales. Pero desde mi punto de vista, yo no me hubiera atrevido a aprender música de la forma en la que lo estoy haciendo (a base de intuiciones, imágenes y riesgos más que con un riguroso estudio académico del solfeo y demás divisiones que existen en el estudio de la música oficial) si no hubiera cursado la carrera de Artes Visuales, que expandió totalmente mi panorama sobre el andar que tienen los hombres sobre la tierra en sus respectivos turnos, y sobre lo que dejan atrás cuando de ella se van.

Gracias a las enseñanzas sobre el lenguaje visual y sobre los fenómenos sociales y cotidianos que se pueden modificar desde el arte, me di cuenta de mi pequeña proporción con respecto al mundo, y de que realmente a nadie le importa si yo toco o no perfectamente. Pude ver, también, que la comunicación de la música también tiene su parte visual, especialmente cuando se trata de una ‘banda de rock’, o más bien una ‘banda de punk chafarama’ en el caso de Las izquierdas.

La música es un arte independiente, sin duda alguna: la belleza de los sonidos basta para embelesar, hacer reflexionar o transmitir energía a los que escuchan. Entonces, ¿cuál es la necesidad de apoyarla con trabajo visual? Supongo que se trata de lanzar al público el mensaje desde varios flancos.  Si se tiene la capacidad de darle intención no sólo a la música, sino también al mensaje visual, ¿por qué no hacerlo?

Según mi experiencia, la peculiaridad de ser artista visual y fungir también como músico de la banda, es que de alguna forma se tiene desarrollada la capacidad de verse a uno mismo desde afuera, como si fuese parte de una composición. Y esta parte, como músico, otorga la libertad de jugar con muchos elementos visuales alrededor y sobre uno, a sabiendas de que es un experimento visual más que atentar contra tu integridad. Es decir, al manejar el lenguaje visual desarrollas la conciencia de que tú también eres una imagen.

En el caso de Las izquierdas, éramos a veces demasiado visuales. Yo disfrutaba mucho planear de alguna manera el escenario que presentaríamos como banda. No tanto llenándolo de elementos, sino limpiándolo de ruido visual que estorbara a nuestra presentación. Me gustaba pensar el escenario como una composición con fondo, donde nosotros debíamos ser las figuras principales y nuestro letrero ‘Las izquierdas’ enmarcara toda la escena.

Además de las características de elaborar material visual como dibujos y grabados y letreros para la banda, otra parte importante de este trabajo es acentuar la retroalimentación que nos dio la fotografía de nuestra propia experiencia. Al igual que el trabajo de otros artistas que nos rodeó y nutrió el nuestro.

Ordeno, junto cosas. Agrupo objetos si siento que pertenecen a un mismo sector de mi conocimiento. Trato de pensar en lo que se va a grabar en la mente del espectador…

Tesis sobre Las izquierdas día 4

GLORIA TREVI

“Creo que ya  es tiempo de ir con el psiquiatra, bom bom bom bom” (Doctor Psiquiatra, por Gloria Trevi, canción, 1989)

Yo estaba en el cuarto, a solas, ensayando la parte de la batería para el siguiente ensayo de Las izquierdas. Nuestro primero toquín no me había salido nada bien. Todo lo que había sentido era miedo.

Me pregunté si las cosas saldrían mejor si yo sacaba a relucir en Las izquierdas todo lo que yo era. Me configuré como un personaje que usaría sobre el escenario la ropa de vedette que ya llevaba algún tiempo guardada entre mis cosas. Empecé a practicar tocar de pie la batería, no sentada. Le puse Mery Buda de nombre a mi personaje. Imaginé mil frases con las que me defendería de los gañanes que me insultaran o alburearan cuando saliera vestida así a tocar.

La música mejoró, se volvió más enérgica.

 

24 de febrero de 2016

He descansado unos cuantos días de la específica lectura de asuntos sobre la contracultura. Me he puesto, por otro lado, a leer sobre tips y recomendaciones músicos que ya han tenido éxito, rockstars que yo admire.

Me encontré, entonces, con este libro, ‘The art of asking’, que escribió la cantante, compositora y performer de los Dresden Dolls, Amanda Palmer. El planteamiento principal de su libro es la relación que hay entre el dinero y los artistas. Contando su historia, llega a la conclusión de que muchos artistas sienten miedo de cobrar por su trabajo, ya que piensan que es una especie de engaño cobrar por hacer algo que amas. Y habla de la ‘policía del fraude’ como una sensación de que en cualquier momento el pùblico, espectador o lector va a descubrir que nuestro quehacer es una mentira:

“We’ve been watching you, and we have evidence that you have NO IDEA WHAT YOU’RE DOING… you are guilty of making shit up as you go along, you do not actually deserve your job, we are taking everything away and we are TELLING EVERYBODY.” (Palmer:2014)

En mi caso con Las izquierdas, me costó varios toquines el aceptar que realmente estaba tocando la batería. Aunque no hubiera estudiado para eso, lo estaba haciendo y eso era contundente.

“There’s no “correct path” to becoming a real artist. You might think you’ll gain legitimacy by going to art school, getting published, getting signed to a record label. But it’s all bullshit, and it’s all in your head. You’re an artist when you say you are.” (Palmer:2014)

De una cosa me doy cuenta durante la lectura de este libro: confío mil veces más en las palabras de Amanda Palmer que en las de cualquier teórico del que no tengo más referencia que las teorías que desarrolla en sus libros. Confío en la voz de la experiencia, en el hecho de que ella narre el camino que la llevó a escribir el texto.

“Entonces sigue”, me digo, “Quizás las palabras que estás escribiendo sobre Las izquierdas le sirvan a alguien en el futuro”. Y entonces empiezo a preguntarme ¿cómo voy a confeccionar ‘el mito de Las izquierdas’?

Recuerdo que después de la primera vez que tocamos en público, no volvimos a hacerlo por más o menos seis meses. Regresamos al escenario en una celebración de cumpleaños.

“Entonces sigue”, me digo, “Quizás las palabras que estás escribiendo sobre Las izquierdas le sirvan a alguien en el futuro”. Y entonces empiezo a preguntarme ¿cómo voy a confeccionar ‘el mito de Las izquierdas’?

Regresamos a tocar como seis meses después del show seco y temeroso que habíamos tenido como inauguración pública. Esta vez era celebración de cumpleaños de una chica que nos había pedido que amenizáramos.

Yo me presenté como Mery Buda y, aunque pareciera un sinsentido, me puse mi ropa de vedette. El Gabo hizo lo propio tocando sin playera como acostumbraba, aunque en esta ocasión lo bautizamos como Gabo Salvaje. Andrés fue como El panzón anónimo, y probó también tocar sin playera y con cruces negras en los pezones. El toquín fluyó, funcionó.

Bien, detecto material para un mito: «Se deciden a encuerarse y eso los hace tocar mejor»…

Pienso en Gloria Trevi. Ella es un mito mexicano. Todavía da shows y aprovecha mercantilmente su estátus de mito de la televisión. Yo sé que detrás de ella está el control y dirección de productores de Televisa. Pero lo que nosotros, como público, vimos fue a ella meneando los lentes de las cámaras, haciéndoles caras; la vimos con un cabello gigante arrastrándose en el piso de los foros de la tele. Y no creo mentir al decir que esa imagen perduró hasta ahora en nuestro inventario, nuestro imaginario.

Entonces tomo el libro de Barthes, ‘Mitologías’, para tratar de saber de qué estoy hablando. Y encuentro la forma más bella y poética de decirlo en uno de sus ejemplos:

«estoy en la peluquería, me ofrecen un número de París-Match. En la portada, un joven negro y vestido con un uniforme francés hace la venia con los ojos levantados, fijos sin duda en los pliegues de la bandera tricolor. (Barthes:2010;221)

«Si pongo mi atención en el significado del mito como en un todo inextricable de sentido y forma, recibo una significación ambigua: respondo al mecanismo constitutivo del mito, a su dinámica propia, me convierto en el lector del mito: el negro que saluda no es más mi ejemplo, ni símbolo, mucho menos coartada: es la presencia misma de la imperialidad francesa.» (Barthes:2010;221)

Yo sé que Gloria Trevi es, como alguna vez leí en el libro-novela ‘Nación TV’:

«Gloria no entendía que era un producto consumible, canjeable, desechable de las televisoras» (Mejía:2012)

Sin embargo, «algo» tiene que nos recuerda a nuestras infancias, y a una especie de empoderamiento femenino que sentíamos que podía trascender el hecho de ser parte de Televisa. Esto especialmente, cuando eres niño y no conoces lo que hay detrás de las cosas, sólo lo que se presenta ante tus ojos.

«Gloria Treviño, la Trevi, era una creación de Televisa: una chica con el cabello revuelto, la ropa cuidadosamente deshilvanada, que cantaba tirándose al suelo y le quitaba la camisa al primer señor que estuviera contratado para aparecer sorprendido en primera fila. Era la versión de la rebeldía fabricada desde una de las regiones más conservadoras de México, la ciudad de Monterrey.» (Mejía:2012)

Casi toda mujer de mi generación reacciona a los vidriazos rítmicos y a la línea de apertura: «Creo que ya es tiempo de ir con el psiquiatra». He visto corear esa canción a las mujeres más dispares y en los contextos más alejados: Casa Gomorra, reunión de feministas que bailan en chichis; Teibol Dance Marlin Safari, bailarina italiana realiza su acto de strip-tease al ritmo de; varias escenas de karaoke protagonizadas por muchas; día común en la cocina de una madre de familia…

«El mito no se define por el objeto de su mensaje sino por la forma en que se lo profiere: sus límites son formales, no sustanciales. ¿Entonces, todo puede ser un mito? Sí, yo creo que sí, porque el universo es infinitamente sugestivo. Cada objeto del mundo puede pasar de una existencia cerrada, muda, a un estado oral, abierto a la apropiación de la sociedad, pues ninguna ley, natural o no, impide hablar de las cosas.» (Barthes:2010;199)

El tercer toquín de Las izquierdas fue históricamente, el primero en el que mezclamos el tubo con nuestro show. Lo hicimos fuera de la ciudad. Gabo y yo nos trepamos a hacer nuestras acrobacias, una canción cada uno mientras los otros dos seguían tocando, haciendo la música.

Yo sentí que había hecho algo nuevo. Estaba bailando en el tubo, como lo había hecho cientos de veces incluso con menos, y nada de ropa. Pero esta vez el contexto lo habíamos puesto mis mejores amigos y yo. No estaba en un teibol sujeta a la posición que te otorga ser stripper. Estaba a la deriva. Estaba declarando algo: que por mi voluntad bailaba y me encueraba. Que incluso estábamos dispuestos a hacer el esfuerzo de llevar el tubo y armarlo. Yo ya no era una ‘víctima’, ni se podía decir que lo estuviéramos haciendo por el dinero. Esto era otra cosa.

Creo que eso marcó crecimiento para nosotros tres: por más mal que tocáramos, o por más chafas que fueran nuestras ideas, el sólo hecho de que estuviéramos en pie presentándolas, cada uno de los  tres con su previa historia de vida, juntos, hacía que (si se nos veía como un todo inextricable de sentido y forma), fuéramos la presencia misma de esto. Este mito al que todavía no le encuentro nombre. ¿Cómo se llama eso que hacemos?

Nosotros le pusimos Pole dance/punk/chafarama

 

 

Tesis sobre Las izquierdas día 3

THE LITTLE ROOM (SARATOGA 1113)

«While you’re in a little room, and you’re working on something good, but if it’s really good, you’re gonna need a bigger room. When you’re in the bigger room, you might not know what to do, you might have to think of how you got started, sitting in your little room.» (White Stripes, Little room, canción, 2001)

 

Gabo, Andrés y yo decidimos ser Las izquierdas en abril del 2012, en los primeros días del mes. Sin embargo, nuestro primer ensayo lo hicimos un mes después, el 5 de mayo. A lo largo de ese tiempo intermedio, Andrés y yo estuvimos preparando una base de guitarra, batería y letra para trabajar en ella durante ese primer ensayo. Gabo llevó su trompeta.

 

11 de febrero de 2016

Ya van dos semanas desde que empecé a leer ‘Rebelarse vende’. No me gusta lo que dice, pero lo sigo leyendo porque me parece muy bueno conocer los argumentos  que usan los que no creen en lo que yo creo, justamente para poder reforzar mis ideas. Me inquieta mucho lo arraigado que tienen los autores el concepto de que las marcas y los bienes, y cierto cliché de estilo de vida, son la aspiración de todo ‘rebelde contracultural’. Tratando de comprender el contexto desde en el que está escrito aquel libro, y me doy cuenta de que toda su crìtica sale de una visión diferentísima a la mía… la del primer mundo, ya que los autores son canadienses.

Y creo que no soy la única que tiene ese sentir cuando se trata de comparar a los movimientos afines que hay en Mèxico y en Europa o Estados Unidos. Comienzo a pensar en que quizás el primer mundo sí es extremadamente diferente a México, a la Ciudad de México, que es donde nacieron y se desarrollaron Las izquierdas.

Por ejemplo, en un libro mexicano sobre una forma de contracultura en específico, el punk, se puede leer esto:

«La desinformación no detuvo el paso del punk, después de todo, el mensaje de ‘no hay futuro’ de los jóvenes ingleses, parecía tener más sentido para los jóvenes mexicanos, que para los jóvenes desempleados ingleses al menos estos recibían un cheque de seguro de desempleo de parte del gobierno inglés, cosa que no sucedía con nuestro Jóvenes, aquí se recibía represión gubernamental. En México cada quien se la rifaba como podía para sobrevivir.» (Detor:2011;13)

Las marcas y los productos que otorguen estatus no son, desde mi experiencia, una preocupación primaria. En el caso de Las izquierdas, con el tiempo nos fuimos interesando en refinar nuestro look escénico. Pero lo cierto es que no le dábamos demasiada importancia a la marca de nuestra ropa, sino a la apariencia que construía en conjunto con el show que dábamos.

¿O será que la ‘contracultura’ sí es algo tan superficial como versa el libro ‘Rebelarse vende’ en sus trescientas y cacho páginas?

La palabra contracultura me empieza a hacer sentir atrapada de nuevo. Necesito pensar en sinónimos, en alternativas terminológicas para hablar de esto de lo que busco hablar.

Y entonces, regresando a los objetivos esenciales de esta investigación, me acerco a otro investigador, esta vez colombiano: Carlos Granés, en ‘El puño invisible’ habla del fenómeno de la cultura alternativa como ‘ideas vanguardistas’. Su libro viaja en el tiempo, detallando desde principios del siglo XX las revoluciones que surgieron. Artistas de las diferentes disciplinas fueron declarando con sus acciones un alejamiento de las formas de vida que el resto de la sociedad planteaba como las únicas:

«Cuando los padres de los sesenta se levantaron un día y vieron a sus hijos convertidos en seres extraños, con los que de pronto parecían no tener nada en común, se hizo evidente que un puño invisible había echado por tierra ciertos valores y determinados marcos que antes encuadraban y regulaban las vidas de los individuos. Pareció ser sólo un bache generacional, la distancia lógica entre una generación que había vivido dos guerra mundiales y otra que nació en épocas de Paz. Pero ¿era sólo eso?

No. Las ideas vanguardistas de habían ido imponiendo, ganando adeptos, transformando escalas de valores e influyendo en las elecciones vitales. Los dadaístas habían identificado el blanco acertado. La cuestión no era transformar las estructuras del Estado; la cuestión era transformar la  vida.» (Granés:2011;15)

Pienso en Las izquierdas, en cómo fue que elaboramos nuestro ritmo de trabajo:

Estábamos en mi cuarto, que era la adaptación de un descanso de escalera a habitación. Es decir, pequeño y con una forma bastante extraña de curva. La verdad no recuerdo a detalles el primer ensayo. Ahora pienso que ha de haber sido tedioso para Andrés y para Gabo porque yo tardaba varios intentos antes de que la batería fluyera. Mi batería consistía en un bombo, una tarola y un cencerro. Con mis intenciones más primitivas de ritmo, me puse a jugar entre los tres elementos distribuyendo sus sonidos a lo largo de los compases. De ahí salió ‘Mallory Knox’, ¡nuestra primera canción juntos’

Una vez que comprobamos que se sentía bien tocar juntos, los tres empezamos a llevar a Las izquierdas en la mente. Al principio los ensayos no tenían un día definido ni mucho compromiso. Eso se fue haciendo con las necesidades que surgían del mismo trabajo. En las canciones empezamos a depositar nuestros juegos, bromas, ritmos y comentarios divertidos. Pero también las empezamos a ver como formas ideales donde poner nuestro enojos o inconformidades .

Era 2012 y el estar juntos en este proyecto comunicador tan fresco, nos hacía sentir que podíamos ayudar a cambiar la historia del país. Pensábamos que la sobreexposición mediática que se le daba  a las incongruencias de los políticos del momento, cambiaría (por puro sentido común) el curso del pensamiento de los mexicanos y las decisiones de los que estaban en el poder. Pero no pasó. Ni el Internet ni las redes sociales pudieron hacer cambiar de opinión a los poderosos sobre lo que estaban haciendo con el país.

Tocamos ‘Abuso de autoridad’ y también lo subimos al Internet. Sentíamos que al menos así aportábamos algo a nuestro conocidos, una especie de hermandad. Era una canción que se hizo en los 70’s para hablar del presidente de aquella época. Nuestra música fue agarrando más forma al tocar esa canción. También fue agarrando más sentido.

 

3 de febrero 2016

Desarrollo una nueva forma de aproximarme a los libros. Por fin me enfrento a ellos sabiendo ubicar perfectamente lo que quiero leer, lo que necesito que me digan. Esta tesis es de vida o muerte para mí. Y como quiero vivir, mi ser busca completarla aunque no tenga ninguna presión de tiempo, ni me ponga metas tediosas de lectura y escritura. Dejo atrás a aquellos canadienses que no estaban de acuerdo con la contracultura, y busco autores más afines a lo que yo siento por Las izquierdas.

Me encuentro, entonces, a Luis Racionero, quien nombra  como ‘underground’ al fenómeno que busco describir. Su libro se titula Filosofías del underground y así lo presenta al lector:

«El objetivo de estas filosofías es algo que no se demuestra por agumentaciones, sino que se evidencia por experiencias… Es un irracionalismo basado en las grandes tradiciones no socráticas… Su reivindicación se debe al fracaso de la filosofía racionalista para dar un PROPÓSITO a la sociedad y unos valores que subordinen los medios tecnológicos a los FINES HUMANOS, lo cual ha llevado a la búsqueda de otros métodos de utilización de la mente distinto del racionalismo. Esta búsqueda cristalizó, en las condiciones objetivas favorables de la década de los sesenta, en un movimiento de amplia repercusión cultural que se ha dado en llamar el underground.» (Racionero:1977;10)

En este libro encuentro la perfecta justificación a los modos de vida que intuitivamente voy hallando, y que han perdurado más allá de un capricho superficial o infantil. Su libro viaja incluso más atrás en el tiempo que el de Granés, yéndose al Renacimiento y al Romanticismo como las primeras revoluciones culturales, en las que se buscaban pensamientos alternativos a los imperantes de la época:

«Para los románticos había dos frentes que atacar en la organización social nacida de la Revolución Industrial: por un lado el capitalismo, que era la explotación material del hombre por el hombre, y por otro lado el racionalismo, que era la opresión mental del hombre por el hombre» (Racionado:1977;28)

La mención del racionalismo me empieza a parecer una pieza clave en lo que diferenciaría a la contracultura, ideas vanguardistas, o underground, del escenario más visible de las sociedades.

«Así como el racionalismo es la capacidad de concatenar y relacionar conceptos, la imaginación es la capacidad de inventar conceptos, de crear imágenes. Esta facultad no sigue las reglas del pensamiento racional y por tanto es marginada en la cultura racionalista» (Racionero:1977;26)

Me agrada lo que leo de Racionero. A lo largo de su libro toca temas tan dispares como el individualismo, el sexo tántrico, el anarquismo, la psicodelia, los mitos o el shamanismo. Y por igual expone los casos de los escritores Hermann Hesse, Byron y Blake, todo poniendo de manifiesto conceptos relacionados con el uso activo de la imaginación.

Después de sacar en el Internet el video ‘Jòvenes le cantan al fraude electoral’, donde salíamos tocando ‘Abuso de autoridad’ en mi cuartito, Las izquierdas salimos a tocar por primera vez en agosto, ya con algunas canciones montadas: fue un desastre. No era lo mismo tocar la batería dentro de mi cuarto con Gabo y Andrés concentrados cada uno en su instrumento, que tocar frente a un público que esperaba que lo entretuviéramos.

En la escuela, dejé de dibujar por una larga temporada la temática de las bailarinas exóticas. Empecé a agarrar otros temas que me ayudaran a mejorar mis habilidades técnicas.

Paralelamente a esto, tomé unas pocas clases de pole dance para perfeccionarme en mi arte de bailarina de tubo de la vida real y aprender a usar de múltiples maneras el tubo que tenía en mi casa. Que por el simple hecho de estar ahí puesto, siempre tubo presencia en los ensayos de Las izquierdas. Tanto, que Gabo comenzó a ejercitarse conmigo durante algunas tardes de la semana. Yo le enseñaba lo que sabía, y él buscaba lo que su cuerpo le sugería que hiciera en torno al tubo.

 

Tesis sobre Las izquierdas, día 2

Primer capítulo: ¿Cómo se llama esto que hacemos?

 

ESTOY AQUÍ PERO NO SOY YO

«Ya la quisiera olvidar pero mi pensamiento cada vez más y más, tras de ella, detrás de ella» (fragmento de la canción Estoy aquí pero no soy yo,  por Juan Bautista, año?)

 

Yo tenía 21 años cuando conocí a Andrés. Él 22. Llegué a un café donde tocaba su banda de aquel tiempo y lo vi en el escenario empezando el acto. Era un hombre gigante que, durante la velada, cambió de instrumento musical entre una guitarra , luego un ukulele, luego una flauta tranversal, luego un bajo, luego un piano, ¡luego otras miles de cosas!… (nótese que es posible que a lo largo de la historia la narradora exagere detalles o invente datos a fin de acentuar aspectos que le parecen relevantes)… “Tiene calidad”, pensé. Su música tiene calidad.

Al Gabo lo conocí un par de años después, como a los 23. Él debe haber tenido 26. Tocaba en un bar en la periferia de la ciudad con su banda ‘Los Negretes’. Y durante el toquín, él era el único de los integrantes que andaba por ahí sin playera. Se me hizo conocido. Tocaba la trompeta e intercalaba gritos en las canciones, compartiendo la posición de líder de la banda con otro hombre pintoresco. “¡Sí que se lo toma en serio!”, pensé. Me pareció que estaba concentradísimo en lo que hacía, y que todo él en conjunto ¡era salvaje!.

 

 

21 enero 2016

Emprendo con seriedad esta nueva hazaña de escribir una tesis. Mucha seriedad.

Éste es el tercer intento que hago. Y algo, una fuerza dentro de mí quizás, me dice que esta vez sí va a funcionar. Los profesores me han dicho que una tesis se hace sobre un tema que uno domina. Y yo, que pocas veces presumo de dominar cualquier cosa, estoy segura de que este tema sí lo puedo compartir en calidad de experta.

Entonces procedo a conseguir múltiples libros digitales que de una vez por todas me hablen de la contracultura, sobre el punk, sobre el otro lado de la ciudad… el que no se vende, el que no se ve. Y así sin percaterme, poquito a poco me voy haciendo de más y más libros, que me muestren el contexto del que quiero hablar, el lugar de la historia en el que quiero colocar a mis queridas Izquierdas.

Así se hace una tesis, ¿no?. Justificándome, ubicándome. No desde mí, sino desde los ojos de otros hombres que han volcado sus inquietudes en analizar y sistematizar la contracultura, las vanguardias artísticas, la multidisciplina, el underground y el rockanroll.

Y entonces, una vez teniendo mis manos repletas de libros digitales, leo un poco. Empiezo con los títulos más obvios que me ha arrojado una búsqueda en Internet… Comienzo un frenesí de persecución de un objetivo que no parece muy claro. Unos libros me regalan el nombre de otra bibliografía, y como todo sirve cuando comienzas una tarea, no descarto ninguno. Más bien pienso: “ésta ha de ser la clave” con cada nueva adquisición.

Al día siguiente voy, entonces, a la Biblioteca Central, en CU, a leer aquel libro ‘clave’. Esta primera vez es de Theodore Roszak, el teórico que acuñó el término contracultura. Entonces leo más. Tomo pequeñas notas de citas que sacaré después. Es un método que desarrollé en mis anteriores intentos truncos de escribir otras tesis, desarrollé la opinión de que si te detienes a copiar la cita al momento de que te enfrentas de primera ocasión con el libro, interrumpes toda la fluidez de tu lectura. Siguiendo cada vez más automatizada este método, anoto en mi celular el número de página de una información que en el algún momento regresaré a rescatar. Y vuelvo al texto. Hay algo que se está apilando: los datos, las citas y el número de autores inmiscuidos en mi tema, que al principio me parecía tan puro, aumenta.

En dado momento, mi aotocondicionamiento se vueve la única razón por la que sigo leyendo. Condicionamiento a no detenerme tan fácilmente al primer aburrimiento, a no comportarme blanda. Pero mi verdad interna es que en mi pecho va creciendo la sensación de que esta investigación podría alargarse y crecer exponencialmente hasta el infinito…

Pero como soy una guerrera, censuro mis pensamientos. Leo más y agrego conceptos y términos afines a las listas de ‘cosas por hacer’, que crecen…

Entonces llega un momento en el que la cantidad de pendientes en mis listas, el trabajo de indagar autores, de conseguir más libros y más referencias, se hacen tan grandes, que siento que mi tesis se aleja de mí.

Siento, sospecho, visumbro que tendré que completar mil tareas, leer mil libros, vivir mil vidas antes de siquiera poder justificar que mi tema de tesis es válido:

Las izquierdas… ¿a quién le importa mi banda de punk de la juventud? ¿quién nos conoce? ¡Ni somos importantes!

Y entonces, como en un flashback de tareas pasadas que emprendí con el enfoque equivocado (el impuesto por otros), mi cara se amarga. La existencia me pesa. Estoy metida en un hoyo negro. Y, como muchas veces me ha pasado antes, me doy cuenta de que ¡es el hoyo negro de los teóricos!

¿Pero qué estoy haciendo?

Respiro un momento y pienso en la naturaleza de Las izquierdas, en cómo empezó todo:

Yo, por aquellos años no tocaba en ningún lado. Había emprendido una infructuosa carrera de bajista que duró alrededor de un mes. Lo dejé por la paz y mi vida continuó. Me convertí en otras cosas antes de volver a intentarlo por enésima vez en la música (esta vez sería con Gabo y con Andrés… yo no lo sabía): mi carrera de artista visual en la ENAP llevaba su lento curso, y mi cercanía con el baile de tubo me motivaba a mudarme de casa una y otra vez hasta hallar el espacio perfecto donde colocar el tubo a presión que había comprado recientemente. También en aquellos años comencé a trabajar en el Garage Ink, un estudio de tatuajes al que me acerqué para aprender las técnicas de tatuar, y donde fungí como señora de la limpieza y como chica de mostrador. La música entonces, había pasado ya como a quinto plano.

Para mí eran tiempos en los que todavía no estaba segura de si mi carrera y mis ambiciones serían posibles. Y en esas condiciones, lo único que me quedó fue emprender todo a ciegas, con fe, pues. Con fe en que la vida me proveería.

Construimos Las izquierdas basándonos en una intuición. En que los engranajes encajaban con los tres. Nos sentíamos bien en la compañía de los otros dos, y no había más garantía que eso para empezar a tocar juntos. Especialmente porque uno de nosotros (yo) ni siquiera dominaba su instrumento.

El curso de la historia de Las izquierdas podría verse como el camino de estos tres héroes: Uno de ellos desencantado de la amistad de su banda pasada, otro creyendo haberlo hecho todo y tocado todo, y otra con una constante duda sobre sus propias capacidades.

Después, con el paso del tiempo, Las izquierdas se convirtieron en una válvula en mi vida, en la de Andrés y en la del Gabo. Una válvula de escape para hacer cosas injustificadas, libres. La naturaleza de muchas de nuestras decisiones era el pensar: “Vamos a hacerlo ya, aquí, ahora mismo, con lo que tenemos disponible, sin desear ninguna otra cosa, sin culpar a las condiciones materiales de nuestras limitantes”.

Fuimos acción. Exprimir de nuestras tres cabezas el humor, el ritmo, la palabra, la melodía necesarias en ese momento para aliviarnos de toda inacción y/o postergación. Hicimos lo posible para no dejar nada para después. Para no llevarnos tareas. Para resolver los problemas en el momento, para no compartir sueños guajiros…

Nos lo tomamos tan en serio como yo ahora esta tesis…

Muy bien, eso me tranquiliza. “Lo sabes hacer Mery”, me digo. Y en mi hazaña de escribir me empiezo a perfilar como una profesional en el arte de lanzarme a aventuras sin garantía. También en la agilidad de aprender a hacer cosas sobre la marcha. Al igual que en la cualidad de camuflajearme entre los experimentados.

Y entonces, me doy cuenta de que he adoptado una forma de hacer las cosas que antes no conocía, que nadie me enseñó y que, definitivamente, no promete resultados que estén comprobados, pero que es la que ha logrado hacerme trabajar de verdad: Honestamente, transformándome, sin pretender ni ‘hacer como que trabajo’. Quisiera nombrarla pero no sé cómo se llama, así que comienzo llamándole “contracultura”.

¿De qué deriva que socialmente yo pueda considerarme inserta en una contracultura?

Veo en estos viajes que he estado haciendo a la biblioteca, que ‘contracultura’ se trata de un término muy gringo. El panorama general me lo dan un par de canadienses  que escribieron un libro llamado “Rebelarse vende”. En él formulan toda una teoría acerca de que la contracultura es mucho más inofensiva de lo que ella misma cree. Yo me inquieto un poco con estas afirmaciones, sí. Y también los leo un poco hambrienta por saber de qué se trata esto que formulan.

Me hablan de Kurt Cobain y de la vieja contradicción que mató a muchos rockeros: su fama, su dinero y su éxito mediático, contrapuestos a una constante sensación de que estas mismas cosas estaban deteniendo su fervor inicial o su infinito corazón creativo.

Estos canadienses de los que hablo, Joseph Heat y Andrew Potter, exponen esta contracultura del grunge, y la de los beats, y la de los hippies. Se esmeran en acentuar las incongruencias de cada una de ellas. Y, en especial, ironizan sobre las incongruencias relacionadas con el dinero y con el avanzar de la edad. En cómo es que los ideales de los involucrados han cambiado con el paso del tiempo. Pongo, por ejemplo, este fragmento que ridiculiza a los hippies usuarios de combis:

“La contracultura lleva cuarenta años jugando a lo mismo, y obviamente no funciona. Los hippies expresaban su rechazo del consumismo de la sociedad estadounidense con collares largos, sandalias y zuecos Birkenstock y el Volkswagen Escarabajo. Pero a partir de 1980 esa misma generación – la del <<amor universal y el poder de las flores>> – protagonizó la reaparición del consumo conspicuo más flagrante de la historia de Estados Unidos. Los hippies se hicieron yuppies. Y nada representaba mejor la filosofía yuppie que el monovolumen, el coche que un locutor describió adecuadamente como <<una comunidad particular con ruedas>>. Pero ¿cómo se pasa del Volkswagen Escarabajo al Ford Explorer? Parece ser que no es tan difícil… Nunca hubo un enfrentamiento entre la contracultura de 1960 y la ideología del sistema capitalista” (Heath:2004;9)

“Lo malo es que no estaban dispuestos a comprar una ranchera familiar como la de sus padres. Habían tenido hijos, pero seguían considerándose unos inconformistas. Y el monovolumen tenía precisamente esa <<rebeldía chic>> que buscaban.” (Heath:2004;10)

“El monovolumen es perfecto. Comunica un mensaje muy contundente: <<Yo no soy un fracasado con hijos que vive en el extrarradio. Mi vida es una aventura>>” (Heath:2004;10)

Lo releo y, lo que noto es una visión muy superficial sobre las reales motivaciones que tiene una contracultura. Habla de la contracultura como una imagen en principio. En mi opinión, la imagen en una consecuencia del modo de vida, no su escencia.

Aún así encuentro válidos sus planteamientos si se aplican a un cierto sector, pero no a todos. Hay, ncluso una parte de su texto que se me queda clavada en la mente. Una parte que refiere que la contracultura pretende destruir al sistema. Y que después de tanto tiempo de no lograrlo, se hace obvio que es inofensiva e ineficiente:

“¿Cuántas veces se puede atacar el sistema sin producir ningún resultado evidente antes de que empecemos a plantearnos la eficacia del ataque?… Los rebeldes contraculturales han acabado siendo como esos agoreros del día del juicio final, que se ven constantemente obligados a retrasar la fecha vaticinada, conforme van pasando los días uno detrás de otro. Cada vez que el sistema <<asimila>> un símbolo de rebeldía, los muchachos de la contracultura se ven obligados a avanzar un paso más para establecer esta pureza de su credo alternativo que les permite diferenciarse de las odiadas masas.” (Heath: 2004; 134)

Esa idea la mastico y la repienso: ¿Será así? ¿No se tratará este fenómeno de algo más personal, más profundo? ¿o me estaré equivocando de palabra para describir esa sensación, esa diferencia? ¿No pretenderá la contracultura, por ejemplo, cuestionar las decisiones relacionadas con la calidad de vida y con lo que uno quiere realmente hacer con su tiempo y su trabajo?

Porque a mí me parece que el paso del tiempo y el insistir en llevar determinada forma de vida que parece nadar contra la corriente, habla más de resistencia que de un fracaso.

Y aún así continúo leyendo a Heath y a Potter. Ellos siguen y siguen lanzando argumentos que buscan ridiculizar el comportamiento de cualquiera que se sienta un poco fuera de la cultura de lo establecido. Dicen:

“Divertirse no es transgresor, ni socava ningún sistema. De hecho, el hedonismo generalizado entorpece la labor de los movimientos sociales y hace mucho menos atractivos los sacrificios en nombre de la justicia social” (Heat:2004;s/n)

Este libro habla mucho sobre la contracultura como un capricho o como una satisfacción de los deseos infantiles. Y manifiesta que estos comportamientos no transgreden nada.

Algo de ese libro me irrita profundamente. Yo no creo que la contracultura sea un capricho. Creo que es un riesgo, sí. Pero también creo que quienes la toman o la producen, están en ella porque no se sienten entusiasmados por las opciones que ofrece lo que ellos ya conocen o los rodea.

Por ejemplo, dentro de Las izquierdas, yo me lancé a tocar la batería casi instintiva y primitivamente. Lo hice así porque fue la única forma que mi mente aceptó como satisfactoria y divertida, como un reto intelectual real. Quizás divertirse no transgreda nada más que las barreras mentales que uno mismo tiene… pero eso ya es bastante transgresión.

Esto no significa que yo quisiera destruir los métodos de batería ni las escuelas y conservatorios de música. Lo que pasó en mi caso particular, es que yo soñaba con tocar música en cualquier instrumento, pero no era capaz de hacerlo. ¿Estaba bloqueada? Quizás. ¿Por qué o quién? No lo sé. Pero aún habiendo asistido al Conservatorio Nacional de Música a aprender violoncello intentando seguir ordenadamente algunos manuales de guitarra, no fui capaz de producir realmente música hasta que me puse el objetivo como algo libre y sin autoridad externa.

Lo tuve que hacer así: Poniéndome retos que yo sabía que me alentaban a mejorar mi coordinación, pero que no me exigían nada más. Entonces las metas y propósitos surgieron de mi mejora, no de una línea de aprendizaje preestablecida ni de la copia de sonidos de otros bateristas.

Creo que una contracultura no es un término que se acuñe para abanderar tu vida o tus proyectos. Creo que simplemente es un lugar en el que te hallas una vez que emprendes el camino a realizar las diligencias de formas que no son convencionales. Y muchas veces no son convencionales aunque tú así lo quieras.

A veces te hallas en una contracultura porque tu familia y cercanos no paran de decirte que eres raro o que estás loco cuando te observan hacer tus actividades cotidianas. Probablemente no te lo dicen de mala manera, pero te lo dicen…

Y entonces, de pronto descubrir círculos sociales que tienen inclinaciones parecidas a las tuyas en su hacer, y que comprenden a profundidad tus empresas, te pone automáticamente en una contracultura. Las charlas que sostienes con esa sociedad son de otro tinte que las que tenías antes de encontrarlos. Y tu familia y cercanos te empiezan a ver con nuevos ojos cuando ya no te ven solo. Te buscan en los momentos en los que tienen la necesidad de ser ridículos, o arriesgados o muy transparentes. Comienzan a comprender que no los vas a hacer sentir juzgados.

A Las izquierdas nos empezó a pasar que, siendo un show musical e interdisciplinario (por la participación de la acrobacia y el apoyo en las artes visuales), comenzamos a atraer sentimientos muy específicos. Se acercaron a nosotros personas que sentían la necesidad de ser ridículos, arriesgados, tranparentes, y compartir esa experiencia con una comunidad sin ser juzgados.

En 1968, Roszak, a quien se le atribuye el origen del término contracultura, escribió:

“Lo nuevo en la transición generacional que nos encontramos es la escala a que se produce y la profundidad del antagonismo que revela. Hasta el punto que no parece exagerado llamar <<contracultura>> a lo que está emergiendo del mundo de los jóvenes.

Entendemos por tal una cultura tan radicalmente desafiliada o desafecta a los principios y valores fundamentales de nuestra sociedad, que a muchos no les parece ni siquiera una cultura, sino que va adquiriendo la alarmante apariencia de una invasión bárbara” (Roszak:1970;57)