4. ¿Para qué chingados quieres ser famoso?
Por último me corresponde hablar de una condición que a muchos artistas anima, a otros castra, y a algunos más les provoca sentimientos de fracaso: La fama.
Yo entiendo la fama como el fenómeno a través del cual personas que tú no conoces te conocen a tí. Se puede dar en muy diferentes escalas, con muy diferentes intensidades en muy diferentes duraciones de tiempo. Algunas veces es instantánea debido a la difusión y compartición de material por Internet en la actualidad. También cabe mencionar que puede llegar por toda clase de motivos, que van desde la sorpresa por las increíbles habilidades de alguna persona, hasta el morbo por un tiroteo o asesinato fuera de la regla común, pasando por gamas menos extremas, como los efectos humorísticos o la identificación de emociones del público con personas de todo el mundo.
El caso es que, teniendo a la mano tales herramientas de comunicación, no estará de más preguntarnos a manera de filósofos clásicos: Si la fama llegara a mí, ¿para qué podría usarla?
«Lo que me rompía el corazón es la gente que lo miraba y pensaba que ser yonqui era guai. Para mí, el comportamiento de Sid era un acto criminal contra la humanidad porque era un ejemplo de autodestrucción. ¿Cómo le puede parecer eso atractivo a nadie? Y luego estaban los medios, siempre dispuestos a empaquetarlo y venderlo porque desviaba la atención del contenido político de las canciones.» (John Lydon)
Este fragmento lo tomo de la autobiografía del vocalista de los Sex Pistols, Johnny Rotten, quien habla de su fallecido amigo y bajista de la banda. Sid Vicious pasó a la historia con la fama de no haber sabido tocar su instrumento, de haber asesinado a su novia y de haber muerto sumamente joven a causa de una sobredosis de heroína. Lydon escribe:
«Sid, amigo mío. Entrar a la banda acabó con él. Me rompe el corazón. Lo arrastró al abismo y, al mismo tiempo, hizo que la banda fuera mejor.» (John Lydon)
La historia del rockanroll está llena de aquellos relatos de muertes tempranas, siendo aquel un lado algo oscuro de la fama. Pero yo intuyo que con estas herramientas que vamos recolectando (la disolución del ego, la apertura a nuestras oscuridades y la conciencia de uno mismo como personaje que performa) se puede hacer de la fama una herramienta más que un deseo:
«Desear algo es, en definitiva, tendencia a la posesión de ese algo; donde posesión significa, de una u otra manera, que el objeto entre en nuestra órbita y venga como a formar parte de nosotros… el deseo muere automáticamente cuando se logra» (Ortega y Gasset)
Eso nos dice Ortega y Gasset en sus extensos estudios sobre el amor, con la intención de descifrar la diferencia entre amar a alguien y desear a alguien. Pero en este caso a mí me sirve para hablar del deseo de fama. Que según esta definición, sería querer poseer la fama, querer que forme parte de nosotros.
Y he aquí la primera clave… quizás si la entendemos no como una posesión, sino como una circunstancia, nos será menos abrumador lidiar con el concepto. Me gustaría hablar un poco de los Rupestres, un grupo de músico mexicanos que se dieron aquel nombre en colectivo desde los 80’s:
«La propa anunciaba: 3 días, 7 cantantes, 100 rolas, solistas y acompañandistas, Foro del Dinosaurio, 19.00 hrs. 200 varos; Rockdrigo González y Roberto González el primer día, para el día siguiente: Jaime López (con todo y Cecilia Toussaint), Eblem Macari y Rafael Catana (acompañado de Mario Mota y el que esto escribe); para terminar la tercera fecha con: Memo Briseño y Alejandro Lora (en dueto) y Roberto Ponce… Todo esto hubiera quedado en una tocada más del desarticulado movimiento rockero de la ciudad, sin embargo representó un atractivo inusual y la gente abarrotó el foro del Museo de Chopo desde la primera presentación, como un reguero de pólvora… la mención de que algo nuevo había surgido (no se sabe qué) iluminó nuestras vidas.» (Arrellín)
Y bueno, como vemos, entre aquella lista de músicos el más famoso hasta hoy en día es Alex Lora, y le sigue el fallecido Rodrigo González. Pero lo encantador de este autonombrado colectivo son sus declaraciones en manifiesto tipo Vanguardias:
«Aventuraré una breve definición de lo que para mí significa: La mayoría de los nombrados de esa forma vienen de tradiciones rocanroleras (blues, rythm and blues, rock de los 60’s y los 70’s), además de un conocimiento de los estilos musicales mexicanos (el guapango, el son, el bolero), han participado con o en grupos de rock, sus letras narran experiencia vitales relacionadas con la ciudad y los personajes que en ella viven, leen.
En fin como diría el buen Redrogo [Rodrigo González] en su manifiesto:
Los rupestres por lo general son sencillos, no la jacten mucho de tos con tanto chango y faramalla como acostumbran los no rupestres, pero tienen tanto que proponer con sus guitarras de palo y sus voces acabadas de salir del ron; son poetas y locochones; rocanroleros y trovadores.» (Fausto Arrellín)
Y, lo que me parece más atractivo, es la fuerza que toma su historia cuando a la fecha (2017) continúan teniendo presentaciones íntimas, modestas y con una gran calidad musical que estoy segura que no a pocos a hecho estremecer. Pero, ¿a dónde quiero llegar con esta charla sobre los Rupestres? Quizás a iluminar un área de nuestras ingenuas mentes, que nos dice que la fama es buena, deseable, una meta, hacia otro punto de vista, que desde los 60’s (¿será acaso la aparición y esparcimiento del televisor?) se viene gestando:
«El espectáculo es la reconstrucción material de la ilusión religiosa. La técnica espectacular no ha podido disipar las nubes religiosas donde los hombre situaron sus propios poderes separados: sólo se los ha relegado a una base terrena. Así es la vida más terrena la que se vuelve opaca e irrespirable. Ya no se proyecta en el cielo pero alberga en sí misma su rechazo absoluto, su engañoso paraíso.» (Debord:1967)
Tal vez tener esto en cuenta nos ayude a encontrar oportunidades en los contextos más modestos. Ya sin buscar legitimidad, reconocimiento masivo, no fama, sino comunicación, conexión y la posibilidad de contribuir con nuestro servicio de artistas a formar comunidad humana.
En el curso de Las izquierdas, fue Andrés el más entusiasmado con la compartición mediática de nuestras creaciones y hazañas. Sabiendo ver en la actualización de los medios de comunicación y redes sociales, en algún punto se decidió a hacerse de una cámara profesional, tomar un taller de edición de video en Casa Gomorra e inaugurar lo que él bautizó como ‘Martes mediáticos con Las izquierdas’. el objetivo de esta dinámica era estar presentes en la realidad virtual, es decir, autopublicitarnos.
Me parece valioso el tomar en las propias manos el poder de hacer y de comunicar, arrebatándole así los tintes de esperanza y de magia a la difusión del trabajo propio:
«Afortunadamente aún se puede creer en ese rock, que como bien comentó Ali Gua Gua, Las Izquierdas ‘cultivarán tablas y un sincero following antes de pasar por el estudio en lugar de debutar en el Vive Latino y no saber qué hacer cuando se les rompa una cuerda'». (Orlando Canseco)
Al igual que regresar la comunicación directa entre el artista y quien se sienta identificado con su mensaje:
«… cuando por cualesquiera razones un ritual funciona, el intercambio de cualidades entre los polos semánticos parece (según mis observaciones) alcanzar efectos genuinamente catárticos, ocasionando en algunos casos verdaderas transformaciones de las personas y las relaciones sociales.» (Turner;29)
Después de los Sex Pistols, Johnny Rotten (quien a la fecha cuenta con 60 años de edad) fundó el proyecto Public Image Limited (Pil), con quienes todavía performa. Y, habiendo salido vivo de la lección de la fama, nos dice sobre sus intenciones con Pil:
«Nos haríamos hueco por la calidad de lo que hacíamos y no por volumen de ventas. La palabra ‘limited’ se refería a limitar nuestra imagen pública, a no permitir que las revistas de cotilleo llegaran a nosotros, a que nuestra vida privada siguiera siendo privada, a trazar unos límites muy claros con la industria publicitaria y su avidez por los escándalos. Eso era exactamente lo que Malcolm [el manager de los Sex Pistols] había cultivado y que a mí me había parecido tan nocivo. Es perjudicial para la salud, de verdad que lo es.» (John Lydon)
Por su parte, el fin de Las izquierdas llegó paradójicamente el mismo mes en que se presentó el disco en el Multiforo Alicia y en que aparecimos en las páginas de la edición impresa de Play Boy de México. El chiste se cuenta por sí mismo…
Posiblemente la fama nunca fue ni el objetivo ni el destino de la banda. Ya acabadas Las izquierdas, una de las últimas cosas que Andrés me dijo fue: «Mi misión era ayudarte a cumplir tus sueños, y pues ahí está. [ya tienes disco]»