Tesis sobre Las izquierdas día 20

3.¿Qué será la resistencia?

Comenzaré de forma majestuosa:  compararé el mensaje que nos obsequió el Ejército Zapatista de Liberación Nacional con el que yo busco rescatar de la experiencia mía a costa de Las izquierdas. Hablaré de las complicaciones, ambigüedades y dolores que nos trae ‘resistir’ (así como entendamos la palabra):

«¿Cómo cambiar la política sin tomar el poder? La voluntad de conciliar radicalismo y apertura conduce con frecuencia a los zapatistas a adoptar posturas políticas titubeantes y confusas. Su originalidad y su capacidad de invención, sin embargo, derivan de estas tensiones… Octavio Paz, quien, entre otros, pide a los zapatistas ‘entrar en el juego’ (‘si Marcos y sus partidarios, en Chiapas y en el país, quieren sobrevivir como una fuerza política, deben convertirse en un nuevo partido político o asociarse con uno de los ya existentes’), sabe mejor que nadie que los avances de la democracia y la emergencia del sujeto siempre son preparados por disidentes… Pero es igualmente cierto que la tentación de la pureza puede conducir a la impotencia y alimentar utopías mortíferas y suicidas.» (Le Bot;35)

Yo me pregunto que será la resistencia y, cuando leo lo que Octavio Paz hubiera deseado del zapatismo, me parece tan risible para aquella época y etapa del zapatismo, que lo voy comprendiendo. Resistir es una postura arriesgada en la que, al negarse a participar en dinámicas de existencia con las que no se está de acuerdo (aunque la mayoría si lo esté), se corre el peligro de envolverse en un trabajo impotente. Es una postura más bien incómoda.
Tomé de un documental llamado ‘Culturas en resistencia’ las nociones más pertinentes sobre ésta en cuanto a este trabajo de tesis en sus dimensiones artísticas, más que sociológicas: Alguno de los entrevistados decía que una cultura en resistencia siempre está trabajando en torno al futuro. Se moldea a fin de saber cómo reaccionar cuando se le venga encima el mundo que no está de acuerdo con él y lo quiere eliminar por eso. Muchas de las culturas en resistencia que aparecen en aquel documental dirigido por una mujer brasileña, llamada Iara Lee se hallan en puntos de todo el mundo (África, especialmente) y viven en crisis que los obligan a actuar de las formas más radicales. Muchos piden y buscan algo tan posible como la simpleza. Y luchan por evitar que esta simpleza les sea arrebatada por la ambición de grandeza que tienen otros, llámese empresas o gobiernos.

Y entre los mayores consejos se escucha: «Tu mente debe mirar la oscuridad, pero tus acciones deben dirigirse al cambio».

¿Cómo hablo de Las izquierdas en este contexto de resistencia? Creo que alguna vez lo supe decir en una entrevista con Orlando Canseco, quien nos preguntó sobre nuestra posición política por llamarnos Las izquierdas:

«Siéndote honesta a mí me abruma mucho el pensamiento general de los panoramas políticos y la ondita de que alguien tenga tanto poder sobre mí cuando yo no lo veo. Eso me saca de pedo y prefiero no pensar tanto en eso… hay gente que trabaja todos los días para salirse de estos poderes invisibles… Mi opinión es muy ignorante cuando de trata de estas cosas gigantes, pero no lo es cuando se trata de mi vida chiquita, de mis decisiones con respecto a qué comer… como el azúcar… estas cosas que están finalmente dentro de uno como enfermedades, para mí es más importante cuestionarme eso y tratar de erradicarlas en mí y por ende dar el ejemplo de las cosas que te hacen estar bien, estar sano. Porque finalmente para poder moverte, luchar y resistir y cualquier cosa que quieras hacer necesitas estar sano y estar consciente de tí. Una vez teniendo eso ya puedes empezar a ver.» (Mery Buda en entrevista con Orlando Canseco, para MH Radio)

En comparación con lo que se sufre en múltiples puntos del mundo, podría parecer que nuestros problemas son nimiedades. Pero es importante saber que cada lugar y cada cultura atrae diferentes problemas y requiere, por ende, soluciones acordes con ellos. En México basta con abrirse un solo día a las noticias para ser bombardeados por crudas historias de violencia, insensibilidad y muerte. Sentirse alejado y seguro ante ese mundo externo, sería una fantasía.

Pero dentro de nuestro campo, el del arte, somos afortunados de tener este tiempo para reflexionar acerca de nuestro modo de incidir en la realidad exterior. Para así no dejarnos llevar por un frenesí de actividad productiva que no nos mueva de nuestras posturas frías y alejadas. Marina Garcés escribe desde España:

«Más allá de la trampa de la actividad.

En continuidad con lo anterior, la cultura no sólo define un espacio de visibilidad, sino que se propone como un estado de permanente actividad…. la actividad sigue rigiendo el sentido de toda propuesta cultural. Programar, convocar, encontrarse, exponer, publicar, comunicarse… Lo importante es no parar, poder justificar una permanente actividad. De la misma manera que los currícula no admiten tiempos vacíos, también para la vida cultural cualquier periodo de «inactividad» es un punto en contra. La actividad se convierte así en una trampa en la que sigue imperando el ritmo de la productividad. ¿Qué se hace cuando no se está activo? ¿Qué ocurre cuando «no se hace nada»?

Es necesario ir más allá del dictado de la actividad, hacia un concepto más amplio de acción que incluya la inactividad, los tiempos muertos, los impasses, los desvíos, los errores, el cansancio, la desorientación, la necesidad de volver a pensarlo todo. Y no sólo para evitar el rápido agotamiento al que está sometida hoy cualquier propuesta cultural, creativa o académica, sino sobretodo porque en la trampa de la actividad lo que es sacrificado es el tiempo y el espacio para la pregunta por el sentido. ¿Por qué hacer algo? ¿Para quién? ¿Con qué idea? Estas preguntas se escamotean hoy en el aparato de «objetivos» de cualquier proyecto. Pero ¿realmente nos damos el tiempo y las condiciones para pensarlas a fondo y para atravesar las crisis que abren en nuestros propósitos y en nuestros contextos? No poder hacerlo condena la creación a un activismo sin sentido en el que las ideas no pesan nada ni dejan ningún rastro. Sólo circulan, flotando en la insignificancia, para hacer viable el consumo contínuo de proyectos. Experimentar y compartir el sentido de una idea, exponerse a su fracaso o atreverse a hacerla funcionar sin controlar sus consecuencias, es hoy una labor de resistencia.» (Garcés:Abrir los posibles;6)

Ella tiene razón. Y si nos movemos hacia el origen del problema, ante lo que se está resistiendo es ante una presión de deseos e ideas sobre ‘la productividad’, se resiste al control del dinero sobre nuestro bienestar. En esta época sería más sacrílego decir «Yo no creo en el dinero», que «Yo no creo en Dios». Como explica Yvon Le Bot, para resistir hay que econtrar ese punto incómodo entre conocer el lenguaje del que nos estamos defendiendo, para no usarlo:

«La fuerza de los zapatistas radica en la no violencia; su originalidad, en la invención de una nueva relación entre violencia y no violencia. El problema consiste en mantener esa tensión sin abismarse en la violencia. El crecimiento de una violencia contenida y reprimida durante décadas, o siglos, desemboca en una estrategia de no violencia armada al servicio de una producción de sentido, de una invención simbólica y política.» (Le Bot:50)

En el caso de los zapatistas es el lenguaje de las armas y de la violencia el que se toma como marco de referencia. ¿Será, en nuestro caso, el lenguaje del dinero el que tenemos que conocer para inventar una nueva relación entre la austeridad y la abundancia? ¿quizás una ‘austeridad adinerada’ en analogía a la ‘no violencia armada’?

«La tensión en la que se mantiene el movimiento garantiza su ejemplaridad y su expresividad. Si recae, puede descomponerse en la violencia o en el repliegue comunitario.

El zapatismo, dice con razón Régis Debray, es un ‘retorno a lo escencial: la resistencia’. Resistencia al neoliberalismo.» (Le Bot;50)

Al fin se trata de una declaración ética, una muestra de que no importa la cantidad de armas que se tenga, la violencia no es el lenguaje que deciden ocupar. Pero al poseer armas, se declaran no como un movimiento santo y victimizado, sino como un ente conciente y capaz de usarlas si se les empuja a sus límites. Podría entenderse esto como una amenaza, o  simplemente como una dignidad humana.

Repito, hacia el símbolo se puede siempre dar una lectura dinámica, que no lo destruya ni lo desenmascare, sino que el lector lo pueda vivir a la manera de una histroria a la vez verdadera e irreal. Lo podría, más que probar racionalmente la legitimidad de sus principios, usar para cuestionarse (eso nosotros siempre siempre lo decidiremos).

Compartiré aquí, que antes de quebrar Las izquierdas, opté por preguntar al I ching si lo debía decidir así, y me ayudó leer este designio que me dio el azar:

«Los tiempos de adversidad son el reverso de los tiempos de éxito… Cuando un hombre fuerte está desamparado permanece sereno y alerta pese a todos los peligros, y esta precaución es la fuente de su éxito posterior. Su firmeza es más fuerte que el destino. Quien deja que su espíritu se quiebre por el abatimiento no tendrá éxito. A quien la adversidad solo encorva, pero en el cual engendra la fuerza de reaccionar, con el tiempo esa persona seguramente encontrará la luz… Es cierto que por el momento su influencia no es reconocida y que sus palabras no tienen efecto. Es por eso que en épocas de adversidad es importante permancer interiormente fuerte y sobrio en las palabras… No hay agua en el lago: la imagen del agotamiento» (I Ching)

Se decía sobre Las izquierdas:

«ellos hacen música sin ambiciones mercantilistas, para empezar, aquí no hay sentimentalismos telenovelescos, no hay lamentaciones inofensivas ni dóciles experimentaciones. Lo que hay en un guitarra frenética, un tubo de pole dance, una chica que baila en él y canta, más bien grita, nos grita a nosotros, una trompeta que es como un grito de guerra demencial, tres músicos que explotan furiosos y cachondos, felices y desnudos en el escenario, el punk como un camino antes que un destino…» (Donovan Villegas)

La resistencia quizás podría enunciarse como un constante trabajo de comunicación con la naturaleza propia. Saber cuándo lo que está haciendo le hace bien y cuando le hace mal. Para saber detenerse y saber accionarse. Para tener la audacia de decir que no.

«…el lago se agota y se seca. Es el destino. Simboliza la suerte adversa en la vida humana. En tales épocas, no se puede hacer otra cosa que asumir el destino y permanecer fiel a sí mismo. Se refiere aquí a la capa más profunda de la verdadera naturaleza del ser, porque sólo ella es superior a todo destino exterior» (I Ching)

Quizás es bueno no agobiarnos acerca de si estamos siendo o no congruentes y recordar que esta es una tesis sobre arte, donde no debemos dejar que el peso de solucionar todos los problemas caiga sobre nosotros, aunque sí el de alentar a la comunidad:

«Esta [la obra de arte] es una forma de la actividad humana, que consiste en transmitir a otro los sentimientos de un hombre, consciente y voluntariamente por medio de ciertos signos exteriores… es un medio de fraternidad entre los hombres que les une en un mismo sentimiento, y por lo tanto, es indispensable para la vida de la humanidad y para su progreso en el camino de la dicha. (Tolstoi:Qué es el arte;21)

Otra mujer entrevistada en el documental de las culturas en resistencia decía: «cantar una o dos horas no es suficiente, te aplauden, dicen que eres maravilloso, pero yo tengo que salir a la calle todos los días y ver la sangre derramada…»

Está de pensarse…