PODEMOS SER HÉROES, UN DÍA NADA MÁS
«Yo, sería el rey. Y tú, serías la reina. Y nada, nos separaría. Seremos nosotros, un día nada más. Podemos ser héroes, un día nada más» (Héroes, por Parálisis permanente, canción, 1981)
Alguna vez leí en textos de psicología (que no puedo citar porque no recuerdo para nada de qué textos se trataba) sobre un fenómeno conocido como ‘primacía y regencia’, según el cual lo que más recuerda una persona de cualquier situación, es lo primero que se le presenta y lo último. Lo demás parece un cúmulo de acontecimientos que, más que contener detalles, están envueltos por una sensación que los colorea, que predomina.
Esto lo digo porque no puedo rememorar a detalle (aunque así lo deseo) lo que pasó en cierto periodo de la historia de Las izquierdas. Pero sé que hubo un suicidio de por medio. Y luego del suicidio hubo actos de supervivencia constante, de esfuerzo por curarnos los tres de una oscuridad que se nos había presentado en la cara y de la que no teníamos idea: Gabo había albergado en su interior el dibujo sublimado de la muerte.
En esa época, después del primer y segundo toquín con tubo, Las izquierdas alternábamos los toquines, a veces con tubo, a veces sin tubo, dependiendo del lugar a donde fuéramos, de las características físicas del lugar, el alto del techo, el material del piso, el escenario.
El último que hicimos sin tubo fue uno realizado el mismo día en que dejaron salir a Gabo del psiquiátrico al que lo habían metido por su intento ‘gracias a Dios’ fallido.
Trato de identificar la sensación de heroísmo de aquellos momentos. Supongo que se trata de la parte de la narración en la que entran las verdaderas adversidades, el superar obstáculos: ¿quiénes eran estos tres que, cuando eran llamados a tocar, debían llegar horas antes para colocar su tubo? ¿por qué lo hacían? ¿qué los impulsaba a hacerlo una y otra vez, aunque algunas veces fuera sumamente complicado incluso hacer llegar el tubo?
4 de mayo 2016
En este sumergirme una vez más en textos sobre arte, a fin de explicar y justificar esta tesis, hallo a Ernst Fischer con su texto ‘La necesidad del arte’. Me llama la atención, de primer vistazo, una parte que habla sobre el teatro de Bertolt Bretch, donde menciona que el mismo Bretch expresaba que su arte era para entrenar a las audiencias a hacer lo mismo que los personajes de la obra lograban. Si el personaje encontraba liberación, el público podía seguir su ejemplo:
«Our theatre must encourage the thrill of comprehension and train people in the pleasure of changing reality. Our audiences must not only hear how Prometheus was set free, but also train themselves in the pleasure of freeing him. They must be taught to feel, in our theatre, all the satisfaction and enjoyment felt by the inventor and the discoverer, all the triumph felt by the liberator.» (Fischer:1963;10)
Esto me recuerda también una parte del famoso ‘Héroe de las mil caras’ de Joseph Campbell, que habla sobre la construcción de mitos a partir de un ‘camino del héroe’ que tiene una estructura parecida en muchas partes diferentes del tiempo y del espacio a lo largo de la eternidad: dice que el héroe regresa a la sociedad para compartir su hazaña, para enseñar a los demás. A mí me suena como propagar un virus, solo que con buenas intenciones.
Después de aquel incidente que nos gustaba llamar de forma humorística «De Fray Bernardino al Bombay» (Fray Bernardino: hospital psiquiátrico, Bombay: bar en Garibaldi), Las izquierdas desaparecimos aproximadamente nueve meses de los escenarios: había que reconstruirnos, replantearnos.
Así, con desánimo y confusión, seguimos. Nos hicimos de rituales que nos ayudaran a trabajar sin cuestionamientos. Incluso preguntamos al I ching para tomarnos muy en serio el presagio: había que ser constantes y corregirnos: Evitamos, con la fuerza de nuestras entrañas, cancelar cualquiera de los ensayos que teníamos en martes de cada semana. Aceptamos muchas de nuestras fallas a fin de corregirlas a fondo. Gabo se preguntó cosas que le provocaron saltar una barrera dolorosa, y Andrés y yo lo vimos muy de cerca. Empezamos a querer ser mejores, ver nuestras potencias realizadas, conocernos en nuestras mejores condiciones, en nuestra mejor forma en todos los aspectos.
Tomo esta cita de un libro que analiza el arte que hacen el pueblo mexicano huichol, que se conoce por su alta ritualidad desde tiempos inmemoriales:
«El ritual se ha analizado como un medio para convertir las normas obligatorias de la sociedad en los deseos del individuo, de crear sentimiento socializados de transformar status, de lograr curas efectivas a males individuales y colectivos, para representar escenas míticas en la acción social o bien para reintegrar grupos sociales moribundos» (Chamorro:2007;58)
En ese tiempo Las izquierdas empezamos a grabar el disco. Materialmente nos hicimos del equipo necesario para poder hacerlo. Yo empecé a hacer gimnasia diariamente, Andrés se hizo zapatista, Gabo decidió entrar en psicoanálisis. Empezamos a pasar mucho más tiempo juntos fuera de los ensayos. Tiempo de amigos, de hermanitos: tatuarnos, perforarnos entre nosotros, salir a trotar, comer pizza, pasar juntos las festividades familiares, conseguir y cocinar masa sin transgénicos, darnos amor, cosas así. Y empezamos a repetir, y repetir, y repetir…
«Turning something into a ritual eliminates the question, Why am I doing this (Tharp:2003), nos dice la bailarina y coreógrafa Twyla Tharp en su libro ‘The creative habit’, donde habla de sus métodos personales para aprovechar el tiempo y seguir bailando y creando danzas.
Así consolidamos el nombre de Las izquierdas como la pura presencia de nosotros tres, aún sin presentarnos a tocar en público: Yendo juntos a todos lados, ideando nuevas cosas que haríamos. Empezamos a configurar el arte del disco, planeando que yo dibujaría y Gabo diseñaría. Incluso empezamos a imaginar un video musical. También nos pusimos a tomar clases de Pole dance una vez a la semana, los tres juntos.
En ese momento encontré una real motivación para hacer dibujos en la escuela. Quería ilustrar cada una de nuestras canciones, crear personajes a partir de nosotros tres.
Hay una parte de ‘La necesidad del arte’ que habla de que en principio, el arte servía de alguna forma para darle poder al ser humano:
«And yet, in creating art, he found for himself a real way of increasing his power and enriching his life. The frenzied tribal dances before a hunt really did increase the tribe’s sense of power; war paint and war cries really did make the warrior more resolute and were apt to terrify the enemy. Cave paintings of animal really helped to builduo the hunter’s sense of security and superiority over his prey. Religious ceremonies with their strict conventions really helped instil social experience in every member of a tribe and to make every individual part of the collective body. Man… was greatly helped in his development by magic (Fischer:1963;36)
¿Sería ese mi afán de plasmarnos juntos en dibujo una y otra vez? ¿Estaría yo buscando que nos empoderaráramos como banda, que nos sientiéramos siempre parte de una colectividad? Desde que aprendí a dibujar, me di cuenta de que tenía en mis manos el poder de vivir cualquier cosa que deseara. Podía hacer magia. Dibujar algo es ponerlo en el universo, hacerlo existir.
24 de abril 2016
Después de varios meses de dejar reposar mi proceso de la tesis, la retomé la semana pasada con toda la intención de terminarla lo más pronto posible.
Se siente como una bomba en mis manos, que si no lanzo pronto, se quedará inservible ahí, o quizás me explotará en la cara, dejándome imposibilitada para emprender nuevas cosas en el futuro.
Las otras dos tesis que había intentado (la primera sobre Psicodelia y arte huichol, y la segunda sobre Diseño de tatuajes) se sentían totalmente diferentes: cada vez que me sentaba a escribirlas, tenía que forzar el tema. De alguna manera sentía que me estaba inventando datos, postulados sobre asuntos que no conocía a profundidad, colores y dibujos que no había experimentado. No sentía ninguna autoridad para hablar sobre el tema.
Y esta vez es diferente. Mientras reconstruyo la historia de Las izquierdas y trato de darle un orden a los acontecimientos de mi memoria, me resurgen exactamente las mismas sensaciones y sentimientos que tuve mientras ocurría todo. Es tan vívido que, después de siete meses de la desaparición de Las izquierdas, sigo riendo y llorando al evocar anécdotas. Con la misma intesidad, o más.
Hoy conocí a este nuevo autor, Greil Marcus, quien escribió en los ochentas un libro llamado «Rastros de carmín» que trata, principalmente, acerca del impacto que fueron los Sex Pistols para él y para el mundo. Es un crítico de la música que escribe artículos para diversas publicaciones, entre ellas Rolling Stone.
Me recorró un poco a esta investigación e intento de mitificar a mi banda, por cómo habla apasionadamente acerca de sus viajes a bibliotecas y fuentes de datos en las que buscaba explicaciones para poder poner en palabras ‘la sensación’, el fenómeno que movió a la industria musical en los 70’s con la juventud, letras energía y violencia de los Sex Pistols:
«A medida que intentaba seguir esta narración -los personajes se intercambiaban las ropas hasta que yo abandonaba mi intento de inmovilizarlos-, lo que más me asombraba eran sus espacioes en blanco y esos momentos en que la historia recupera de algún modo la voz que había perdido… Con la promesa de que Potlateh conocía un método para salir de este callejón sin salida, el publicista de la IL hablaba de los fragmentos aún vigentes de los cuchillos surrealistas y de las bombas dadá; ahora tengo la impresión de que la Internacional Letrista (unos cuantos jóvenes que durante unos pocos años se reunieron bajo ese nombre en busca de un método para divertirse, para cambiar el mundo) era en sí misma una bomba, inadvertida en su época, que explotaría décadas más tarde en forma de <<Anarchy in the U.K.>> y <<Holidays in the Sun>> (Marcus:1993;31)
Regreso a Campbell para que su ‘Héroe de las mil caras’ me guíe en la confección de este mito de Las izquierdas:
«Como veremos, la aventura del héroe, ya sea presentada con las vastas, casi oceánicas imágenes del Oriente, o en las vigorosas narraciones de los griegos, o en las majestuosas leyendas de la Biblia, normalmente sigue el modelo de… una separación del mundo, la penetración a alguna fuente de poder, y un regreso a la vida para vivirla con más sentido» (Campbell:1959)
Esta aventura del héroes también se conecta con lo que dice Amanda Palmer sobre el quehacer artístico que, según su concepción, consiste en tres etapas:
«Collecting the dots. Then connecting them. And the sharing the connections with those around you. This is how a creaive human works.» (Palmer:2014)
«All artists connect the dots differently. We all start off wuth all these live, fresh ingredients that are recognizable from the reality of ou experiences (a heartbreak, a finger, a parent, an eyeball, a glass of wine) and we throw them in the Art Blend» (Palmer:2014)
Comenzamos a llevar el tubo a todos lados. Y nos hicimos héroes de un descaro muy trabajado. Llevamos a las casas y a los centros culturales un descaro que parecía una casualidad del momento. Un cinismo que no estaba pensado para burlarse del público, sino para invitarlos a la inocencia. Sabíamos que éramos exhibicionistas, y trabajamos para lograr que nuestro exhibicionisno cupiera como apoyo para la música, que fuera casi imperceptible, innecesario e inesperado, y que ayudara a hacer más grande la energía que manteníamos entre los tres durante los shows, y la que manteníamos con el público.
Fuimos héroes de sentirnos cómodos vestido o desnudos, solos o acompañados, aceptados o rechazados, siendo el centro de atención o totalmente ignorados. Fuimos héroes de llevarnos íntegros a donde nos invitaran, de no fingirnos mejores o peores. Fuimos héroes de verdaderamente esforzarnos para ser mejores. Héroes de la congruencia entre acciones y pensamientos. O por lo menos eso intentamos hasta el final.
Aquellas líneas de Marcus sobre la Internacional Letrista: ‘El método para divertirse, para cambiar el mundo’, me da impulso a pensar que las pequeñas asociaciones de personas pueden tener implicaciones impredecibles en el futuro.
No lo puedo negar: hay cierto grado de incomodidad en el hecho de estar escribiendo mi propia historia como un hecho relevante para la humanidad. No es cómo do parecer engreida, a la medida de comparar a Las izquierdas con fenómenos internacionales que influyeron a millones de personas… Pero me arriesgo: solamente es una humilde tesis. Y este tema es el único que me ha calado a tal profundidad que no he perdido el hilo de la investigación: mis ideas se siguen hilando sin dificultad con las de filósofos, teóricos del arte, músicos, etc. Y eso me indica que esta tesis se sostiene.
Además, una parte de mí se burla de que usualmente la historia esté escrita desde Estados Unido y Europa. Así que ¿no es esto lo que me corresponde? Y por eso, contra toda la vergüeza malinchista que puedo tener, me atrevo a afirmar que esta historia nuestra, mexicana, es importante.
«algunos objetos se convierten en presa de la palabra mítica durante un tiempo, luego desaparecen y otros ocupan su lugar, acceden al mito. ¿No existen objetos fatalmente sugestivos, como decía Baudelaire refiriéndose a la mujer? No, no lo creo. Se pueden concebir mitos muy antiguos, pero no hay mitos eternos. Puesto que la historia humana es la que hace pasar lo real al estado del habla, sólo ella regula la vida y la muerte del mensaje mítico.. el mito es un habla elegida por la historia: no surge de la ‘naturaleza’ de las cosas.» (Barthes:2010;200)
Yo pongo así, como mito, a Las izquierdas, para que no desaparezcan en el mar mexicano de las ‘cosas que no ocurrieron’ porque nadie se atrevió a legitimarlas a la espera de que alguien más lo hiciera.