Las izquierdas: rock para strippers
El tubo los inspira.
Una exstripper forma parte de esta banda mexicana que presentará su disco el 11 de septiembre en el foro Alicia.
Sexo, Tubo y Rock and roll
Una bailarina de pole dance, que también toca la batería, forma parte de este ensamble de punk que ha encauzado su energía sexual en un disco que será presentado el 11 de este mes.
Veo en Youtube a una mujer abierta de piernas deslizándose en un tubo. Atrás de ella, un sujeto se afana en arrancar la confesión sonora a su guitarra a punta de asfixia. De su entrepierna desnuda se columpian los genitales al compás de sus brincos. Un poco más atrás, algo que podría ser una batería anémica es percutida por el tercer integrante de esta asociación que se hace llamar Las izquierdas.
Desde hace tres años este grupo -tan sui géneris- se ha preocupado por devolver a la música, empezando por llamarse a sí mismo rock en tiempos donde tanto se cacarea la muerte del rock, su carácter lúdico. Para ello se valen de algo tan provocador como elemental: el cuerpo humano.
Pocas veces terminan vestidos sobre el escenario, lo cual dada la juventud de sus integrantes y la belleza de su baterista no parece extraño. Pero, ¿qué pasará cuando la fuerza de gravedad convierta la tersa piel en un colgante pellejo? “La juventud nos hace bien y nos ayuda a enseñar nuestras carnitas, pero ni las arrugas ni unos kilos de más nos harán dudar, mientras existan ganas de desnudarse… Ahí está Iggy Pop”, responden Mery Buda, El Panzón Anónimo y Gabo Salvaje.
Multiorgasmo visual
La banda tiene un disco, Maratón Chafarama con Las izquierdas, que en sólo 28 minutos te muerde como un pitbull al que después es imposible hacer relajar la quijada. Canciones como “Elena de Troya (no puedo parar)” y “Liz la encueratriz” hacen gala de una necesidad incontrolable de pisar el acelerador a fondo.
Con sólo una guitarra distorsionada, un remedo de batería en la que difícilmente podría hacerse un solo de Rush, una trompeta, una armónica y las voces de los tres que no temen desgarrárselas en el camino. Las izquierdas consiguen tener orgasmos sobre el escenario.
“La gente bailando, saltando, encuerada, cantando nuestras canciones. Todo eso desde la perspectiva del músico es lo más chingón que nos ha pasado. Ése es un orgasmo visual”.
No he tenido el placer de participar en una de estas orgías que ellos llaman, en la tradición de un lenguaje noventero, toquines. Pero por lo que se puede apreciar en los videos colgados en la red, son reuniones clandestinas en las que un titipuchal de gente sudorosa celebra las piruetas de los tres performers en todo lo alto del tubo. Debo confesar que desde que la vi, Mery Buda se ha metido en mis sueños para llenarlos de humedad como si se tratara de un jardín fértil en el que cualquier perversión puede florecer.
“La energía sexual es imprescindible para hacer lo nuestro, no sólo para Las izquierdas sino para cualquier acto creativo. Tocar en esta banda nos ha ayudado a aceptar nuestras perversiones y disensos sexuales. Somos exhibicionistas.
Nuestros vídeos están hechos para encender imaginaciones. Una vez que ponemos un video al público, no podemos ni queremos controlar lo que su imaginación dibuje”
El día 11 de este mes la banda presentará en vivo Maratón chafarama con Las Izquierdas en el Foro Alicia. Lo menos que podría pasar es que uno saliera de ahí húmedo, pegajoso y oliendo a fluidos ajenos. Como en cualquier noche de aventuras en las que estén involucrados un tubo, un voyerista y una mujer.
El pole no muere
“El pole dance y el punk se encontraron en el cuarto de Mery Buda, donde empezamos a ensayar en 2012. Ella había sido stripper y tenía un profundo interés en el baile de tubo. En el teibol conoció a unas chicas maravillosas que al usarlo lo llevaban más allá del encargo de fichar y conseguir clientes. Su vivienda de entonces, en la Portales Sur, tenía como axis mundi un tubo. Una vez que el punk ya estaba sucediendo y en marcha, el Panzón Anónimo sugirió… ¿Y si lo llevamos al toquín? Nos trepamos al coche de Gabo para ir a Guanajuatos llevando un tubo… Nadie se imaginó lo que íbamos a desatar”, finalizaron.
Detrás de la separación de Las Izquierdas (Había una vez una banda de Pole Punk)
Por Arturo J. Flores
Fotos cortesía de Las Izquierdas
¿Por qué se separaron Las Izquierdas?, le pregunté a Mery Buda mientras bebíamos café. Esa tarde me contó la historia completa. Por consideración reproduzco sólo lo que hace dos días me dijo que podía contar: “porque dos de nosotros éramos novios. Terminamos y pensamos que era lo mejor no seguir con el grupo”.
Lo más triste es que apenas se había publicado la versión física de su disco Maratón Chafarama con Las Izquierdas, disponible tiempo atrás en Soundcloud. De hecho, su última tocada tuvo lugar en la presentación del mismo en el Foro Alicia el pasado 11 de septiembre. Esa fecha nos gustó para las tragedias.
Conocí al grupo por casualidad. No me fío por completo de mi memoria, pero me parece que leí que un colega periodista había tenido un desencuentro con Las Izquierdas a propósito del video del tema Liz, La Encueratriz.
Como morboso profesional que soy, me acerqué a conocer la propuesta de esta banda integrada por Mery Buda, El Panzón Anónimo y Gabo Salvaje. Varias son las razones por las que me enganché con el trío. Primero, su sexualidad rampante. Más allá de lo cachondo, provocativo y transgresor que me pareció que en sus fotografías aparecieran desnudos, rozándose los tres en el interior de una bañera al más puro estilo poliamoroso, resaltó que además de una guitarra, una trompeta y un remedo de batería, Las Izquierdas cargaran de aquí para allá con un tubo de pole dance del que los tres, no sólo la bellísima Mery, se pusieran a realizar acrobacias durante sus explosivos conciertos.
La historia del tubo, me contó Gabo, proviene del pasado de Mery como stripper profesional. Ella, cuando compartimos aquel café una semana después del rompimiento del grupo, me contó aquella aventura en la que, después de abandonar la casa familiar siendo muy joven y tomar las riendas de su vida, por casualidad se encontró bailando en el tubo en un club de mala muerte a la orilla de la playa.
Esa fue la segunda razón por la que Las Izquierdas se convirtieron en una de mis bandas favoritas: porque les creo. Personalmente no pienso que el punk tenga que ser rápido y furioso si no desea serlo. Pero agradezco que si lo es, se escuche y se vea auténtico. La propuesta minimalista de Las Izquierdas (y detalles como subir a YouTube un ensayo en la casa de la familia de Mery, con todo y familia) cargaban de energía y buen humor una joven escena indie a veces ahogada en su propia solemnidad.
Pero Las Izquierdas ya no existen más. Odio nunca haberlas visto en vivo, porque cuando se presentó el disco en el Alicia yo me encontraba fuera del país.
Agradezco sin embargo que Mery y yo seamos amigos.
Cuando terminamos aquel café, le pregunté:
-¿Volverás a la música?
Y ella dijo:
-Me siento muy mal, tendrá que pasar mucho tiempo.
Se despidió dándome un abrazo que me dejó adherida al pecho una parvada de pájaros heridos.
Hace una semana me enteré que Mery volverá a las andadas. Esta noche de jueves volverá a presentarse en el Alicia, como invitada de Diana J. Torres, autora del libro Pornoterrorismo. La fiesta comienza a las 19:39 de la noche (muy a la usanza Alicia) y estarán también Ali Gua Guá y La Bruja de Texcoco.
Con ese pretexto me puse en contacto con Mery. Esta vez su voz sonaba viva, animada, llena de ímpetu.
Me contó que había vuelto a componer y que para esta presentación tocaría entre tres y cinco de sus “rolas más sexosas”, que de momento se abocaría a tocar “mi guitarra y mi bombo” y que el tubo –solo por esta tarde –tendría que quedarse de lado. Aunque también me comentó que el sábado 14 la habían invitado a bailar junto a otros amigos también acólitos del Pole dance.
-También tengo ganas de hacer música electrónica, pero usar las cosas. Estoy tomando cursos para aprender Ableton y programas así, para poder montarle encima lo folk –me comentó.
-No eres nueva en esto, pero supongo que no es lo mismo subirte al escenario cobijada por un grupo, que tú sola -le dije.
-Me estoy cagando de miedo.
Volvimos a hablar sobre Las Izquierdas. Mery me dijo que había visto a Gabo y habían hablado. Faltaba tocar base con El Panzón. Sin embargo, la separación era un hecho irreversible.
-¿Los extrañas? Aún tienes una foto de los tres en tu perfil de Facebook.
-Los extraño cabrón. Creo que tengo que cambiar esa foto.
Y me contó que después del rompimiento del grupo, sacó de su celular el disco Maratón Chafarama con Las Izquierdas porque no soportaba que una canción se colara en el shuffle de su música sin que se le hiciera un nudo ciego en la garganta y el corazón se le rompiera en cachitos. Ahora ha podido escucharlo nuevamente sin tanto dolor.
De hecho, su tesis de licenciatura será sobre la historia de Las Izquierdas.
Debería concluir diciendo que me gustaría que los tres se reunieran nuevamente. Pero no. Creo que la grandeza del grupo radica en su corta vida. Como la de los Sex Pistols. Mejor que cada uno nos entregue nuevos proyectos en el futuro. Qué bueno que hubo quienes vieron a Las Izquierdas en vivo y otros, como yo, que sólo reproducimos en YouTube los momentos en que Mery giraba como posesa en el tubo al mismo tiempo que sus compañeros destrozaban sus instrumentos y la gente se sacudía en el Mosh pit como atacada por una plaga de pulgas asesinas.
Hay bandas que no deberían salir nunca de las alcantarillas porque ahí son más grandes de lo que podrían serlo en la superficie.
PD.- Cómprense el disco físico, es una pieza de colección.