Riemann, Hugo. Reducción al piano de la partitura de orquesta

Riemann, H. (2005) Reducción al piano de la partitura de orquesta. Barcelona: Idea Books

“La tarea especial al reducir una partitura el piano es, al principio y siempre, la reproducción más perfecta posible del contenido de una partitura, con objeto de que resalte el tejido temático, al mismo tiempo que imitar los efectos de claroscuro por medio de graduaciones dinámicas, formas variadas de figuración, y mayor o menor amplitud de los acordes” (Riemann:2005;13)

“[…] además, hay que pensar que en aquella época (1760), la ejecución del bajo cifrado era tan corriente que todo cembalista ilustrado tenía la cosumbre de rellenar con voces intermedias las composiciones apuntadas tan sólo para dos voces (media y bajo). Muchas Sonatas para violín, flauta, etc., con Basso continuo se han impreso con la indicación precisa overo Clavicembalo solo. Pero si el que acompañaba al violín o a la flauta no se contentaba con tocar únicamente las notas del bajo, tampoco se limitaba a tocar solamente dos voces al ejecutar en el piano solo. Más bien sabía introducir , en el sitio oportuno, sobre todo en las fórmulas cadenciales, modulaciones, etc., la necesaria riqueza de armonía. Esto explica la falta de sonoridad de las particellas de piano de aquella época. Las voces que, en la partitura completa, se asignaban a otros instrumentos , con el fin de dar mayor riqueza de sonido, y que en muchos casos el piano no podía producir en las mismas posiciones de octava , se omitían , admitiéndose que el cembalista, poniendo en juego su habilidad, procuraría conseguir los efectos correspondientes por los medios de que disponía con su instrumento. Este procedimiento ofrecía una doble ventaja: en primer lugar, se apuntaba sólo lo esencial, evitando, por consiguiente, el peligro de que el ejecutante se dejase desviar por lo accesorio, y, en segundo lugar, se confiaba a la habilidad técnica del ejecutante arreglar el acompañamiento […]” (Riemann:2005;13)

“Olvidar en la ejecución que los contrabajos dan las octavas bajas de los tonos del violoncello, cuando los dos tienen la misma notación, quita al sonido orquestal una esencial característica, y le priva de su verdadera base. Por otro lado, las octavas superiores de la melodía en la parte de arriba no se deben desechar en todos los casos, con la idea tal vez de que dichas octavas superiores estén representadas bastante por sus armónicos que en realidad acompañan a las notas.” (Riemann:2005;17)