Maritain, Jacques. La intuición creadora en el arte y en la poesía

Maritain, J. (2004) La intuición creadora en el arte y en la poesía. Madrid: Ediciones Palabra

Capítulo II El arte como una virtud del intelecto práctico

Respecto al desarrollo natural de sus potencialidades, el arte no se inicia en plena libertad y buscando la belleza por la belleza misma, sino que comienza produciendo instrumentos útiles para la vida del hombre; canoas, vasos, flechas, lazos o pinturas murales destinadas a someter, en virtud del poder de sus signos, mágicos o no, lo que circundaba al hombre al dominio de este. El arte no puede olvidar sus orígenes. El hombre es conjuntamente homo faber y homo poeta, solo que, en la evolución histórica de la humanidad, el homo faber carga sobre sus hombros al homo poeta. Por eso he de referirme en primer lugar al arte de los artesanos y artífices y luego he de comparar el universo de este arte del artesano con el universo del arte de aquellos para quienes, desde los tiempos del Renacimiento y de sus semidioses, reservamos el nombre de artistas. (Maritain:2004;86)

Aristóteles mostró… que la división primera y fundamental que es menester reconocer respecto de las actividades intelectivas es la que distingue entre un intelecto especulativo o teórico y un intelecto práctico. Esta división no entraña una distinción entre dos facultades separadas, sino entre dos modos radicalmente distintos en que la misma facultad del alma -el intelecto o la razón- ejerce su actividad. (Maritain:2004;87)

El intelecto especulativo conoce sólo en función del conocimiento, aspira a ver y solo a ver. La verdad, o sea, la aprehensión de lo que es, es su única meta, su única vida.

El intelecto práctico conoce en función de la acción. Desde el principio, su objeto no es captar la esencia del ser; su objeto es la actividad humana, el modo de orientarla en las tareas que el hombre debe cumplir. El intelecto práctico está inmerso en un ámbito creativo. Su vida misma es modelar la intelectualidad que haya de ser introducida en el ser; juzgar acerca de los fines y de los medios y dirigir, y también hasta gobernar, nuestras facultades de ejecución. (Maritain:2004;87)

Esta distinción general no se refiere a circunstancias accidentales, sino que es una distinción esencial, por cuanto todo el dinamismo del intelecto y su típica aproximación a su objeto depende de ese objeto mismo, de suerte que son radicalmente distintos esos dos modos del intelecto cuando el objeto es el mero conocimiento y cuando el objeto es la acción. (Maritain:2004;87)

Hemos de comprender aún más claramente esta cuestión si consideramos dos puntos fundamentales: primero, el papel que desempeña el deseo; y segundo, la naturaleza de la verdad, ya se refieran ambos a la actividad del intelecto especulativo, ya a la actividad del intelecto práctico. La diferencia entre estas dos clases de actividad intelectual es tan profunda que ni la relación vital que existe entre el intelecto y el deseo ni la naturaleza de la verdad son las mismas en los dos casos en cuestión. (Maritain:2004;87)

En el caso del intelecto especulativo, el deseo -es decir, la voluntad, pero no en el sentido de un mero poder de decisión, sino en el sentido más amplio de la energía humana de desear y amar aplicada a cierto bien de la existencia- interviene solo para hacer que el intelecto ejerza su propio poder, por ejemplo, al plantear y seguir un problema matemático o una investigación antropológica, pues una vez que el intelecto entra en actividad ya nada tiene que ver con dicha actividad, la cual depende exclusivamente, en la medida en que se relacione con el conocimiento normal y conceptual, de las armas de la razón.

Por el contrario, en el caso del intelecto práctico, el deseo desempeña un papel esencial en la obra misma del conocimiento. De un modo u otro y en distintos grados (pues la esfera del intelecto práctico admite una vasta escala de grados distintos), la razón opera, por lo tanto, conjuntamente con la voluntad. De esta suerte, el intelecto, considerado en sí mismo, tiende únicamente a aprenhender el ser y sólo está como penetrado, de un modo u otro, por el movimiento del deseo, el cual se dirige hacia sus propios fines, que no consisten en aprehender el ser, sino en que se realice una acción. (Maitain:2004;88)

…la verdad en el conocimiento especulativo es la adecuación o conformidad del intelecto con el ser, con las cosas que son. Pero ¿cómo podría ser así con el conocimiento práctico? En el conocimiento práctico o creador no se trata de aprehender cosas ya existentes con las cuales el intelecto pueda concordar. En este caso, la cosa no existe por sí, ya que es cosa que ha de introducirse en el ser. Aquí, el intelecto tiene que concordar no con el ser, sino con el dinamismo del sujeto humano que se dirige o tiene a ese objeto que no existe, pero que ha de ser creado. Dicho con otras palabras, la verdad en el conocimiento práctico es la adecuación o conformidad del intelecto con el deseo inmediato, con el deseo que tiende directamente a los fines, con arreglo a los cuales, aquella cosa que el hombre está apunto de crear existirá. (Maritain:2004;88)

La actividad del intelecto práctico se divide en acciones que se hacen (dentro del universo del destino humano) y obras que se producen (que produce el hombre, pero dentro del universo de las cosas y fuera del universo del destino humano); dicho con otras palabras, la actividad del intelecto práctico se divide en actividad moral y actividad artística. (Maritain:2004;91)

…la prudencia, la virtud moral por excelencia (me refiero a la antigua prudencia en su genuino sentido -es decir, a la sabiduría práctica en el grado supremo, a esa virtud gracias a la cual un ser humano denodado realiza un acto de decisión infalible- y no, por cierto, a nuestra prudencia burguesa y timorata), es la recta determinación intelectual de las acciones que han de hacerse. El arte, por el contrario, es la recta determinación intelectual de las obras que han de producirse. (Maritain:2004;91)

El arte reside en el alma y constituye una cierta perfección del alma; es lo que Artistóteles llamaba un… habitus, una cualidad interior o disposición estable y arraigada  profundamente que eleva al ser humano y a sus naturales facultades a un grado superior de formación y energía vital, o que hace que el hombre esté poseído o una cualidad dominante o, si se prefiere, un demonio interior, se ha desarrollado en nosotros, ello se convierte en nuestro bien más preciado, en nuestra fuerza más inflexible, porque representa un ennoblecimiento en el reino mismo de la naturaleza y la dignidad humanas. (Maritain:2004;92)

El arte es una virtud; no una virtud moral… es una virtud en el sentido más amplio y más filosófico que los antiguos daban a esta palabra; es un habitus o estado de posesión, una fuerza interior desarrollada en el hombre, que lo perfecciona, de acuerdo con sus modos de obrar y lo hace -en la medida en la que el hombre emplea tal fuerza- siempre igual en una actividad dada. (Maritain:2004;92)

…aun en las artes útiles los preceptos no son fórmulas ya hechas, enseñadas por profesores en escuelas y museos, sino modos vitales de operar, descubiertos por los ojos creadores del intelecto en su labor misma de invención. Cierto es que, una vez descubiertos, tienden tales preceptos a convertirse en fórmulas que luego, empero, llegan a ser tanto obstáculo como ayudas en la vida del arte. (Maritain:2004;98)

Otra verdad fundamental es la de que por refinadas e ingeniosas que sean las reglas descubiertas por el artífice, la obligación primaria de este sigue siendo  siempre subordinarse al precepto primario, esto es, a la satisfacción de la necesidad hacia la cual, desde el comienzo mismo, tiende fundamentalmente su voluntad. (Maritain:2004;98)

La necesidad del intelecto de manifestar, exteriormente aquello que ha aprehendido en el interior de sí mismo y en virtud de la intuición creadora, y de manifestarlo bellamente, es el hecho esencial de las Bellas Artes. (Maritain:2004;98)

…el modelo con el que cuenta no es mayor que su propio corazón. Tiene que perseguir una nueva forma análoga a él, una nueva participación, típicamente diferente, de la belleza; y esta nueva participación de la belleza implica y exige nuevos modos de producir, ya se trate de una nueva adaptación de las reglas permanentes y fundamentales, ya se trate de emplear reglas hasta entonces no utilizadas, es decir, reglas enteramente nuevas que al principio siempre desconciertan a las gentes. En este punto parece asimismo pertinente destacar el carácter espiritualmente universal de lo que acabo de denominar normas o reglas permanentes y fundamentales del arte, o mejor dicho, las eternas leyes del arte.  Estas leyes eternas del arte no se encuentran, por decirlo así, en el plano de las normas o reglas particulares del producir, como el famoso áureo número, Ellas sólo existen en el supremo plano universal de la filosofía y en esa sapiencia (más vivida que formulada conceptualmente) que se oculta en las raíces mismas de la virtud del arte. Tales reglas son en el artista los fundamentos espirituales y generales de su virtud intelectual, fundamentos anteriores a toda manifestación particular y técnica de esa virtud. Y a través de una diversidad infinita de aplicaciones se han manifestado esas reglas en las grandes obras de arte de cada época y cada estilo. (Maritain:2004;104)

…tanto para un novicio del arte como para un pintor o un compositor, la norma primaria es obedecer y seguir el placer y emoción de sus ojos o de su oído en los colores o sonidos de los que será responsable, respetar este placer y atender con todo su ser a él; y en todo momento evitar el producir algo que no colme de placer sus propios sentidos, ya que la facultad creativa del espíritu, en su aspirar a la belleza, pasa a través de los sentidos y en ellos se hace atenta y vigilante… tan pronto como un novicio en arte comienza a descubrir una norma particular de producción o apenas ésta le es enseñada, suele acontencerle, las más de las veces, que pierda estos frágiles e incoados principios de arte, porque faltándole la fuerza interior necesaria para dominar la regla particular en cuestión, que termina por convertirse en una fórmula, viene a malograr, junto con su fidelidad a su placer estético, el precepto primario del arte. (Maritain:2004;107)

…no con ello se han transpuesto los umbrales del arte. Se los transpone cuando la producción de una obra, dejando de obedecer al régimen del placer de los sentidos penetrados por la inteligencia, pasa a someterse al régimen de la intuición creadora que tiene sus raíces en las más recónditas profundidades del intelecto. En efecto, la operación vital realmente auténtica, en virtud  de la cual la libre facultad creativa del espíritu se expresa, es la intuición creadora o poética de la que depende enteramente la obra que ha de ser engendrada en la belleza y esa es su perfecta singularidad que esa de ella una suerte de cosmos único. (Maritain:2004;107)

Si falta la intuición creadora, igualmente puede realizarse una obra, solo que en este caso el artista no tiene nada qué decir. En cambio, si la intuición creadora está presente y penetra, en cierto sentido, la obra, esta existe y es elocuente por sí aun cuando esté imperfectamente realizada y proceda de un hombre «que tenga el hábito del arte y a quien le tiemble la mano» (Maritain:2004;108)

Cuando se llega a la cumbre de la actividad artística, aquel que durante mucho tiempo ha seguido fielmente la vía de las reglas termina por liberarse absolutamente de ellas… el único precepto del artista perfecto es, a la postre: «Atiende a tu intuición creadora y haz lo que quieras.» «Reconocemos esta excelencia en aquellas personas en las que percibimos una pura fuerza creadora o un espíritu enteramente libre.»(Maritain:2004;108)

…el intelecto o la razón que desempeña la principal función en las Bellas Artes no es la razón conceptual, discursiva, lógica, ni siquiera la razón operante. Trátase de la razón intuitiva que se sitúa en las oscuras y elevadas regiones próximas al centro del alma, donde el intelecto ejercita su actividad en la única raíz de las facultades del alma y conjuntamente con ellas. (Maritain:2004;113)

…la razón conceptual, discursiva, lógica, o, mejor dicho (puesto que nos estamos refiriendo al orden práctico), la razón operante, desempeña un papel esencial y necesario -si bien secundario- en la actividad de las Bellas Artes. Esa función, que se refiere a los modos particulares de producir un objeto de arte y a la realización de una intuición creadora en la materia, es una función instrumental. Cuando esta razón operante predomina en la obra, ella no es sino un cadáver de obra de arte, un producto de academicismo. (Maritain:2004;113)