Morin, Edgar. Introducción al pensamiento complejo

Morin, E. (1990) Introducción al pensamiento complejo. Versión digital Facultad de Psicología Universidad de Buenos Aires

La  causa  profunda  del  error  no  está  en  el  error  de  hecho  (falsa
percepción), ni en el error lógico (incoherencia), sino en el modo de
organización  de  nuestro  saber  en  sistemas  de  ideas  (teorías,
ideologías) (Morin:1990;14)

Quisiera mostrar que esos errores, ignorancias, cegueras, peligros, tienen
un carácter común que resulta de un modo mutilante de organización del
conocimiento, incapaz de reconocer y de aprehender la complejidad de lo
real.

El problema de la organización del conocimiento

Todo  conocimiento  opera  mediante  la  selección  de  datos  significativos  y
rechazo  de  datos  no  significativos:  separa  (distingue  o  desarticula)  y  une
(asocia, identifica); jerarquiza (lo principal, lo secundario) y centraliza (en
función  de  un  núcleo  de  nociones  maestras).  Estas  operaciones,  que
utilizan la lógica, son de hecho comandadas por principios «supralógicos»
de  organización  del  pensamiento  o  paradigmas,    principios    ocultos    que
gobiernan    nuestra  visión  de  las  cosas  y  del  mundo  sin  que  tengamos
conciencia de ello. (Morin:1990;14)

En  primer  lugar,  el  desequilibrio  nutricional  permite  al  sistema
mantenerse en aparente equilibrio, es decir, en estado de estabilidad y de
continuidad,  y  ese  equilibrio  aparente  no  puede  mas  que  degradarse  si
queda librado a sí mismo, es decir, si hay clausura del sistema. Una vez
asegurado, ese estado, constante y, por lo tanto, frágil (steady state en la
terminología  inglesa,  estado  estable),  tiene  algo  de  paradójico:  las
estructuras  se  mantienen  mientras  los  constituyentes  cambian;  y  así  es
que  tenemos  no  solamente  al  remolino,  o  a  la  llama  de  la  vela,  sino  a
nuestros  organismos,  donde  nuestras  moléculas  y  nuestras  células  se
renuevan,  mientras  que  el  conjunto  permanece  aparentemente  estable  y
estacionario. En un sentido, el sistema debe cerrarse al mundo exterior a
fin  de  mantener  sus  estructuras  y  su  medio  interno  que,  si  no,  se
desintegrarían. Pero es su apertura lo que permite su clausura.

El problema se vuelve aún más interesante desde el momento en que uno
supone una relación indisoluble entre el mantenimiento de la estructura y
el  cambio  de  los  constituyentes,  y  nos  abrimos  a  un  problema  clave,
primordial,  céntral,  evidente,  del  ser  viviente,  problema  sin  embargo
ignorado y oculto, no solamente por la antigua física, sino también por la
metafisica occidental/cartesiana, para la cual todas las cosas vivientes son
consideradas  como  entidades  cerradas,  y  no  como  sistemas  organizando
su clausura (es decir, su autonomía) en y por su apertura. (Morin:1990;24)

Dos  consecuencias  capitales  se  desprenden,  entonces,  de  la  idea  de
sistema abierto: la primera es que las leyes de organización de lo viviente
no  son  de  equilibrio;  sino  de  desequilibrio,  retomado  o  compensado,  de
dinamismo estabilizado. Vamos a preparar el terreno para esas ideas. La
segunda consecuencia, quizá más importante aún, es que la inteligibilidad
del  sistema  debe  encontrarse  no  solamente  en  el  sistema  mismo,  sino
también en su relación con el ambiente, y esa relación no es una simple
dependencia, sino que es constitutiva del sistema.  (Morin;1990:24)

 

El  concepto  de  sistema  abierto  tiene  valor  paradigmático.  Como  lo  ha
señalado Maruyama, concebir todo objeto y entidad como cerrado implica
una  versión  clasificatoria,  analítica,  reduccionista  del  mundo,  una
causalidad unilineal. Es esa visión la que produjo excelencia en la Física
entre los siglos XVII a XIX, pero hace agua hoy, por todas partes, con las
profundizaciones  y  avances  hacia  la  complejidad.  Se  trata,  de  hecho,  de
producir  una  revuelta  epistemológica  a  partir  de  la  noción  de  sistema
abierto. «Los que viven en el universo clasificatorio operan con el supuesto
de  que  todos  los  sistemas  son  cerrados,  a  menos  que  se  especifique  lo
contrario. (Morin;1990:25)