Hessel, S. y Morin, E. (2011) El camino de la esperanza [Versión para lector digital]. Epub Libre
Debemos tomar conciencia de que la globalización constituye al mismo tiempo lo mejor y lo peor que ha podido sucederle a la humanidad.
Lo mejor, porque todos los sectores de la humanidad han llegado a ser interdependientes por primera vez, viven una comunidad de destino que crea la posibilidad de una Tierra-Patria, la cual, repitámoslo, lejos de negar las patrias singulares, las englobaría.
Lo peor, porque ha dado el pistoletazo de salida a una carrera desenfrenada hacia catástrofes en cadena. El desarrollo incontrolado de los poderes manipuladores y destructores de la ciencia y de la técnica, así como el desenfreno a todos los niveles de la economía de beneficio, han engendrado la proliferación de armas de destrucción masiva y la degradación de la biosfera, mientras que los totalitarismos del siglo XX se han visto sustituidos por la tiranía de un capitalismo financiero que ya no conoce límites, que somete Estados y pueblos a sus especulaciones, además de por el regreso de fenómenos de cerrazón xenófoba, racial, étnica y territorial. Los estragos combinados de una especulación financiera y de fanatismos y maniqueísmos ciegos amplían y aceleran los procesos anunciadores de catástrofes. (p10)
“…hemos de sustituir el imperativo unilateral de crecimiento por un imperativo complejo, que determine lo que debe crecer pero también lo que debe decrecer.” (p12)
el parasitismo de los intermediarios (p12)
Le asignamos un proyecto ambicioso: del mismo modo que el Renacimiento europeo de los siglos XV y XVI fue creador de civilización al revitalizar la aportación del pensamiento griego, intentaremos contribuir a un nuevo Renacimiento integrando la aportación moral y espiritual de otras civilizaciones, en especial las de la sabiduría asiática. Debemos proponer al mundo no la perpetuación tal cual de la occidentalización, sino una política de la humanidad que, en todos los puntos del globo, siempre teniendo en cuenta las particularidades, las riquezas y las deficiencias culturales, aspire a llevar a cabo la síntesis de lo mejor de todas las civilizaciones. (p14)
… la carencia cada vez más flagrante de un sistema educativo que separa y parcela los conocimientos, impidiendo de ese modo la posibilidad de abarcar los problemas fundamentales y globales de nuestra vida como individuos y ciudadanos, y la crisis de un pensamiento político ciego que, sometido a un cretinismo económico que degrada todos los problemas políticos para convertirlos en cuestiones de mercados, es incapaz de formular ningún proyecto ambicioso. (p20)
A continuación evocaremos los males de nuestra civilización: allí donde existe, el bienestar material no ha proporcionado bienestar mental, tal como atestigua el consumo desenfrenado de drogas, ansiolíticos, antidepresivos y somníferos por parte de personas acomodadas. La finalidad del bienestar se ha degradado al concentrarse exclusivamente en las comodidades materiales. El desarrollo económico no ha aportado su equivalente moral. La aplicación de la cronometría, de la hiperespecialización, de la compartimentación en el trabajo, en las empresas, en las administraciones y, finalmente, en nuestras propias vidas, ha acarreado con demasiada frecuencia una burocratización generalizada, pérdida de iniciativa y miedo a las responsabilidades. (p22)
Cuando la misión se reduce a la profesión, existe carencia de amor en los cuidados médicos y hospitalarios, en la enseñanza (pese a que, como decía Platón, «para enseñar se requiere el eros», es decir, el amor, tanto por el conocimiento que se enseña como por aquellos a quienes va destinado). (p 22)
Hay que dar la vuelta a la hegemonía de lo cuantitativo sobre lo cualitativo, asegurando de paso las cantidades de bienes y productos destinados a suprimir la indigencia. Ésta debe procurar el florecimiento de las autonomías, al tiempo que las integra en las comunidades. Resucitaría la solidaridad y mantendría a raya el egoísmo. Se preocuparía no sólo de la supervivencia (es decir, de las obligaciones sin alegrías ni dichas), sino también de la vivencia que se confunde con el florecimiento de la relación con el prójimo y con el mundo, donde las emociones y los éxtasis estéticos deberían ser considerados no como lujos reservados a la élite, sino como derechos de los que todo el mundo puede gozar. (p28)
El buen vivir puede parecer sinónimo de bienestar. Sin embargo, en nuestra civilización la noción de bienestar se ha reducido a su sentido material, el cual implica comodidad, posesión de objetos y bienes, pero no comporta en absoluto lo propio del buen vivir: el florecimiento personal, las relaciones amorosas, la amistad, el sentido de comunidad. Hoy, el buen vivir debe incluir el bienestar material, pero ha de oponerse a una concepción cuantitativa centrada en perseguir y alcanzar el bienestar, a través del «cada vez más». Significa calidad de vida, no cantidad de bienes. Engloba ante todo el bienestar afectivo, psíquico y moral. (p29)
La reducción de las intoxicaciones consumistas (por ejemplo, la contaminación publicitaria, que pretende ofrecer seducción y goce a través de los bienes superfluos) y del despilfarro que suponen los objetos desechables así como la sucesión acelerada de las modas, que dejan obsoletos los productos en un abrir y cerrar de ojos, nos conducirá a invertir la carrera desenfrenada hacia el «cada vez más» en beneficio de una marcha serena hacia el «cada vez mejor» (p30)
El buen vivir supone el florecimiento individual en el seno de las relaciones comunitarias. Nuestras vidas están polarizadas entre una parte prosaica, por un lado, que sufrimos sin alegría, por coacción o por obligación, y una parte poética, por otro, que nos dispensa plenitud, fervor, exaltación, y que encontramos en el amor, la amistad, los encuentros colectivos, las fiestas, los bailes, los juegos. La prosa de la vida nos permite sobrevivir. Pero vivir supone vivir poéticamente. El éxito de nuestra política de civilización permitiría a nuestros compatriotas expresar de la mejor manera posible sus potencialidades poéticas. (p 32)
Consideramos en especial a los inmigrantes no como intrusos a los que hay que rechazar, sino como a hermanos surgidos de la miseria, no sólo la que creó nuestro pasado colonial, sino también la que ha engendrado en su país la introducción de nuestro sistema económico, el cual ha destruido sus policulturas de subsistencia, ha deportado a sus poblaciones agrarias a la indigencia de los barrios de chabolas urbanos y ha favorecido en la cúpula de los Estados las peores corrupciones. (p35)
Apelamos a una política de prevención que rechace el rechazo. No hemos de reducirla a medidas de residencialización, de videoprotección, de instalaciones policiales de proximidad; no debemos limitarnos a desarrollar un nuevo urbanismo y revisar la ordenación del territorio. Tenemos que llevar a cabo una política de humanización y solicitud; ejemplos locales, en Medellín (Colombia), en Río, en el complejo de favelas Cantagalo y Paváo Paváozinho, o en Caracas, donde han creado una orquesta sinfónica con jóvenes de los barrios de chabolas, nos demuestran que reconocer la dignidad de niños y adolescentes, facilitarles el acceso a la instrucción, a la informática, a las artes, y sobre todo ofrecerles comprensión y afecto, disminuye drásticamente la delincuencia juvenil. (p36)
La reforma que hemos esbozado consiste en desarrollar en las empresas y las administraciones una auténtica racionalidad humana, que restaure la comunicación entre los sectores compartimentados y autorice al mismo tiempo las iniciativas creadoras y la participación de todos en el conjunto del resultado. Por otra parte, los horarios deberían concebirse en función del interés del trabajo, de lo fatigoso que resulte y de la seguridad, y no cifrarse en un número determinado de horas semanales (ya sea 40 u otra cantidad). (p40)